La gitana ©

Capítulo décimo

La noche llegaba ese día con un sólo propósito y un sólo cumplimiento.

Llegaban entre los árboles, con sus cuidadosos pasos, los gitanos que una ves mi vista ya había visualizado.

Podía determinar a sabiendas que se presentaba el señor bienaventurado y sufrido papá Tacho. Podía ver a un hombre de estatura mediana con el tambor hecho de los restos de la difunta mamá Pacha en sus manos, una mujer de vestimenta pintoresca lo acompañaba, ella, a diferencia de Rebecca, si usaba sostén de pechos. Pero aparte de ellos, sólo la bien conocida Rebecca. 

Delante de mí una pila de ramas humeaba un color grisáceo para formar el fuego.

-Jofranka no ha podido venir hoy -fué lo que dijo papá Tacho, -pido disculpas de su parte -agregó. Le compartió una mirada a Rebecca que yo no había podido entender. Rebecca sólo asintió respondiendo el -sea cual fuese- mensaje a papá Tacho.

-Éste es Tronca -presentó Rebecca al hombrecillo, -y ésta es Rita -presentó a la mujer que lo acompañaba.

Compartí una mirada amistosa a ambos y extendí una sonrisa de boca cerrada.

-Éste es el señor Lukas Beowulf -presentó mi figura a los presentes.

-Ya nos conocímos -fué lo que había dicho papá Tacho de forma gruesa. Rebecca lo miró rápidamente tratando de entender.

-Creo que la luna está perfectamente llena como para poder empezar el pago ahora -aportó Rebecca mirando el cielo oscuro.

Nuestros cuerpos se movieron para sentarnos alrededor de la ya prendida y coloreada fogata.

El pago empezó con unos segundos rítmicos del sonido del tambor.

En cuanto el sonido del tambor dejó de sonar, todos levantaron su vista hacia mí. 

Creí entonces que querían que yo hablara. 

Enrealidad se suponía que justamente eso debía pasar.

Tragué saliva. Y traté de acordarme del por qué tenía que dar las gracias. Del por qué exactamente.

-Supongo que todos los que estamos sentados alrededor de esta fogata es por que amamos esto -empecé.

-O por que nos conviene hacerlo -agregó papá Tacho. Sólo lo miré por unos segundos para después volver a bajar la mirada a la fogata.

-Papá Tacho, por favor -pidió Rebecca, -hagámos esto, es lo que mamá Pacha hubiera querido -agregó.

-Mamá Pacha ahora es un tambor ejecutado, Rebecca -respondió el hombre de tercera edad, -¿quieres que te recuerde el por qué? -volvió a decir.

-Padre Tacho -interrumpió Rita

-Perdónenlo, hoy padre no tuvo un buen día -agregó Tronca.

-¿Desde cuándo lo tengo? -preguntó el hombre de tercera edad.

Todos los ojos volvieron a concentrarse en mí como señal de proseguir.

-Yo no amo tanto a la naturaleza como Rebecca, no regaría plantas diariamente ni tampoco plantaría flores por placer -dije, -pero sé que cada vez que veo una flor, una planta, un arból, me gusta.

-Y es que a veces así es el amor, no necesariamente se demuestra, sólo se siente -agregué.

-Lo que hizo hoy la pachamama no fué ordinario, ella hizo que dos pájaros se acercaran a mí, ¿y saben algo?, nisiquiera lo deseaba tanto. Pero sólo le pedí amor y me lo dió.

Al alzar la mirada a los presentes pude ver que todos se mantenían con los ojos cerrados. 

Cerré los míos.

-Pachamama, si te pido amor, dámelo. Pero no me pidas amor, por que no voy a regar tus plantas. Pero pídeme un beso y te haría el amor, besaría cada hoja de un árbol pensando en que cada hoja perenne es un sueño que cumpliste a un soñador.

Rebecca habló.

-Besaría cada hoja de un árbol pensando en que cada hoja perenne es un sueño que cumpliste a un soñador. Y besaría por igual a las hojas verdes como a las hojas amarillas, por que terminan igual, como hojarrascas tiradas en el suelo, muertas y sin vida.

Papá Tacho tragó saliva al escuchar las dos últimas palabras de Rebecca.

Y también habló.

-Y besaría por igual a las hojas verdes como a las hojas amarillas, por que terminan igual, como hojarrascas tiradas en el suelo, muertas y sin vida. Pero jamás me olvidaría de cuanto vivía cada una, de como entregaban cada segundo de sus vidas para hacerles sentir vivas a otras vidas.

Papá Tacho había vuelto a hacer referencia a mamá Pacha, mujer que, para él vivía por otras vidas. 

Prosiguió Rita, -Tampoco me olvidaría nunca que la única cosa que hace sentir vivas a las vidas es el amor. Que el amor de vida, llegue como llegue, sea quién sea, es el nudo que nos mantiene atados.

Habló, casi instantáneamente, Tronca.

-Quisiera saber que el amor es realmente amor antes de que me digan que es el amor, ya que se supone que es eso, un sentimiento que se siente, no un aviso que se adapta.

Las miradas de Rebecca, Tacho y Rita fueron directas hacia él, hacia, específicamente sus palabras.

Yo, Lukas, nunca iba a entender de qué se trataba. Pero pude notar que cada uno agregó lo que sentía.

El pago había terminado con esas últimas palabras.

-Papá Tacho, venga, voy a prepararle una tienda acogedora para que pueda pasar la noche -propuso Rita. Seguido de aquello ambos se movieron para abandonar el lugar y caminar a unos metros más adelante.

Tronca se había incorporado para poder ir a preparar su propia tienda, dejando, también, atrás la reunión del pago.

Rebecca permaneció estática unos segundos mirando las chispas del fuego que se esparcían sobre su eje y morían al hacer contacto con la tierra mojada, otras inclusive permanecían vivas y llamativas en la tierra hasta apagarse por la humedad.

Cuando la mujer había puesto en movimiento sus pies supe que su intención era abandonar, también, la fogata.

-Vista -dije.

-¿Cómo ha dicho? -preguntó.

-Vista, le ha faltado enseñarme sobre la vista -aclaré.

Rebecca soltó una corta risa acompañaba con un suspiro.

-Pero si ha tenido el fuego enfrente de usté todo este tiempo, ¿acaso no lo ha observado? -preguntó.

Mi mirada cayó sobre la fogata y mi respuesta no salió.

-Ya debía suponerlo yo. No se preocupe, a personas como usted les pasa -volvió a decir.

-¿Que quiere decir con a personas como yo, señorita Rebecca?, ¿nos pasa qué? -pregunté.

-Es usted del grupo de personas que tiene todo enfrente de sí, y lo mira, pero no lo observa. Y entre mirar y observar, señor Beowulf, hay una diferencia muy significativa.

-He visto las chispas que salen del fuego, algunas demasiado vivas, otras demasiado débiles -articulé.

-He alli su primer error, señor Beowulf. Por que las chispas no salen del fuego -había dicho.

Rebecca acercó su rostro a mi y dijo en susurro:

-Las chispas salen del rechazo del fuego para con las ramas, o del carbón, o del diario, pero nunca el propio fuego hecha sus propias partes, ¿por qué haría eso?, ¿acaso no es incoherente?.

Volví a mirar el fuego. 

Y efectivamente, el fuego no hechaba sus propias partes. Era el choque con las ramas lo que lo ocasionaba.

-Vista -volvió a susurrar Rebecca.

Me incorporé para poder abandonar el círculo antes que ella.

-¿A dónde cree que va? -preguntó.

-A donde está mi cama, Rebecca, a mi casa, ¿a dónde cree que iría? -contesté.

-Usted no puede abandonar este lugar esta noche, es parte del pago. ¿O por qué cree que nosotros los gitanos dormimos en tiendas en noches cómo esta?, ¿por gusto?, ¿cree que los gitanos seríamos así de extravagantes?. No somos personajes literarios de una persona a la que le gusta hablar del alma, señor Beowulf, por favor.

Solté una corta risa.

-Entonces supongo que esta noche me tocará compartir tienda con usted, Rebecca -finalicé.
 



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En el texto hay: misterio, mistica, romance adulto

Editado: 03.07.2020

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