La fugitiva del Ceo

Capítulo 6

El informe llegó a su escritorio como si le cayera un balde de agua fría.

El hombre, contratado días atrás, él que se había ganado fama por encontrar a cualquiera —políticos, herederos que se fugaban, esposas infieles, hasta socios que creían poder desaparecer con dinero ajeno—. Ahora confesaba, por primera vez en su carrera, que no había podido localizarla.

Ni un nombre, ni una dirección…nada.

Cuando Will terminó de leer aquel papel, lo arrugó entre sus manos y lo lanzó con furia al otro extremo de la oficina.

—¡Imposible! —rugió, levantándose de golpe de su sillón. Caminaba de un lado a otro cual animal enjaulado—. ¿Cómo demonios se me puede estar escapando entre los dedos?

Liam y James, sentados frente a él, intercambiaron miradas silenciosas. La oficina se había convertido en un campo de tensión. Ni siquiera el aroma a café recién hecho ni los contratos sobre el escritorio lograban distraer a Will de aquella única idea fija.

No había forma de concentrarse en nada.

Los informes de proyectos, las juntas programadas, las llamadas pendientes… todo quedaba reducido frente a la imagen de la chica desconocida.

De pronto, soltó un suspiro cargado de frustración y se dejó caer de nuevo en su asiento.

—¿Qué mierda voy a hacer? —preguntó en voz alta, casi como si esperara que un ser divino le diera la respuesta.

Liam rascó su barba, pensando. James tamborileaba los dedos en la mesa, con el ceño fruncido.

De pronto, el primero se levantó, casi saltando.

—¡Lo tengo! —exclamó con un brillo de triunfo en los ojos.

Will lo miró, exasperado, con una mezcla de desconfianza y cansancio.

—Habla de una vez —gruñó.

Pero Liam se mordió los labios, alargando la pausa como si quisiera aumentar el dramatismo.

—No sé si te va a gustar…

—¡Habla ya, por Dios!

El castaño se cruzó de brazos y, con una sonrisa, habló:

—Si lo único que recuerdas de tu chica misteriosa es un lunar en forma de corazón… entonces tendrás que buscarla por toda la ciudad como si fueras el príncipe de Cenicienta.

Hubo un silencio incómodo. Will parpadeó un par de veces, incrédulo.

—¿Qué acabas de decir?

Fue James quien rompió la tensión, lanzando una carcajada que retumbó en la oficina.

—¡Claro! —dijo entre risas—. Solo que aquí no hay zapatilla de cristal… hay un lunar en el trasero.

Liam asintió con exagerada seriedad —. Exacto.

Will se pasó las manos por el rostro, completamente ofuscado.

—Esto es una locura… una locura.

—Espera, solo escúchame —insistió Liam, inclinándose hacia adelante, con la energía de alguien que está convencido de haber encontrado oro.

—Podemos buscarla usando las redes sociales. Hacemos un anuncio: “Se busca la Cenicienta de Will Anderson.” Que participen chicas de entre veinte y veinticinco años, cabello oscuro, atractivas.

James levantó la mano, entusiasmado.

—Y organizamos entrevistas… las hacemos modelar en bikini. Así, si alguna tiene el famoso lunar, ¡bingo!

El pelinegro los miró horrorizado, entrecerrando los ojos —. ¿Me están tomando el pelo?

—Para nada —respondió Liam, conteniendo la risa—. Piensa en esto, Will: si las mujeres saben que tú estás buscando a tu Cenicienta, van a caer como abejas a la miel. ¿Te imaginas? Todas querrán ser ella, y entre todas esas, tarde o temprano, aparecerá la verdadera.

—Dios mío.

—Vamos, hazme caso —recalcó —. Yo me encargo de promocionar el evento en redes sociales, y me aseguraré de que todo el mundo se entere.

James, que hasta entonces parecía un espectador divertido, levantó la voz con entusiasmo:

—Y yo buscaré el lugar donde se llevará a cabo. Algo grande, elegante… un espectáculo que nadie pueda ignorar.

Will levantó la mirada hacia ellos. Sus amigos parecían más emocionados que él mismo.

—Esto es ridículo —susurró.

—¿Tienes una mejor idea? —replicó Liam encogiéndose de hombros.

El silencio que siguió fue la única respuesta.

Will se recostó en la silla, cerró los ojos y exhaló con frustración. Sí, sonaba absurdo. Sí, sonaba humillante. Pero lo cierto es que, hasta ahora, no tenía una mejor idea.

Y si esa locura le daba aunque fuera una mínima posibilidad de volver a verla… entonces, tal vez, valía la pena.

.

.

.

Liam cumplió su palabra. Esa misma noche, se encerró en su departamento, con el portátil frente a él y una taza de café. Sus dedos se movían frenéticos sobre el teclado, diseñando publicaciones, eligiendo frases llamativas, preparando imágenes con un aire elegante pero cargado de misterio.

El título principal brillaba en letras doradas:

“Se busca a la chica misteriosa: ¿Eres la Cenicienta de Will Anderson?”

La publicación no decía nada del lunar —ese detalle quedaba entre ellos—. Pero sí hablaba de una oportunidad única: un evento privado, con invitación exclusiva, donde las seleccionadas podrían “conocer” al magnate más codiciado de la ciudad.

El resto lo hacía el nombre de Will Anderson.

En cuestión de horas, las redes ardían. Instagram, Twitter, TikTok… los hashtags se multiplicaban como plaga.

#CenicientaDeWill #LaChicaMisteriosa

#AndersonsGirl

Los comentarios no tardaron en llegar:

—Seguro es puro marketing, pero igual me anoto.

—¿Quién no quisiera ser la Cenicienta de Will Anderson?

—Ya me imagino la fila de chicas

queriendo “probarse la zapatilla”.

—¿Y si la misteriosa ya está casada?

Algunas lo tomaban como broma, otras como competencia, y otras como una oportunidad real.

En menos de veinticuatro horas, el evento era noticia. Los programas de espectáculos especulaban con la identidad de la chica, las influencers grababan videos intentando llamar la atención de Will, y cientos de correos electrónicos llegaban solicitando participar.

Mientras tanto, en la oficina, Will revisaba todo con gesto sombrío.




Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.