Lady Caroline
—No sabía que el palacio tenía una iglesia tan hermosa en sus terrenos.
Es un lugar perfecto para asegurar la unión que nuestra familia necesita.
—Siempre ha sido parte de una tradición familiar —dijo James, con una
sonrisa confiada—. Es como si estuviéramos predestinados a hacerlo,
¿sabes?
El conjunto de James es digno de un caballero de alta estirpe, exudando
una elegancia y refinamiento que se perciben en cada puntada. La tela,
de un gris oscuro casi negro, resulta tan suave al tacto como pesada,
denotando la calidad y distinción propias de un hombre de posición
elevada. Este traje de dos piezas, compuesto por una casaca y calzones,
es una obra maestra de la sastrería.
La casaca, con su corte impecable, cae con elegancia sobre el cuerpo,
mientras que los calzones se ajustan con precisión, alcanzando justo
hasta las rodillas. Estos dejan entrever el borde de unas medias de lana,
un detalle que añade el toque final a un atuendo pensado para
impresionar sin esfuerzo. Sin duda, este conjunto completa la imagen de
un caballero que entiende el poder del estilo y la presencia.
Cuando Elsie y mi yerno terminaron de cortar la tarta y todos tuvimos
un trozo, Lamont preguntó por el padre de Elsie, mi esposo.—Elsie, ¿qué le pasó a tu padre? Si puedo saberlo, era él quien debía
llevarte hasta el altar, y me ha parecido extraño que haya sido tu madre
—dijo Lamont.
—Leighton era un marqués, parte de la alta sociedad como mi familia,
pero él falleció. Estaba muy enfermo y murió en los brazos de
Emmeline —dijo Elsie con voz quebrada—. Desde entonces, no suelo
hablar mucho de él. El título pasó a mi hermano mayor, Alex, y él
también se ha ido. Ahora, el título lo heredará Edmund, el segundo
mayor de la familia. Su voz se ahogó en un susurro, claramente afectada
por el recuerdo.
—Lo siento, eso debió doler —dijo Lamont, bajando la cabeza. Su voz
era apenas un susurro, perdido en el silencio que siguió.
—Sí, fue doloroso, pero al final te acostumbras. Lo más difícil ha sido
ver a Emmeline cargar con el peso de ese trauma, especialmente
después de la muerte de Alex. Era su hermano favorito, y el vacío que
dejó ha sido difícil de llenar.
Después de la boda, Elsie se quedó en Thaloria. Al día siguiente,
desperté a Clara para acompañarla en su primer día en el internado.
—Clara, querida, prepárate para tu primer día en el internado. He
organizado que vayamos en coche de caballos; es lo más apropiado para
un debut tan significativo —dije yo.
—Me levantaron temprano, y ahora esto. No quiero estar allí ni hacer
nuevos amigos.—No seas tan negativa, querida. A veces solo hace falta un poco de
adaptación para encontrar tu lugar.
—¿Puedo al menos despedirme de mis hermanos?
—No hay tiempo, debemos irnos ahora.
—No es justo, madre se pondrá triste si descubre que no me he
despedido de ellos. Me van a extrañar —dijo Clara, con un tono de voz
roto por la pena. Sus palabras salieron entrecortadas, mientras sus ojos
azules, usualmente serenos, se llenaban de una tristeza profunda. Apretó
las manos con fuerza, los nudillos blancos bajo la delicada piel, en un
intento de contener las lágrimas. La habitación, silenciosa y elegante,
contrastaba con el torrente de emociones que la asediaban. Clara,
siempre compuesta y elegante, sintió cómo su fachada se resquebrajaba
por un momento, mientras la idea de dejar atrás a su familia se volvía
insoportable. Su figura esbelta parecía aún más frágil cuando se giró
hacia la ventana, buscando consuelo en el paisaje exterior, pero solo
encontró una creciente sensación de pérdida.
—Sé que el coche de caballos no va a esperar. Tiene a más gente que
llevar y devolver a sus lugares; no es solo nuestro, es público. Y no me
preguntes por qué es público o por qué, si somos de alta sociedad,
estamos en esta situación —dijo Lady Caroline, con un tono que no
admitía réplica, mientras se ajustaba un guante con precisión. Su mirada
se dirigió brevemente hacia la puerta, como si quisiera asegurarse de
que el tiempo no se les escapara. —A veces las cosas simplemente son
como son, y no hay tiempo para cuestionarlas —añadió, enderezando la
espalda, su postura impecable reflejando la determinación de alguienque estaba acostumbrada a aceptar las circunstancias con elegancia,
pero sin perder de vista lo que debía hacerse.
II parte
—No estoy vestida; esto es mi pijama —dijo Clara, observando su ropa
con una mezcla de urgencia y desconcierto—. ¿Puede esperar un
segundo mientras me pongo algo? Yo elijo mi vestido para salir e irnos
al internado. —Su voz se suavizó al final, y una chispa de tristeza
apareció en sus ojos mientras sus manos se dirigían rápidamente hacia
el armario. Se detuvo un momento, recorriendo con la mirada las
opciones antes de decidirse, como si ese simple acto de elección le
otorgara un poco de control sobre lo que estaba por venir.
El armario, empotrado en una pared decorada con un diseño clásico y
refinado, está pintado en un tono blanco tostado. La estructura cuenta
con molduras ornamentales que realzan su elegancia atemporal.
Dispone de varios estantes abiertos y gabinetes cerrados en la parte
inferior, ofreciendo un equilibrio perfecto entre funcionalidad y estilo.
Su camisón, de un delicado color crema, está confeccionado en un
estilo romántico. La prenda es etérea y fluida, adornada con bordados
sutiles que añaden un toque de nostalgia y gracia, acentuando su
carácter suave y vaporoso.
—¡Ahg! Está bien, pero no tardes mucho y apresúrate o se va a ir sin
nosotras. No querrás eso, ¿verdad? —pregunté en un tono elevado, sin
Editado: 03.02.2025