La fortuna de los Harrison

Capítulo 11 Nuevas Sendas, nueva Herida

Lady Caroline

Clara sacó del armario un conjunto elegante y casual de época oscura.

La blusa marfil, adornada con encaje en las mangas y en el pecho,

ofrecía un toque clásico y refinado. El cuello estaba decorado con un

lazo negro que completaba su aspecto. La saya, voluminosa y negra,

con varios volantes en la parte inferior, le confería un aire dramático y

sofisticado. Complementaba el atuendo con un corsé negro ajustado a la

cintura, con botones dorados decorativos y cadenas plateadas; una de

las cadenas tenía un colgante de cruz ornamental. En sus pies llevaba

medias de blanco roto y zapatos de charol con hebillas, que destacaban

el estilo vintage oscuro.

— Ya podemos ir en el coche de caballos, madre. Voy así al internado,

es de estilo oscuro, y no preguntes; me lo dijo Edmund. Vio el folleto

que tenías y me lo contó — dijo Clara con voz serena, sin levantar la

mirada del libro que hojeaba. Ajustó suavemente el lazo negro en su

cuello, como si cada detalle de su vestimenta mereciera su atención.

— ¿Tienes tus maletas? — preguntó Lady Caroline con tono firme y

autoritario, su voz resonando en el vestíbulo de la mansión. Observó

detenidamente mientras Clara, visiblemente ocupada, intentaba reunir

sus pertenencias. Aunque no parecía apresurada ni alterada por la prisa

de Clara, se levantó con calma y se acercó a la ventana, adornada con

cortinas de terciopelo rojo y flores. Miró el cielo grisáceo con una

expresión contemplativa, como si el tiempo para ella se midiera en

momentos de introspección en lugar de minutos.El coche de caballos aguardaba afuera. Clara, con compostura

impecable, se dirigió hacia él de mi mano. Su andar tranquilo y su

atuendo, que captaba la atención de los transeúntes sin ser ostentoso,

reflejaban una elegancia sutil. Su manera de manejar la situación

mostraba un equilibrio de madurez y serenidad que realzaba su belleza

interior y exterior.

— Adiós, cariño. Pórtate bien. Estaré en contacto con el internado por

carta para saber cómo avanzas — dije mientras me inclinaba

ligeramente hacia el carruaje.

Vi a mi hija subir al carruaje con tranquilidad y me aseguré de que todo

estuviera en orden antes de darme la vuelta con un gesto decidido y

formal. Me mantuve erguida y compuesta mientras el carruaje se

alejaba, esperando a que desapareciera de la vista antes de regresar a

mis ocupaciones con una expresión de concentración y determinación.

Clara, con las manos nerviosas apoyadas en el borde del carruaje, no

tuvo tiempo de despedirme con el brazo. Las ventanas de cristal

delgado, dispuestas a lo largo del costado del carruaje, se podían abatir

para permitir la entrada de aire fresco. Las cortinas de seda, coordinadas

con el exterior del carruaje, ondeaban suavemente con la brisa.

Narrador en tercera persona externo :

Durante el viaje en carruaje en otoño, las ruedas crujían sobre la grava

mientras los cascos de los caballos producían un traqueteo que marcaba

cada movimiento. El aire, fresco y húmedo, estaba impregnado del

aroma a tierra mojada y hojas secas en descomposición. Los árboles,que habían perdido la mayoría de sus hojas, se alzaban como sombras

alargadas contra un cielo plomizo, proyectando una luz tenue y filtrada

que creaba sombras errantes en el paisaje. El carruaje, envuelto en

mantas de lana, ofrecía un refugio cálido frente al frío penetrante del

exterior. En el interior, el suave murmullo de la lluvia sobre el techo de

lona añadía un matiz de introspección y tristeza al largo recorrido.

Las montañas que rodean Greymor retienen y canalizan corrientes de

aire y humedad, manteniendo temperaturas frescas durante todo el año.

Esto impide que la primavera se manifieste con normalidad. Las

especies vegetales en esta región se han adaptado a este ciclo atípico,

desarrollando hojas que cambian de color más lentamente y con un

ritmo de crecimiento alineado con el otoño prolongado de la ciudad,

mientras que en el resto del país ya es primavera.

Clara se sumió en sus pensamientos durante las nueve horas de viaje

hacia Marleston, en su camino al internado Claremont School,

murmurando para sí misma: «Tengo frío».

Una de las criadas del carruaje se acercó para preguntar cómo se sentía

Clara.

— Perdona, ¿estás cómoda? ¿Te gustaría dormir durante el viaje?

¿Tienes frío? — preguntó la mujer alta de cabello rizado y pelirrojo,

inclinándose ligeramente hacia Clara y ajustando la manta que tenía a

mano para ofrecerle más abrigo.

— Si el camino es largo, la verdad es que me ha entrado frío y estoy

cansada. ¿Podrías sacar uno de los compartimentos privados delcarruaje? Me gustaría descansar un poco mejor — dijo Clara con un

tono calmado pero firme.

La mujer pelirroja ajustó un asiento tapizado y reclinable del carruaje,

diseñado para ofrecer un descanso más cómodo durante el trayecto. Este

asiento, situado en un compartimento más acogedor y protegido del

viento y la intemperie, incluía un cojín adicional y proporcionaba más

espacio para relajarse, brindando así una mayor comodidad a los

pasajeros durante el viaje.

— Puedes descansar aquí hasta que lleguemos a Marleston. Llevamos

ya tres horas de viaje — dijo la mujer pelirroja mientras ajustaba el

asiento para Clara.

— No sé cómo agradecerte — comentó Clara mientras la mujer

pelirroja colocaba la manta sobre ella.

La manta proporcionada era de lana de alta calidad y cachemir,

decorada con elegantes patrones y bordados en diseño a cuadros. Era

pesada y gruesa, hecha para ofrecer un calor y comodidad

excepcionales. Su acabado, suave al tacto, y los bordes adornados con




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.