La Fragilidad De La Historia

Capítulo 1

Hace veintiséis años atrás....

–Es asombroso, señorita.– dijo la institutriz de cincuenta años, la señora Anne Leonowens.– Tanto la caligrafía como su redacción siguen siendo exquisitas, muy pocos han alcanzado ese nivel de pulcritud a la hora de escribir en una hoja.

Estas palabras iban dirigidas a su alteza, Annabella Balliol, princesa y futura duquesa de Gallot. Estaba sentada atrás de su pupitre, mirando con serenidad a la señora Leonowens.

–Le agradezco el cumplido, y me hace feliz saber que cumplo bien con los trabajos dados por usted.– su voz era de tono medio, suave y pausada. Su forma de hablar era también perfecta.

Leonowens no podía creer que cuando recién la contrataron, su padre, el duque Balliol, le hubiese pedido extremo cuidado con la enseñanza de su hija, porque debido a dificultades de aprendizaje no había logrado aún el nivel de instrucción deseado, esa era la susodicha razón, del porqué a su edad, que era quince años, se encontraba todavía afuera de la academia ¿Que pensaba el duque? Porque en sus treinta años, enseñando a los hijos de algunas de las casas más importantes de todo el Imperio Gladen se encontraba ante una de sus mejores alumnas. Y era consciente que no solo era así en el área de la literatura y la escritura, sino que en las oportunidades que tuvo de hablar con sus otros profesores, estos se encontraban de acuerdo en que la señorita era brillante. A excepción de su profesora de piano que la describía como buena y diligente a secas.

Su profesor de matemáticas había empezado con las formulas básicas tomándose en serio las advertencias dada acerca de su bajo rendimiento, pero se quedó maravillado con lo fácil que fue su avance hasta abordar temas más cercanos para alguien de su edad. Su profesora de ciencias no fue tan suave, sino que empezó con los temas que realmente debía de ver, y según ella, la notó en un comienzo un poco turbado fue sólo cuestión de semanas en que se acostumbró al ritmo de su enseñanza y se mostró como una buena alumna. Por último y el más fascinado de todos, era su profesor de historia y economía. Cada que vez que salía de él alguna palabra de ella, era igual a ponerla en un pedestal.

–No entiendo que pretendía el duque Balliol al traerme aquí, no hay nada que pueda yo enseñarle a su hija, les aseguro, parece que tiene el mismo conocimiento que yo en historia, y sólo será cuestión de unos años para que me supere incluso en economía.

–Señorita, voy a hablar con el duque.- confesó Leonowens.– no seré la única que lo haga, debería de estar en la academia en lugar de seguir aprendiendo aquí en su hogar.

–Me siento halagada y satisfecha con lo que ustedes piensan de mí.– le respondió Annabella.–¿No estarán, acaso, sobrevalorando mis resultados?

–¿De dónde saca esas ocurrencias? Desde un comienzo se mostró extraordinaria, su talento tiene que ser mostrado como se debe.

Una pequeña sonrisa se formó en el rostro de la princesa y dio un leve asentimiento.

–Si así lo dice, me alegra que considere oportuno hablar con mi padre del tema.

Después de una breve resumen sobre lo que verá en la próxima lección, se le permitió a Annabella retirarse de la biblioteca y a puerta de estas se encontró apoyado en la pared a su guardia, o más bien vigilante, Derek O'Malley.

Un hombre no tan mayor que ella, que siempre vestía el traje verde musgo que caracterizaba a los de la fuerza real con la insignia de investigador en su pecho, y por el borde de su cuello de tortuga se podía aprecia el rastro de tatuaje negros que recorrían su cuello.

En cuanto Annabella cruzó la puerta, Derek se irguió y se inclinó de manera respetuosa, pero sin dejar de darle una mirada pesada, cargada de pura sospecha y duda. Era de la mirada que le dedicaban todos en esa casa, una mirada que desde el inicio, Annabella fue capaz de ignorar perfectamente. Pasó por su lado sin dirigirle palabra alguna, y se encaminó a su cuarto.

–Veo que su alteza se ha ganado los corazones de todos sus profesores.- le dijo Derek, a tan sólo unos pasos detrás de ella.– Escuché los rumores acerca de sus propuestas, y no es que me considere cercano al duque Balliol, pero estoy muy seguro, él está más que dispuesto a enviarla a la academia ¿No siente emoción alguna? Ahora, tengo una duda y espero que me perdone por el atrevimiento que estoy tomando, pero ¿Qué piensa usted qué pasará cuando la envíen?

Annabella paró de caminar, y giró la cabeza para verle la cara.

"¿Qué ganará con molestarme?" - pensó Annabella para sus adentros.

–No entiendo a qué se refiere, señor.

Derek pareció a punto de contestar la pregunta enseguida, pero la cerró y pensó mejor sus palabras antes de hablar.

–Sabe bien, estoy seguro de ello, que hay una razón más del porqué el duque me ha puesto como su guardia. No es mi intención incomodarla, pero es algo evidente para todos y que ni usted puede negar.

Un gesto de fastidio casi se vislumbró en Annabella, lo controló a tiempo y guardó bien su resabio.

–Dice que no quiere incomodarme. Aun así me habla para sacar el tema, le pido encarecidamente que sea directo. No finja al simular tratarme por un estatus que no me considera perteneciente.

–¿Por qué dice tal barbaridad? Claro que ya pertenece a dicho estatus, fue nombrada princesa y duquesa heredera de estas tierras, poco importa la opinión mía o de cualquiera sobre este asunto.– era tan evidente la mofa que se le escapó en esta oración, que cualquiera, con un una respetable astucia dentro de su cabeza, se habría dado cuenta de la falta de respeto, y O'Malley, intuyendo que Annabella lo entendía, siguió con dicho comportamiento.

–Su actitud no concuerda con lo recién dicho.– la voz de Annabella siguió sonando etérea, vacía.

–Y aun así, siendo nombrada y declarada hija legítima, el duque no se abstendrá de ponerle otro guardia, impuro como yo, que le acompañe en su estadía en la academia, téngalo por hecho.



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En el texto hay: dioses, romance, realeza

Editado: 15.01.2020

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