Vi como Elsie se acercó a james lentamente, sintiendo cómo su
respiración se volvía más pesada con cada paso. La sala estaba
iluminada solo por la tenue luz de la luna que entraba por la ventana.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, james levantó la mano y le
acarició suavemente la mejilla a mi hija, sus dedos enviando un
escalofrío por toda su piel.
— ¿Estás segura de esto? — preguntó él, su voz apenas un susurro.
Elsie asintió ella no sabía si eso es amor verdadero si quería pasar toda
su vida con James, pero lo que si sabía es que sentía una atracción
innegable hacia el Primo de su prometido, incapaz de hablar mientras su
corazón latía con fuerza. Lentamente, James inclinó la cabeza y sus
labios se encontraron en un beso profundo y ardiente. Mi hija sintió una
ola de calor recorrer su cuerpo, respondiendo con igual pasión. Sus
manos exploraron la espalda de James, acercándose más, sintiendo cada
músculo bajo su piel.
El beso se hizo más urgente, sus respiraciones entrecortadas llenaban el
silencio de la sala. Mi niña se dejó llevar por la intensidad del
momento, perdiéndose cada uno en la sensación de sus cuerpos juntos,
el mundo exterior desvaneciéndose hasta que solo quedaron ellos dos y
la chispa de deseo que los consumía.
Elsie comprendió que solo el tiempo revelaría si la conexión con James
evolucionaría hacia algo más profundo y duradero. Por ahora, se
permitía disfrutar de la atracción sin apresurarse a etiquetar sus
sentimientos como amor verdadero.
— No, no deberías besarlo Elsie — dijo con un tono firme y la mirada
fija, sin dejar lugar a protestas. Su voz denotaba la autoridad de alguien
que ha tomado decisiones difíciles a lo largo de su vida y sabe lo que
está en juego. — No podemos permitirnos esos deslices. La estabilidad
de nuestra familia depende de cada acción que tomemos, por
insignificante que parezca.— Vámonos de aquí — dijo James, con una sonrisa encantadora y una
energía contagiosa, mientras tomaba la mano de Elsie con una
confianza natural.
— Si, ya no quiero seguir aquí — dijo Elsie, con un tono decidido y una
mezcla de frustración y alivio en su voz. Su mirada, cargada de
emoción y determinación, revelaba claramente su cansancio con las
imposiciones que la rodeaban.
Decidí volver hacia el jardín donde se encuentran Emmeline y
Alexander para seguir vigilando lo que hacen y hablan.
— Sabes que eres mi hermano favorito, Alexander — dijo, con una
chispa de ironía en los ojos mientras levantaba un libro. — Aunque no
es una competencia muy reñida, dadas las circunstancias.
— Yo también te quiero — respondió Alexander, con una sonrisa
contenida. Su voz tenía el tono autoritario habitual, pero había una
suavidad inusual en su mirada. — Eres mi hermana
Favorita, pero no le digas nada a los demás, ¿eh? Confío en ti. Además,
vas a tener ayuda en lo que necesites. Ahora más que voy a ser tío —
añadió, tocando la barriga de su hermana con una mezcla de emoción y
responsabilidad. — Hola, sobrina — o sobrino —, soy tu tío Alexander
y voy a asegurarme de que estés siempre protegido.
— Nunca te había visto tan emocionado, Alexander — dijo, arqueando
una ceja. — Es casi desconcertante verte así. No te preocupes, seguiré
fingiendo que no me importa lo que piensen los demás. Aunque no sé
por cuánto tiempo más podré soportar estas reglas sociales tan absurdas
— añadió, con un tono de impaciencia y una chispa de desafío en sus
ojos azules.
Flashbacks:
Mientras observaba a mis hijos, me vino a la mente un recuerdo de
cuando eran niños. Era una tarde de verano en nuestra casa de campo, y
Emmeline, apenas una niña de cinco años, había decidido aventurarse al
bosque cercano a pesar de mis advertencias.— No te alejes demasiado, Emmeline, el bosque puede ser peligroso —
había dicho Alexander con su tono protector, que incluso a sus ocho
años ya mostraba una autoridad innata.
Pero Emmeline, con su espíritu indomable, no había prestado atención.
En su curiosidad, se había adentrado más y más hasta que, de repente,
un Lobo grande y extraño apareció. El animal, confundido y nervioso,
comenzó a aullar y a acercarse a ella. Emmeline se quedó paralizada
por el miedo.
Alexander, al ver la escena desde la distancia, no dudó ni un segundo.
Corrió hacia su hermana, colocándose entre ella y el Lobo . Con voz
firme, pero sin mostrar miedo, le gritó al animal que se alejara. Su
presencia segura y decidida logró calmar al Lobo , que finalmente se
fue.
— ¿Estás bien, Emmeline? — preguntó Alexander, su voz mostrando
preocupación mientras ayudaba a su hermana a levantarse.
— Sí, gracias, Alexander — respondió Emmeline con un temblor en la
voz, sus ojos azules llenos de gratitud y admiración. — Eres mi héroe.
Desde entonces, Alexander siempre había protegido a Emmeline, no
solo de peligros físicos, sino también de las estrictas expectativas
sociales que tanto la frustraban. Y Emmeline, con su rebeldía y su deseo
de independencia, siempre había admirado la firmeza y la lealtad de su
hermano.
Volviendo al presente, vi cómo la relación entre ellos seguía siendo
igual de fuerte y significativa. Su complicidad, nacida de aquellos días
de infancia, se mantenía intacta. Para Alexander, Emmeline siempre
sería la hermana a la que debía proteger, y para Emmeline, Alexander
siempre sería su héroe.
Mientras ellos hablaban, vi a Jacqueline, la prometida de Alexander,
acercarse con esa elegancia que siempre la caracteriza. Mis dos hijos
estaban en el centro de la conversación, una imagen de complicidad
Editado: 03.02.2025