La fortuna de los Harrison

Capítulo 10 Despedidas y Nuevos Retos

Lady Caroline

—No sabía que el palacio tenía una iglesia tan hermosa en sus terrenos.

Es un lugar perfecto para asegurar la unión que nuestra familia necesita.

—Siempre ha sido parte de una tradición familiar —dijo James, con una

sonrisa confiada—. Es como si estuviéramos predestinados a hacerlo,

¿sabes?

El conjunto de James es digno de un caballero de alta estirpe, exudando

una elegancia y refinamiento que se perciben en cada puntada. La tela,

de un gris oscuro casi negro, resulta tan suave al tacto como pesada,

denotando la calidad y distinción propias de un hombre de posición

elevada. Este traje de dos piezas, compuesto por una casaca y calzones,

es una obra maestra de la sastrería.

La casaca, con su corte impecable, cae con elegancia sobre el cuerpo,

mientras que los calzones se ajustan con precisión, alcanzando justo

hasta las rodillas. Estos dejan entrever el borde de unas medias de lana,

un detalle que añade el toque final a un atuendo pensado para

impresionar sin esfuerzo. Sin duda, este conjunto completa la imagen de

un caballero que entiende el poder del estilo y la presencia.

Cuando Elsie y mi yerno terminaron de cortar la tarta y todos tuvimos

un trozo, Lamont preguntó por el padre de Elsie, mi esposo.—Elsie, ¿qué le pasó a tu padre? Si puedo saberlo, era él quien debía

llevarte hasta el altar, y me ha parecido extraño que haya sido tu madre

—dijo Lamont.

—Leighton era un marqués, parte de la alta sociedad como mi familia,

pero él falleció. Estaba muy enfermo y murió en los brazos de

Emmeline —dijo Elsie con voz quebrada—. Desde entonces, no suelo

hablar mucho de él. El título pasó a mi hermano mayor, Alex, y él

también se ha ido. Ahora, el título lo heredará Edmund, el segundo

mayor de la familia. Su voz se ahogó en un susurro, claramente afectada

por el recuerdo.

—Lo siento, eso debió doler —dijo Lamont, bajando la cabeza. Su voz

era apenas un susurro, perdido en el silencio que siguió.

—Sí, fue doloroso, pero al final te acostumbras. Lo más difícil ha sido

ver a Emmeline cargar con el peso de ese trauma, especialmente

después de la muerte de Alex. Era su hermano favorito, y el vacío que

dejó ha sido difícil de llenar.

Después de la boda, Elsie se quedó en Thaloria. Al día siguiente,

desperté a Clara para acompañarla en su primer día en el internado.

—Clara, querida, prepárate para tu primer día en el internado. He

organizado que vayamos en coche de caballos; es lo más apropiado para

un debut tan significativo —dije yo.

—Me levantaron temprano, y ahora esto. No quiero estar allí ni hacer

nuevos amigos.—No seas tan negativa, querida. A veces solo hace falta un poco de

adaptación para encontrar tu lugar.

—¿Puedo al menos despedirme de mis hermanos?

—No hay tiempo, debemos irnos ahora.

—No es justo, madre se pondrá triste si descubre que no me he

despedido de ellos. Me van a extrañar —dijo Clara, con un tono de voz

roto por la pena. Sus palabras salieron entrecortadas, mientras sus ojos

azules, usualmente serenos, se llenaban de una tristeza profunda. Apretó

las manos con fuerza, los nudillos blancos bajo la delicada piel, en un

intento de contener las lágrimas. La habitación, silenciosa y elegante,

contrastaba con el torrente de emociones que la asediaban. Clara,

siempre compuesta y elegante, sintió cómo su fachada se resquebrajaba

por un momento, mientras la idea de dejar atrás a su familia se volvía

insoportable. Su figura esbelta parecía aún más frágil cuando se giró

hacia la ventana, buscando consuelo en el paisaje exterior, pero solo

encontró una creciente sensación de pérdida.

—Sé que el coche de caballos no va a esperar. Tiene a más gente que

llevar y devolver a sus lugares; no es solo nuestro, es público. Y no me

preguntes por qué es público o por qué, si somos de alta sociedad,

estamos en esta situación —dijo Lady Caroline, con un tono que no

admitía réplica, mientras se ajustaba un guante con precisión. Su mirada

se dirigió brevemente hacia la puerta, como si quisiera asegurarse de

que el tiempo no se les escapara. —A veces las cosas simplemente son

como son, y no hay tiempo para cuestionarlas —añadió, enderezando la

espalda, su postura impecable reflejando la determinación de alguienque estaba acostumbrada a aceptar las circunstancias con elegancia,

pero sin perder de vista lo que debía hacerse.

II parte

—No estoy vestida; esto es mi pijama —dijo Clara, observando su ropa

con una mezcla de urgencia y desconcierto—. ¿Puede esperar un

segundo mientras me pongo algo? Yo elijo mi vestido para salir e irnos

al internado. —Su voz se suavizó al final, y una chispa de tristeza

apareció en sus ojos mientras sus manos se dirigían rápidamente hacia

el armario. Se detuvo un momento, recorriendo con la mirada las

opciones antes de decidirse, como si ese simple acto de elección le

otorgara un poco de control sobre lo que estaba por venir.

El armario, empotrado en una pared decorada con un diseño clásico y

refinado, está pintado en un tono blanco tostado. La estructura cuenta

con molduras ornamentales que realzan su elegancia atemporal.

Dispone de varios estantes abiertos y gabinetes cerrados en la parte

inferior, ofreciendo un equilibrio perfecto entre funcionalidad y estilo.

Su camisón, de un delicado color crema, está confeccionado en un

estilo romántico. La prenda es etérea y fluida, adornada con bordados

sutiles que añaden un toque de nostalgia y gracia, acentuando su

carácter suave y vaporoso.

—¡Ahg! Está bien, pero no tardes mucho y apresúrate o se va a ir sin

nosotras. No querrás eso, ¿verdad? —pregunté en un tono elevado, sin




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