La Gema de la Reina

Capítulo XII - "La historia jamás contada".

El pitido de las cornetas al cortar la comunicación, hizo que abriera los ojos y levantara la cabeza. Despierto tiran en el suelo de la cabina rodeada de asientos. Lleno de personas completamente inconscientes. Me levanto con rapidez percatándome de algo inusual. En sus vestimentas estaban empapadas de sangre. Respingo a la idea de que estén muertos, levantándome de golpe. Al percatarme que mi altura no era más de un metro y treinta, fue la señal de alerta de que algo muy, muy malo estaba sucediendo. Reviso todo mi cuerpo en búsqueda de cualquier otra cosa fuera de lo común, alguna herida, un golpe o incluso cualquier trauma severo. Pero me congelo al notar que en los jeans azules y suéter de color rosa, estaban manchados de ese mismo líquido espeso y rojo.

"¿Pero qué mierda?", exclamo horrorizada corriendo por la cabina. Al atravesar la cortina que dirige hacia la cabina siguiente, pensando que tan solo, quizás encontrar alguna señal de vida, choco con una figura alta y maciza como una piedra. Caigo de nalgas hacia tras, amortiguando la caída con mis manos. Cierro los ojos por el repentino impacto abrupto.

-auhs…  – exclamo tratando de levantarme con cuidado.

Escucho el taconeo de pasos acercándose. La presencia de alguien imponente se para frente a mí. Abro los ojos y subo la mirada para observar a la imponente figura.

Era una mujer alta, tez pálida como la nieve y de mirada fría y muy sombría. El iris de sus orbes era tan intenso como la sangre que bañaba a estas víctimas que nos rodeaban. Una sonrisa satisfecha se formó en su expresión al observa mi asombro de verla.

“Aquellos ojos... aquella piel... aquellos rasgos fuertes en la facción de su rostro. Me son familiares...”

- ¡Lucy! ¡Alto! – dijo una voz femenina llena de miedo a mis espaldas.

Volteé la mirada para detallar a la persona que sobresalía de los asientos. Era una mujer que estaba completamente herida, su piel morena tenía hematomas y raspones, en su rostro donde reflejaba una brillante mirada esmeraldas con cortes a cada lado de las sienes, al igual que su nariz perfilada, la cual goteaba sangre. Sus cabellos ondulados y castaños oscuros estaban hechos un desorden. Definitivamente ella recién había llevado una dura batalla en la cual gano, pero se llevó algunos malos golpes. Sus rasgos tenían cierta semejanza a… mí. Al salir del lugar de donde estaba note que en su mentón llevaba una herida abierta, que derramaba chorros de sangre, y se veía hasta el hueso.

-Jani ¿cuánto tiempo ha pasado?, ¿te gusto mi regalo de bodas? – dijo entre risotada con una voz fría y siniestra.

-Elizabeth – llama aquella de mujer herida con dificulta, tropezando con sus propios pies en su búsqueda de equilibrio.

Se ayuda de los asientos para enderezarse y enfrentar a la frívola mujer, la cual llamo… “¿Lucy?”. Mis ojos se abrieron de par en par al repetir su nombre en mi mente.

La mujer herida, a quien la llamó Jani, se aproximó como pudo, apoyándose de sí misma, ya que por sí sola no mantenía de pie. Lucy sonreí de oreja a oreja rebordeándose de lo indefensa y destruida que estaba Jani.

-ven – pronunció la mujer, mirándome con ojos de autoridad.

Al dar un paso hacia ella, me frenan de sopetón, sosteniéndome de los hombros, anticipándose a cualquier movimiento.

“oh… oh… esto no pinta nada bien”.

- ¡déjala Lucy! – le exigió Jani.

-no hasta que obtenga lo que es mío.

Chillo de dolor al sentir sus afiladas uñas clavándose en mi piel.

-vasta – le suplico a mi opresora con lágrimas en mis ojos de temor.

Decir eso fue como indicarle que me enterrara más las uñas.

Grito de dolor.

-Lucy no – insiste la mujer herida, deteniéndose a un metro de nosotras, suplicándole con la mirada.

-crees que, con verme con esos ojos preferidos de papá, accederé – pronunció negando con la cabeza – No… no… no… así no funciona el mundo – extiende una mano hacia ella, sin dejar de hacer presión, con la otra en mi hombro izquierdo –. Dámelo.

-no – contesto con velocidad – eso nunca Lucy.

La sombría mujer hincó más sus uñas en mí, obligándome a arrodillarme de dolor. Por instinto, coloco mi mano derecha encima de su mano, tratando de zafarme sin poder lograrlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.