"La Gordita De Mis Sueños"

PARTE 14: MÁS LIVIANO QUE TURRÓN DE AVENA

Llegamos al casamiento. El enlace tendría lugar en una pequeña y bonita iglesia de estilo barroco conocida como The New Paradise -El Nuevo Paraíso-, en las afueras de Boston. Había una veintena de personas elegantemente vestidas y un vitral de coloridos mosaicos que representaba una imagen de La Última Cena. En tanto, Félix relojeaba su reloj -valga la redundancia- con suma impaciencia. La novia se estaba demorando demasiado.

 

Félix y su hermano mayor ya estaban pensando en ir por sus coches en busca de Audrey cuando, repentinamente, la muchacha ingresó, dulce, radiante y angelical como un ardiente besito de sol en primavera.

 

Lucía un vestido de seda blanco con delicadas transparencias sobre el busto y en los hombros. Sus suaves mejillas carmín parecían dos aromáticas y jugosas fresas.

 

¡Parecía un ángel!

 

Acto seguido, mi abuelito Darren la acompañó de la mano hasta donde se hallaba su futuro esposo.

 

— ¡Estás preciosa, cariño!—exclamó Félix, mientras un fino hilito de baba se escabullía de su boca semiabierta

.

— ¡Tú también, amor!—suspiró mi tía, como en un suspiro de cielo.

 

La ceremonia se hizo pesada como un collar de sandías en el cuello. O como la odiosa novia de Frankie, cargándose un supermercado en su estómago. ¡Qué horror!

 

Al sacerdote Lino le gustaba más hablar al pedo que comentarista en la final de la Champions League entre el Barsa y el Real Madrid. ¡Cuernos! Tanto romanticismo y el interminable ritual del casorio me estaban sacando sarpullido. ¡Puajjj!

 

Hasta que, por fin, oí las palabras mágicas:

 

— ¡Entonces los declaro marido y mujer! ¡Puede besar a la novia!

 

A continuación, Félix despejó el velo de la novia, acarició su rostro y, antes de que ella pudiera hablar, le plantó un beso de lucero en su boquita de cristal. Tras este hecho, partieron con parsimonia hacia la salida de la iglesia.

 

— ¡Vivan los novios!- gritaban y silbaban los familiares.

 

Todos los invitados les arrojaban fideos secos y arroz en clara señal de bendición. Pero como yo me había olvidado de traer pastas, le lancé un mataburro de cuero que impactó de lleno en la frente de Félix, que se desmayó.

 

— ¡Niño! ¿Qué has hecho?—chilló la hermana del músico, muy asustada.

 

A los pocos minutos, mi flamante tío despertó del obligado sueño y se incorporó. Luego, él y su esposa subieron al coche y se dirigieron a la fiesta; también nosotros.

 

Al llegar allí, comimos y bebimos de lo lindo. Había comida para un batallón, aunque yo me conformé solo con una ensaladita de rúcula, huevos y tocino. El músico destapó un champancito para beber en familia. Nos convidó a todos.

 

—Noah, ¿gustas?—me ofreció.

 

—No, gracias, tío Félix. No bebo alcohol.

 

— Bien por ti—me dijo. Y se fue derecho al centro de la pista con su esposa.

 

Tras bailar media docena de canciones de salsa con mi tía, quiso dedicarle una canción... ¿Adivinas cuál?

 

¡Sí, acertaste! Nobody like you, el hit del momento.

 

¡Cómo odié esa canción! No porque fuera un horror, ¡era bonita!. Pero la voz ronca y cascada de Félix hacía que pareciese música de ultratumba. Es más, parecía un jodido B. B. King cubano. En tanto, Audrey, sentada en primera fila, no paraba de aplaudir y de lanzar besos a Félix.

 

Por fin, acabó el suplicio. Entonces, les hicimos entrega de los regalos.

 

Desempaqué la bombonerita rosa, desaté el lazo y Duquesa entró en escena.



#5684 en Novela romántica
#2187 en Otros
#562 en Humor

En el texto hay: humor, personajessobrenaturales, amor

Editado: 29.11.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.