La Fuerza de la Vulnerabilidad

Capítulo 2: Un Refugio en la Imaginación

Elena se despertó con la primera luz del día filtrándose a través de las cortinas. No había dormido mucho pero el sueño era lo de menos, se sentía atrapada entre la realidad y su propia mente donde todo parecía estar suspendido en un abismo de incertidumbre.

Se incorporó lentamente abrazando sus propias rodillas y dejando que el aire frío de la mañana le despejara la cabeza, había pasado la noche leyendo un libro viejo, uno de esos que la transportaban a otros mundos donde el tiempo no importaba y la enfermedad no existía, La literatura se había convertido en su refugio, su vía de escape.

Miró su teléfono. Varios mensajes de Carla sin responder. "te tengo mucho que contar, donde estas... estas bien?", decía el último. Elena suspiró y dejó el teléfono a un lado sin contestar. No estaba lista para fingir normalidad. No aún.

Se levantó y caminó descalza por la habitación hasta llegar a la pequeña estantería de madera que tenía junto a la ventana pasando los dedos por los lomos de los libros, buscando uno que le ofreciera el consuelo que necesitaba, finalmente, tomó una novela de fantasía que había leído en su adolescencia y se dejó caer sobre la cama, abriéndola con cuidado.

Las palabras comenzaron a envolverla como un abrazo cálido y por primera vez en días su mente se alejó de su propia realidad, no era Elena, la joven con cáncer terminal. Era una viajera de tierras mágicas una heroína con un destino por cumplir y aunque solo fuera por un momento pudo respirar sin miedo.

Horas después el timbre del apartamento la hizo regresar de golpe al presente, se quedó inmóvil por un instante esperando que quien fuera se marchara, pero el sonido insistió finalmente con un suspiro resignado se levantó y abrió la puerta.

Carla estaba allí, con los brazos cruzados y una mirada que mezclaba preocupación e impaciencia.

—No puedes seguir escapando de todos —dijo suavemente, entrando sin esperar permiso.

Elena la observó en silencio sintiendo una punzada de culpa, no podía decirle la verdad. No todavía.

—Solo necesitaba un poco de tiempo para mí misma —murmuró.

Carla suspiró y se dejó caer en el sofá.

—Entonces, dime cómo puedo ayudarte, porque, aunque te encierres y te escondas del mundo, sigo aquí. Y no voy a irme.

Elena sintió un nudo en la garganta, no podía huir para siempre, pero por ahora, necesitaba un poco más de su refugio en la imaginación.



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En el texto hay: cancer, paz, dolor

Editado: 02.03.2025

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