La Fragilidad De La Historia

Capítulo 7

Una niña no paraba de observar a Derek, sobre todo sus brazos que quedaron descubiertos porque se había quitado los guantes y enrollado las mangas mientras almorzaba en una mesa de la cocina un tazón de sopa, y a pesar de que el resto de los presentes trataban de ignorarlo cortésmente, la niña discrepaba en este comportamiento y seguía observándolo entre fascinada y curiosa. Derek no estaba a acostumbrado a recibir esa clase de atención, pensó en apresurarse a comer con la excusa de volver junto a la princesa, quién a su vez debía de estar almorzando con el duque en esos momentos, pero entendió que dejarse intimidar por una acción tan inocente sería idiota de su parte, además de que cuando mantenía cerca de la princesa de sentía frustrado.
 


 

¿Cómo alguien podía tener tan bien escondida su propia identidad? Se había mandado ocho grupos de investigadores en varias regiones del imperio a averiguar el pasado de ella, de la actual princesa de Gallot. El duque pidió también que un investigador desarrollara el papel de guardia, con la idea de que estar cerca de ella le de algún indicio en su comportamiento, e igualmente prefirió entrevistar a cada uno de sus maestros a medida de su desarrollo académico y concordó de que la chica podría haber sido una historiadora.
 


 

–Baso esta sospecha en su dominación de los cinco idiomas e historia, además que su maestra de literatura admitió que tanto su ortografía, caligrafía y redacción son perfectas, Su Majestad, estás cualidades las tienen las historiadoras y sus aprendices.
 


 

Le estaba diciendo esto al duque en uno de sus interrogatorio nocturnos.
 


 

–Lo sé.– respondió el duque, soltando un suspiro.– pero una de las primeras cosas que hicieron, aparentemente, todos los escuadrones de investigadores fue en revisar todos los conventos religiosos, ninguno dio resultado.
 


 

Eso lo sabía. En un escuadrón que fue enviado a los reinos del sur estaba su amiga, Ebenezer Gryce, particularmente a ella y a un compañero se le asignaron investigar dentro del reino Azteario. Los dos mantenían una correspondencia privada para intercambiar información y pensamientos acerca del caso. En una de sus cartas le explicó que ella junto a su compañero se habían encargado de comunicarse con todos los conventos y entrevistado en persona con varios de sus dirigentes y ninguno admitió el ingreso de una adrastea; de por sí era bastante difícil que un adrasteo bastardo llegase a estar vivo, por lo que era poco común que se le pidiera a un convento su ingreso para arrebatarle el derecho a heredar con tal de no matarlo. Derek había llegado a escuchar rumores de casos en donde aristócratas se niegan a desprenderse del bebé y deciden: hacerlo pasar como un hijo de su cónyuge (esto sólo funciona si es una mujer) o firmar un acuerdo de confidencialidad con los involucrados y criar al niño por separado, básicamente aislado. Si alguno se perdía o escapaba, no se podría hacer nada ya que hacer algo llamaría la atención y se pondría el nombre de la familia en vergüenza, lo más probable es que la mandasen a asesinar, y Derek sospechó que este era el verdadero motivo por el que el duque le puso tanto empeño en saber su pasado. No era por la traición, sino que de nada servía tener una hija que al ser presentada a la corte terminase muerta, quizás esperaba llegar a un acuerdo con su familia biológica. Y parecía que eso no se llegaría hacer, porque hasta ahora nadie ha levantado la voz.
 


 

El duque pareció acceder al riesgo y hace ya cuatro meses que mandó a traer a un registrador que ese mismo día registró a Annabella como hija legítima suya y ponerla en el testamento como heredera de su título y riqueza y a un sumo sacerdote agraciado que le otorgara la bendición de los dioses. Le contó lo sucedido a su amiga en una breve carta. 
 


 

Querida Ebenezer:
 


 

No sabrás quién fue reconocida ayer como hija legítima, ni sabrás quién es la nueva princesa con la que me encuentro en compañía; un acontecimiento extraordinario y peligroso sin lugar a dudas. Si me permites uno de tus besos a tu regreso, te revelaré la identidad de la dama. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en lo que sucederá eventualmente de esto.
 


 

                                     Derek O'Malley. 
 


 

A los dos días se encontró con la carta de Ebenezer. 
 


 

Querido Derek:
 


 

Si mi intuición sobre la dama de la que te refieres es la correcta, me temo que nunca nos podremos dar ese anhelado beso, porque ninguno de los dos conoce su verdadera identidad y es esto mismo lo que le da la gravedad de lo acontecido. Te aconsejo que grabes bien en tu memoria su rostro, y te sientas honrado de su presencia; teniendo en cuenta lo nublado que resultó su pasado, no me es de extrañar que estés posiblemente presenciando a la futura emperatriz.
 


 

                                    Ebenezer Gryce. 
 


 

Derek frunció el ceño al notar que detrás de sus palabras se encontraba una pequeña verdad ¿El duque habrá caído en cuenta? ¿Qué tal si…?
 


 

–¿No te gusta la sopa?– la voz de una niña lo sacó de sus pensamientos, le hablaban a él.
 


 

Miró por primera vez los ojos cafés de la niña, tenía la cara redonda llena de pecas y un cabello rubio oscuro y desordenado. Trató de formar una sonrisa amigable, ocultando su incomodidad.
 



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En el texto hay: dioses, romance, realeza

Editado: 15.01.2020

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