La Gema de la Reina

Capítulo IV. "Te lo advierto".

Hoy era otro inicio de semana, con la misma rutina inquebrantable hasta el final de este año escolar. El gran rubio salió del horizonte, despertando con todo su esplendor, iluminando todo a su paso con mucho vigor a través de sus mechones dorados. Esa enorme esfera que siempre nos indicaba un nuevo día, se posaba en mis ojos sacándome de mi largo descanso.

El sonido de mi celular, capta mi atención y lo agarro, encendiéndolo.

Brian = "Buenos día, mi Lady. Espero que hayas dormido bien, nos vemos".

Automáticamente mis labios se elevaron en una sonrisa, al momento de responderle, los buenos días, con una advertencia de que llegara a tiempo hoy para la clase. Envió el mensaje, sintiendo ese cosquilleo en mi estómago. Salgo de la cama en dirección al baño, tomando un larga, pero relajante ducha para mis músculos atrofiados por el reciente esfuerzo del sábado. Ya no habría más ensayos, pero sí que seguirían las practicas.

Mientras me terminaba de arreglar, mi mente pensaba en las últimas horas en las cuales pude dormir, sin tener ningún tipo de pesadillas. Ayer, luego de que Brian me dejara en casa, dormí todo lo que no había podido dormir en días, pase todas esas horas en cama descansando, solo me despertaba para comer e ir al baño, pero las demás fueron entre los brazos de Morfeo. El recuerdo de sus labios reconfortante nublo mis pensamientos desbordándolos de felicidad y placer. Quería mas de eso besos, danzar con ellos al compás de nuestras emociones, como justo lo habíamos hecho ayer en la madrugada. Estaba loca al sentir aquellas emociones por él, tan rápido, sin antes haberlo conocido mejor, pero inevitable para mi encapsularme. Sin embargo, “¿Yo lo quería?”; me cuestione.

Baje a desayunar, al terminar de arreglarme, tarareando la última canción del baile con Brian antes de llevarme aquel mágico lugar. La cocina estaba silenciosa como siempre, todos encerrados en sus actividades. Matilda había hecho unos huevos revueltos, tocino y tostadas. Oriana preparaba café, mientras ojeaba su celular como si esperará una respuesta de vida o muerte. Mama como siempre, estaba con los ojos clavados en la Tablet, bebiendo una bebida verde y viscosa en un vaso de vidrio, se podía divisar los grumos que este traía, y un hedor invadió mis fosas nasales. Pamela tenía su móvil con los dedos tecleando la pantalla con rapidez, escribiendo desesperadamente, en cuanto su plato de comida estaba enfriándose, puesto que, solo había comido la mitad de la tostada y mitad de tocino, se veía los huevos ni los había tocado. Pase por detrás de ella, para ojear lo que hacía, curiosa; y estaba en el grupo del instituto de Facebook. Se me hizo un nudo horrible en el estómago al recuerdo del dichoso video y de cómo eso perjuraría el día de hoy en el instituto. Temía un poco, pero más eran las ganas de tomar su celular y estrellarlo contra la pared, se me hacía muy jugosa. La imagen de su rostro petrificada, se hizo visible en mi imaginación, y reí por ello.

-señorita Rowling, ¿gusta un poco de café? – pregunto Oriana con cortesía, apunto de verter el líquido cálido y oscuro en la taza.

-gracias Oriana – acepto agradecida tomando la taza.

Mi nana se aproxima, y me entrega un plato con huevo, tocino y dos tostadas con queso crema hurtado en toda la hogaza del pan. Le sonreí también agradecida, pero al alejarme, mi nana sujeta el plato. Fruncí el rostro confundida. Ella me observó con entrecerrando los ojos. Luego sonrió como especie de broma y me deja ir. Extrañada por su actitud, sacudo la cabeza ignorando aquello.

-Buenos días mama – salude empezando tomando asiento a su lado.

-Buenos días – respondió, subiendo la mirada, ojeándome con una mirada de duda. Sus ojos me escanearon antes de agregar – ¿cariño, te sientes bien?

Asentí saltando los ojos de mi madre a mi nana, que me volvía a observaban con esa intensa mirada de interrogación. Solté una risa nerviosa antes de responder con sinceridad.

-sí, claro. ¿Por qué la pregunta? – mire a Matilda entrecerrando los ojos, y enfatizó más sus orbes de color amber en mí.

-Te ves diferente – respondió – ¿algo nuevo que contar?

Bien, lanzaron un gran ataque. ¿Bien hecho Nana?”, ironicé.

Negué con la cabeza, encogiéndome de hombros. Ambas me lazaron una mirada de advertencia y siguieron con lo suyo, dejándolo el tema por ahora. Decidí empezar a comer, dándole un bocado a mis tostadas.

Henry entro a la cocina muy serio y callado, rodeando el mesón en donde comía Pamela, colocándose enfrente de su hija. Ella no lo noto hasta que su padre, tomo el celular, sin siquiera decir algo, le arranca el celular de las manos, y lo apaga, obteniendo toda su atención.




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