Lady Caroline
Clara sacó del armario un conjunto elegante y casual de época oscura.
La blusa marfil, adornada con encaje en las mangas y en el pecho,
ofrecía un toque clásico y refinado. El cuello estaba decorado con un
lazo negro que completaba su aspecto. La saya, voluminosa y negra,
con varios volantes en la parte inferior, le confería un aire dramático y
sofisticado. Complementaba el atuendo con un corsé negro ajustado a la
cintura, con botones dorados decorativos y cadenas plateadas; una de
las cadenas tenía un colgante de cruz ornamental. En sus pies llevaba
medias de blanco roto y zapatos de charol con hebillas, que destacaban
el estilo vintage oscuro.
— Ya podemos ir en el coche de caballos, madre. Voy así al internado,
es de estilo oscuro, y no preguntes; me lo dijo Edmund. Vio el folleto
que tenías y me lo contó — dijo Clara con voz serena, sin levantar la
mirada del libro que hojeaba. Ajustó suavemente el lazo negro en su
cuello, como si cada detalle de su vestimenta mereciera su atención.
— ¿Tienes tus maletas? — preguntó Lady Caroline con tono firme y
autoritario, su voz resonando en el vestíbulo de la mansión. Observó
detenidamente mientras Clara, visiblemente ocupada, intentaba reunir
sus pertenencias. Aunque no parecía apresurada ni alterada por la prisa
de Clara, se levantó con calma y se acercó a la ventana, adornada con
cortinas de terciopelo rojo y flores. Miró el cielo grisáceo con una
expresión contemplativa, como si el tiempo para ella se midiera en
momentos de introspección en lugar de minutos.El coche de caballos aguardaba afuera. Clara, con compostura
impecable, se dirigió hacia él de mi mano. Su andar tranquilo y su
atuendo, que captaba la atención de los transeúntes sin ser ostentoso,
reflejaban una elegancia sutil. Su manera de manejar la situación
mostraba un equilibrio de madurez y serenidad que realzaba su belleza
interior y exterior.
— Adiós, cariño. Pórtate bien. Estaré en contacto con el internado por
carta para saber cómo avanzas — dije mientras me inclinaba
ligeramente hacia el carruaje.
Vi a mi hija subir al carruaje con tranquilidad y me aseguré de que todo
estuviera en orden antes de darme la vuelta con un gesto decidido y
formal. Me mantuve erguida y compuesta mientras el carruaje se
alejaba, esperando a que desapareciera de la vista antes de regresar a
mis ocupaciones con una expresión de concentración y determinación.
Clara, con las manos nerviosas apoyadas en el borde del carruaje, no
tuvo tiempo de despedirme con el brazo. Las ventanas de cristal
delgado, dispuestas a lo largo del costado del carruaje, se podían abatir
para permitir la entrada de aire fresco. Las cortinas de seda, coordinadas
con el exterior del carruaje, ondeaban suavemente con la brisa.
Narrador en tercera persona externo :
Durante el viaje en carruaje en otoño, las ruedas crujían sobre la grava
mientras los cascos de los caballos producían un traqueteo que marcaba
cada movimiento. El aire, fresco y húmedo, estaba impregnado del
aroma a tierra mojada y hojas secas en descomposición. Los árboles,que habían perdido la mayoría de sus hojas, se alzaban como sombras
alargadas contra un cielo plomizo, proyectando una luz tenue y filtrada
que creaba sombras errantes en el paisaje. El carruaje, envuelto en
mantas de lana, ofrecía un refugio cálido frente al frío penetrante del
exterior. En el interior, el suave murmullo de la lluvia sobre el techo de
lona añadía un matiz de introspección y tristeza al largo recorrido.
Las montañas que rodean Greymor retienen y canalizan corrientes de
aire y humedad, manteniendo temperaturas frescas durante todo el año.
Esto impide que la primavera se manifieste con normalidad. Las
especies vegetales en esta región se han adaptado a este ciclo atípico,
desarrollando hojas que cambian de color más lentamente y con un
ritmo de crecimiento alineado con el otoño prolongado de la ciudad,
mientras que en el resto del país ya es primavera.
Clara se sumió en sus pensamientos durante las nueve horas de viaje
hacia Marleston, en su camino al internado Claremont School,
murmurando para sí misma: «Tengo frío».
Una de las criadas del carruaje se acercó para preguntar cómo se sentía
Clara.
— Perdona, ¿estás cómoda? ¿Te gustaría dormir durante el viaje?
¿Tienes frío? — preguntó la mujer alta de cabello rizado y pelirrojo,
inclinándose ligeramente hacia Clara y ajustando la manta que tenía a
mano para ofrecerle más abrigo.
— Si el camino es largo, la verdad es que me ha entrado frío y estoy
cansada. ¿Podrías sacar uno de los compartimentos privados delcarruaje? Me gustaría descansar un poco mejor — dijo Clara con un
tono calmado pero firme.
La mujer pelirroja ajustó un asiento tapizado y reclinable del carruaje,
diseñado para ofrecer un descanso más cómodo durante el trayecto. Este
asiento, situado en un compartimento más acogedor y protegido del
viento y la intemperie, incluía un cojín adicional y proporcionaba más
espacio para relajarse, brindando así una mayor comodidad a los
pasajeros durante el viaje.
— Puedes descansar aquí hasta que lleguemos a Marleston. Llevamos
ya tres horas de viaje — dijo la mujer pelirroja mientras ajustaba el
asiento para Clara.
— No sé cómo agradecerte — comentó Clara mientras la mujer
pelirroja colocaba la manta sobre ella.
La manta proporcionada era de lana de alta calidad y cachemir,
decorada con elegantes patrones y bordados en diseño a cuadros. Era
pesada y gruesa, hecha para ofrecer un calor y comodidad
excepcionales. Su acabado, suave al tacto, y los bordes adornados con
Editado: 03.02.2025