Lady Caroline Harrison:
Estaba sentada en mi oficina, rodeada por la elegancia de los muebles
de madera oscura y estantes llenos de libros. Desde el gran ventanal,
con sus cortinas elegantes, observaba el jardín y el edificio contiguo.
Mientras James y Elsie charlaban entusiasmados sobre el periódico de
Lady Violet Ashcroft, sostenía una carta de Claremont School. Miré el
folleto sobre mi escritorio, sintiendo un nudo en el estómago. El
internado en Marleston, con su arquitectura gótica y vistas panorámicas,
me parecía imponente y misterioso. La decisión de enviar a Clara allí
me preocupaba profundamente.
Cuando Edmund entró en la habitación, notó de inmediato la tensión en
mi rostro.
—Madre, sé que estás considerando enviarla —dijo con una sonrisa
suave, pero sus ojos reflejaban una aguda comprensión.
Suspiré, mirando el folleto en mis manos, y respondí:
—Eddie, Clara no está bien; puedo verlo en sus ojos. No habla, no
sonríe. Este lugar le recuerda la muerte de Alex, y quizás un internado
lejos de aquí le ayudaría.La forma en que Edmund me miraba, con su característica elegancia y
calma, demostraba una profunda comprensión. Aunque siempre tenía
un toque de humor, en ese momento su seriedad me reconfortaba.
—Te entiendo, madre, pero ¿qué dirá Emmeline? Sabes cómo lo está
pasando. Se aferra a nosotros, especialmente a Clara —añadió Edmund,
con una preocupación genuina.
Mi determinación se hizo más firme mientras ajustaba el folleto en mis
manos.
—Lo sé, Edmund, pero creo que Clara necesita esto: un lugar donde
pueda pensar, donde el dolor no la alcance en todos lados.
Me levanté de mi asiento, esforzándome por mantener la compostura a
pesar de la tristeza profunda que sentía. Agradecí su comprensión con
una voz que revelaba mi tensión interna.
—Gracias, hijo. Es lo mejor para Clara, aunque sea doloroso.
Edmund asintió, su expresión reflejando un entendimiento profundo.
— Madre, deberías hablar con Clara para que sepa que va a estudiar
fuera de casa. No creo que puedas ocultárselo por más tiempo; es
evidente que es muy perspicaz — dijo con un tono reflexivo.
Su seriedad y preocupación por la situación se notaron en sus palabras.
Aunque su estilo solía ser encantador, en este momento su enfoque era
claro y directo.— Sí, voy a buscarla. Estoy segura de que está en su habitación; la
pobre se ha pasado toda la noche llorando. No quiere aceptar la muerte
de su hermano, y eso me duele. Puede pensar que no los amo, pero eso
no es verdad. Son mis hijos y son muy importantes para mí — dije con
firmeza, intentando mantener la compostura.
Mi voz, aunque decidida, revelaba una tristeza que trataba de ocultar.
Con un gesto decidido, me levanté para enfrentar mi próxima tarea.
— Suerte, mamá, explicándole esta nueva decisión a mi hermana. Nos
veremos más tarde; voy a ver cómo está Emmeline. Desde anoche no
me quiere hablar y está muy distante con nosotros — dijo Edmund.
Se levantó, mostrando una mezcla de simpatía y ligera frustración. Su
actitud reflejaba su habilidad para manejar la situación con calma y
empatía.
Mientras Edmund iba a ver a Emmeline, busqué a Clara para contarle
sobre esta decisión tan apresurada. El curso empezaba en marzo.
— Emmeline, soy yo. Abre la puerta — dijo Edmund, con un tono
suave pero firme. Su voz, aunque calmada, transmitía una preocupación
evidente.
No esperaba una respuesta inmediata, así que me apoyé ligeramente en
la puerta, mostrando una expresión que combinaba ternura con
seriedad. Cuando Emmeline finalmente abrió, Edmund mantuvo una
postura abierta y acogedora, y su sonrisa buscaba transmitirle
tranquilidad.— Necesito hablar contigo sobre cómo te sientes — continuó, dejando
que sus palabras se asentaran en el aire. Su expresión, aunque serena,
revelaba una profundidad de emoción que rara vez mostraba en público.
— Clara se irá a un internado por un tiempo para estudiar. Mamá cree
que es lo mejor para ella, especialmente después de lo de Alex. No la
hemos visto sonreír como antes, y eso nos preocupa a todos.
Emmeline se cruzó de brazos, mostrando con su postura su frustración.
Sus ojos chisporroteaban con una mezcla de ira y desilusión. La forma
en que frunció el ceño y apretó los labios reflejaba claramente su
descontento. Su tono de voz, cargado de incredulidad y enojo, era casi
un grito contenido.
— ¿Qué quieres decir con que Clara se va a ir? ¡Mamá se ha pasado! —
exclamó, dando un paso atrás como si la noticia la hubiera empujado
físicamente. Su voz temblaba con la intensidad de sus emociones, y su
cuerpo se tensaba, evidenciando impaciencia y rebeldía.
Emmeline giró abruptamente y comenzó a caminar de un lado a otro en
la habitación, moviéndose con una energía desbordante que reflejaba su
deseo de independencia y su frustración por no poder controlar la
situación. Sus manos se movían de manera agitada mientras hablaba,
subrayando la intensidad de sus sentimientos.
— No quiero que se vaya — continuó con un tono firme, casi
desafiante. — Todos siempre piensan en lo que es más importante para
Clara. Nunca se considera cómo me siento yo. ¡Siempre soy el segundo
plato!Sus movimientos bruscos y su expresión enojada pintaban un retrato
claro de su carácter díscolo. La manera en que desafiaba la decisión y
expresaba su frustración mostraba su deseo de romper con las
convenciones y su impaciencia con las reglas que sentía que la
oprimían.
Edmund se levantó lentamente, su porte imponente contrastando con la
ternura de su gesto.
— Emmeline, entiendo lo difícil que es todo esto. No puedo imaginar lo
Editado: 03.02.2025