La historia de la Giralda no comienza como un campanario, sino como un alminar, la torre de una mezquita. En el siglo XII, la península ibérica estaba bajo el dominio de la dinastía almohade, una corriente islámica que trajo consigo una nueva y austera visión del arte y la arquitectura. El califa Abu Yacub Yusuf ordenó la construcción de una nueva mezquita mayor en Sevilla, y con ella, un majestuoso alminar que superara a todos los conocidos.
La construcción de la torre fue un proyecto de ingeniería y arte sin precedentes en la época. El arquitecto Ahmad ibn Baso fue el encargado de llevar a cabo la obra, diseñando una torre de base cuadrada con un innovador sistema de rampas interiores en lugar de escaleras. Esta ingeniosa solución permitía que el muecín pudiera subir a caballo para realizar la llamada a la oración cinco veces al día, sin fatiga.
El alminar fue construido con materiales simples: ladrillo y argamasa, pero su belleza residía en la elegancia de su diseño y en la ornamentación de sus muros. La fachada, sobria y geométrica, estaba decorada con una serie de arcos ciegos y paños de sebka, una red de rombos entrelazados que reflejaban la luz del sol, creando un efecto visual fascinante.
En su punto más alto, la torre se coronaba con una estructura de remate con cuatro grandes esferas de bronce dorado, las llamadas "manzanas", que brillaban intensamente y eran visibles desde kilómetros a la redonda. El alminar se convirtió rápidamente en un símbolo de poder y esplendor, un faro de la fe islámica que dominaba el paisaje de la ciudad. Su inauguración, en 1198, marcó el apogeo de la arquitectura almohade en Sevilla.
En el próximo capítulo, podemos explorar cómo la torre se transformó de alminar islámico a campanario cristiano tras la conquista de la ciudad.
La Transformación de un Símbolo.
La historia de la Giralda tomó un rumbo inesperado en el siglo XIII. Tras la conquista de Sevilla por el rey Fernando III en 1248, la mezquita aljama fue reconvertida en catedral cristiana. Sin embargo, en un acto de respeto y admiración, la torre almohade no fue demolida. Su belleza y su solidez eran tan evidentes que los nuevos gobernantes decidieron conservarla y adaptarla al nuevo culto.
Durante los primeros siglos de la era cristiana, la torre se mantuvo en gran medida en su forma original, con la campana principal colgada en el patio, el Patio de los Naranjos, a los pies del alminar. Pero con la construcción de la nueva catedral gótica a partir de 1401, se hizo evidente la necesidad de un campanario que estuviera a la altura del nuevo templo.
La transformación más significativa se produjo en el siglo XVI. En 1568, el arquitecto Hernán Ruiz II fue el encargado de llevar a cabo la remodelación definitiva. Desmanteló el antiguo remate almohade con las esferas doradas y construyó el cuerpo de campanas de estilo renacentista. La nueva estructura, conocida como el campanario, añadió más de 30 metros de altura a la torre, con un diseño que combina la sobriedad del ladrillo con la elegante decoración renacentista. Este cuerpo superior alberga 24 campanas, cada una con su propio nombre y sonido.
El toque final a esta metamorfosis fue la colocación, en 1568, de la veleta que corona la torre: una estatua de bronce de 3,5 metros de altura que representa la fe victoriosa. Esta figura, que gira con el viento, es la que dio el nombre de "Giralda" a la torre. Lo que fue un alminar islámico se había convertido en un faro de la cristiandad, un símbolo de la historia y la fusión de culturas en Sevilla.
El Mirador del Alma Sevillana.
La Giralda no es solo un monumento para contemplar desde abajo; su verdadero encanto se revela a quienes se aventuran a subir sus 35 rampas y un último tramo de 17 escalones. Este ascenso, a diferencia de otras torres, es un viaje suave y gradual que fue diseñado para ascender a caballo y, hoy, se ha convertido en una peregrinación para los visitantes. A medida que se gana altura, pequeñas ventanas se abren en la pared, ofreciendo una vista previa de la ciudad que se va desvelando a los pies de la torre.
Al llegar al campanario, la recompensa es una vista panorámica que quita el aliento. Sevilla se extiende en todas las direcciones, con sus tejados de terracota, sus estrechas calles laberínticas y las cúpulas de sus iglesias. Se puede contemplar con detalle el intrincado diseño de la cubierta de la Catedral y el majestuoso Patio de los Naranjos, que aún hoy conserva la serenidad y la estructura de su origen islámico.
Desde lo alto de la Giralda, el tiempo parece detenerse. El rumor de la ciudad se vuelve un susurro, y uno puede apreciar la historia que se despliega a sus pies: el río Guadalquivir, los puentes que unen las orillas y los barrios que han visto pasar siglos de historia. La torre no es solo una obra arquitectónica; es un mirador único que permite a los visitantes comprender la geografía y el espíritu de Sevilla.
La Giralda, con su fusión de estilos y su función dual de minarete y campanario, es un símbolo de la historia de Sevilla. Su ascenso es un viaje en el tiempo que culmina con una vista inolvidable, un momento de conexión con la esencia de la ciudad.
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torre de la giralda, edificio monumental, arte gótico y renacentista
Editado: 02.09.2025