La Gente de Ojos Blancos

La Gente de Ojos Blancos

—Mamá, ¿Por qué tienes que venir conmigo?

—Ya te lo dije, es peligroso que vayas tú solo.

—Pero mis amigos se van a burlar de mí.

Mi madre se quedó cayada un momento mientras terminaba de arreglar mi disfraz.

—Ya verás que no —me dijo.

Pasamos unos minutos sentados en el sofá mientras esperábamos a que llegaran mis amigos. Yo pensaba en una escusa para librarme de sus burlas, pero cuando tocaron el timbre y abrimos la puerta para saludar, me sorprendí al notar que todos ellos también habían venido acompañados por sus padres. Vi a mis amigos y ellos se veían igual de avergonzados que yo.

Juntos los 4 niños y 4 adultos salimos a la noche de Halloween. Yo iba disfrazado de Drácula, Hugo iba de momia, Daniel de Batman y Mariana de bruja. Fuimos de casa en casa pidiendo dulces a los vecinos y para antes de la media noche los 4 habíamos reunido un muy buen montón.

Terminamos la noche de Halloween en la casa de Hugo, que era el mayor del grupo. Tenía una casa del árbol en su patio trasero y ahí nos reunimos para repartirnos los dulces y también engullirnos buena parte del botín.

—Hoy fue una gran noche —nos dijo Mariana mientras masticaba una paleta de fresa con chicle en medio—, pero hubiera sido mejor sin nuestros papás pegados a nosotros todo el tiempo.

—Ya lo sé —le respondió Daniel con una barra de chocolate a medio terminar—, los adultos son estúpidos, se preocupan por nada. ¿Qué nos iba a pasar si solo salimos a pedir dulces como todos los años?

Nadie dijo nada y seguimos comiendo. Yo disfrutaba de un dulce de tamarindo que era de mis favoritos y mientras lo hacía noté que Hugo se veía sorprendido y no comía.

—¿No lo saben? —nos dijo Hugo.

—¿Saber qué? —le respondí.

—Bueno, escuché a mi mamá hablando con mi papá que en el pueblo las personas están desapareciendo.

—¿Desapareciendo? —preguntó Mariana.

—Sí, ya le pasó a muchos, como a Carlos Vásquez.

—¿El chico problemático, hijo del jefe de policía? —hay que entender que "Cuarzo Azul" era un municipio pequeño y casi todo el mundo se conocía.

—Sí, él. Salió de su casa un día y no regresó. Al principio pensaron que se había fugado con la novia, pero ni ella ni sus amigos supieron nada. Pasó lo mismo con Karen, nuestra compañera de clase, ¿la recuerdan?

Todos asentimos.

—Desapareció mientras regresaba caminando a su casa de la escuela. Sus papás están muy preocupados.

—Qué feo —exclamó Mariana.

—¿Qué creen que les haya pasado? —pregunté a mis amigos.

—Pues yo pienso que algún pervertido o un mariguano los secuestró —respondió Daniel fríamente.

—Pues yo tengo una mejor teoría —le dijo Hugo con una enorme sonrisa.

Hugo sacó del bolsillo de su pantalón una pulsera metálica que tenía escrito "It's the true kinda love".

—¿Saben qué es esto?

Negamos con la cabeza.

—Esta pulsera era de Samantha, mi prima, y la encontré tirada mientras regresaba de la escuela hace un par de días. Ni siquiera se la he mostrado a mis papás.

—¿Y eso que tiene de raro? —le pregunté.

—Brandon, mi prima murió hace dos años y fue enterrada con esta misma pulsera —me sorprendí ante su respuesta y admito que empecé a sentir escalofríos—, es imposible que esta pulsera haya llegado hasta donde la encontré... a menos que ella hubiera salido a dar un paseo.

El silencio fue absoluto cuando terminó de decir esa frase.

—Estás loco, eso es imposible —le dijo Daniel.

—Si no me crees, hay una forma de averiguarlo.

—¿Qué estás sugiriendo?

—Digo que vayamos a ver si mi prima sigue enterrada y así sabremos si se llevó a Carlos y Karen o no.

—¡Estás loco!.

—Vamos chicos, ¿qué mejor noche que esta para una aventura así?

—Pero, ¿y qué hay de nuestros padres? —preguntó Mariana.

Volteamos a ver a nuestros padres que a través de la ventana de la casa de Hugo se veían muy ocupados platicando entre ellos.

—No creo que les importe si nos vamos solo unos minutos —le respondió Hugo.

Fue así como nos convenció de visitar la tumba de su prima fallecida en Halloween. Nos escabullimos saltando la cerca de madera y fuimos juntos al cementerio municipal bajo la luz de la luna llena. La noche era fría y oscura.

Lo que pasó esa noche cuando tenía 10 años nunca lo voy a olvidar. Es como una película que quedó permanentemente grabada en mi memoria. El cementerio estaba cerrado para esa hora, así que tuvimos que brincarnos por una reja. Cuando lo hice, la capa de Drácula se quedó atorada y se rasgó. Ahora tenía que pensar una historia para que mi madre no me castigara de por vida.

Todo estaba en penumbras, apenas iluminado por la luna. No podía ver casi nada y en más de una ocasión por poco y me tropezaba con alguna tumba o la raíz de un árbol.

Avanzamos entre las hileras de tumbas y noté que ninguna tenía ofrendas. De niño no me llamó especialmente la atención, pero ahora se me hace un detalle extraño, pues es habitual en esas fechas honrar a los difuntos. Creo que la razón de la ausencia de flores, velas o regalos era porque en Cuarzo Azul las desgracias siempre han sido muy comunes y en algún punto nos insensibilizamos a la muerte. Ese detalle sobre el pueblo me resulta ahora triste y a la vez algo perturbador.

Los 4 niños llegamos a la tumba de Samantha. La lápida era de piedra y tenía escrito su nombre completo. La tumba estaba perfectamente tapada con tierra, tal y como todas las demás.

—Bueno —exclamó Daniel— esto fue una pérdida de tiempo, la tumba está intacta.

—Es algo decepcionante —dijo Hugo.

—Oigan —Mariana había notado algo que nosotros no—, hay algo raro en la tierra.

—¿Qué quieres decir? —le pregunté

—Bueno... esta tierra se ve diferente. No hay hiervas creciendo y se ve más oscura que las demás.

En efecto, así era. Me acerqué a investigar y tomé un puño de esa tierra en la mano. La tierra estaba suelta y fresca. Esa tierra no es la de una tumba de dos años, sino la de una que fue recientemente excavada.



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En el texto hay: horror, zombi, hallowen

Editado: 25.05.2024

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