La Gente de Ojos Blancos | El segundo despertar

La Gente de Ojos Blancos | El segundo despertar

Recordar ese capítulo de mi vida fue una bomba emocional para mí. A pesar de jurar no volver a ese pueblo maldito, la muerte de mi amigo Hugo me obligó a regresar.

Me encontré con que todo había cambiado. Seguía siendo un municipio pequeño, pero era por lo menos dos o tres veces más grande que cuando era niño. Los alrededores eran rurales, pero en el centro había llegado la urbanización. Admito que llegué a tener nostalgia, pero nunca dejé de sentirme incómodo durante mi visita.

Hugo y yo fuimos muy amigos cuando teníamos diez años y cuando crecimos nos distanciamos. A pesar de eso, no fui a su funeral para darle el último adiós, sino para cerciorarme de algo y me sorprendí mucho al darme cuenta de que Daniel y Mariana habían acudido con mis mismas intenciones. Queríamos estar seguros de que Hugo guardó el secreto que prometimos nunca revelar y también que no despertara.

Escribo esto con la única intención de librarme de los recuerdos que me atormentan sobre ese lugar. Cuando acabe le prenderé fuego a mis páginas y me olvidaré de Cuarzo Azul para siempre.

La noche de Halloween hace 23 años fue un encuentro cercano con la muerte, en más de un sentido. Después de liberarme de don Armando, Daniel y yo corrimos. La luna llena iluminaba débilmente el cementerio, creando sombras siniestras que danzaban entre las tumbas. Mientras avanzábamos por las hileras, escuchamos a Hugo y Mariana llamándonos desde un mausoleo abierto. Corrimos a dentro y cerramos la puerta. El mausoleo era oscuro y había una sola tumba de piedra.

En ese momento empezó una discusión. Daniel, Hugo y yo discutimos sobre lo que haríamos. Estábamos asustados y muy tensos. No sabíamos si quedarnos ahí escondidos o tratar de salir del cementerio. Tendríamos verdaderos problemas con nuestros padres y no había explicación razonable para lo que pasó, además de que don Armando podría estar esperándonos afuera. Estábamos en una encrucijada. Discutimos mucho y por poco llegábamos a los golpes, pero nos detuvimos cuando nos dimos cuenta de que Mariana estaba llorando. Hugo se apresuró a tratar de consolarla.

—¡Quiero irme a casa! —vociferaba la niña.

—Ya, no llores —le decía Hugo— iremos con nuestros papás, te lo prometo.

—Aún tenemos que encontrar la forma de escapar, idiota —le reclamó Daniel.

—Basta —le dije— no lo empeores.

—Cállate Brandon, es culpa de ese imbécil que estamos aquí.

—¡Ustedes aceptaron venir! —exclamó Hugo ante la acusación.

—¡No me vengas con eso! ¡Fue tu estúpida idea!

—¡Qué se callen!, —les grité— miren a Mariana, ya tenemos suficientes problemas como para culparnos entre nosotros ahora.

Nos quedamos mudos. La situación era tensa.

—Solo quiero irme de aquí —exclamó Daniel mientras se recargaba en la tumba, pero al hacerlo, la tapa de piedra se movió y por poco cae de espaldas al interior de no ser porque Hugo se movió rápido y le tomó la mano.

La puerta parecía muy pesada a simple vista, pero se movió muy fácilmente ante el peso de un niño de 10 años. La vi y pude leer lo que tenía escrito:

 

Lázaro Vicente M(parte borrada)

1823-1932

 

Me acerqué a la tumba y moví la tapa para abrirla por completo, era muy ligera. Estaba conteniendo la respiración, esperando un olor podrido y penetrante, pero lo que pasó fue muy distinto. Un aire frío salió de la tumba y no apestaba. Del interior una luz amarillenta y parpadeante apenas iluminaban unas escaleras de piedra. Los 4 niños las vimos muy sorprendidos.

—Hay que bajar —dijo Hugo.

—¡¿Qué?! —exclamó Daniel.

—O ¿prefieres salir por donde entramos?

Daniel giró la cabeza un momento en dirección a la puerta y tragó saliva. Casi podía leer sus pensamientos al ver su cara pálida "¿Salir a donde está el muerto?, ni cagando". Entonces se volteó a la tumba y fue el primero en pasar un pie para bajar las escaleras. Los demás lo seguimos en breve, con temor, pero también con la esperanza de encontrar una salida.

Nos encontramos con un pasillo muy largo apenas iluminado por veladoras. Avanzamos juntos y en las paredes laterales había decenas de huecos donde estaban colocados cuerpos tapados con sábanas blancas. La curiosidad mórbida que tuve al abrir la tumba de Samantha regresó, una parte de mí deseaba destapar esas mantas y ver los cadáveres, pero el miedo me prohibió hacerlo.

A medida que avanzábamos, comenzamos a escuchar cánticos y susurros provenientes de una sala al final del pasillo. Nos acercamos sigilosamente y observamos a un grupo de personas vestidas con túnicas negras y máscaras blancas, rodeadas por velas y símbolos oscuros en el suelo.

En el centro de la sala, yacía un altar donde un cadáver reposaba de forma similar a los que estaban en el pasillo. Los hombres entonaban antiguos cánticos en una lengua desconocida, sus manos se agitaban en el aire como si realizaran una extraña danza.

Dos hombres enmascarados emergieron de la oscuridad sujetando por los brazos a un joven que tenía los ojos vendados y estaba amordazado. Había muy poca luz en la sala, pero desde la entrada pude ver que el tipo estaba lleno de cicatrices, creo que había sido torturado por bastante tiempo.

Los enmascarados lo ataron a una estructura construida enfrente del altar. Le amarraron las manos juntas por encima de su cabeza y le separaron las piernas, como una especie de crucifixión invertida. Desde donde estaba, el joven y la estructura parecían que formaban juntos un ojo con una estrella de 3 puntas en vez de pupila.

Un enmascarado tenía un amuleto en el cuello. Parecía un ojo con una estrella, como una versión más pequeña que la estructura de piedra, solo que en su centro relucía una piedra similar a un cuarzo negro. De ella emanaba un intenso brillo oscuro, no tengo mejor forma de describirlo.

El líder (o eso creo que era) se acercó al joven atado y de su túnica sacó una daga con un cuarzo blanco. Yo y mis amigos observamos la mórbida escena y fuimos testigos de cómo el enmascarado hacía un rezo extraño y luego clavó la daga en el pecho del joven. El tipo dio un grito ahogado por la mordaza de su boca y todo su cuerpo se retorció del dolor. A nosotros casi se nos escapa un grito también, pero nos tapamos la boca unos a otros con nuestras manos.



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En el texto hay: horror, zombi, hallowen

Editado: 25.05.2024

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