"La Gordita De Mis Sueños"

PARTE 15: ¡MALDITO PANAL DE ABEJAS!

Esa misma mañana, el odioso enano de mi amigo Corty me invitó a dar un paseo por la plazoleta Las Azucenas. Corty era un pequeñín de no más de metro cincuenta, de ahí su apodo. Tenía el cabello lacio y castaño y usaba unos anteojitos con montura de plata ¡enormes! con vidrios titánicos y opacos, como culos de botella.

 

Corty, era igual de torpe que yo con las jovencitas. Es más, cuando alguna de ellas mostraba especial interés en él, como por arte de magia se le trababa la lengua, empezaba a tartamudear, le sudaban las manos y un infinito etcétera.

 

A mí me ocurría algo parecido, con la única diferencia de que, si por obra divina, alguna niña se interesaba en mí yo, quizá antes de que hablara, agarraba con fuerza los manubrios de mi bicicleta, apretaba los pedales y antes de que la jovencita dijera "mu", ya había salido disparado como un pedo con destino a China.

 

Ciertamente, detestaba ser un "gallina", pero... ¿cómo mierda les haría frente? Ellas parecían tan seguras, tan intocables, que hasta llegué a pensar que, quizás, no tenían un punto débil. ¡Diantres! Para colmo, huir de ellas no me ayudaba en nada. Era tan similar como ir al cine, pagar el boleto y escabullirme de la sala antes de que la película empezara.

 

¡Qué horror! Necesitaba ayuda, pero… ¡urgente! Si no, ¡moriría sin saber lo que es un beso!

 

En fin, sólo me restaba esperar el milagro. En ese preciso instante, el odioso de Corty hizo temblar la puerta: ¡Toc, toc!

 

— ¿Quién es?—interpeló mamá.

 

— ¡Soy yo¡ ¡Corty, el amigo de Noah !

 

Mi madre corrió presurosa rumbo a la puerta. La abrió de costado y miró hacia los lados.

 

— ¡No hay nadie!— exclamó furiosa.

 

Así pasaron, al menos, media docena de ir y venir sin encontrar a nadie frente a la puerta. En tanto, mamá echaba humo por las narices como un toro enfurecido a punto de atacar.

 

Por enésima vez, tocaron la puerta. Salió mi mamá, con el diablo en la frente. Desnudó la puerta.

 

Justo en ese momento, oyó una voz, provenir desde las mesetas.

 

—Señora Goldmack, soy yo… ¡Corty! ¡Aquí! Aquí abajo…

 

Mamá miró hacia abajo. Entonces, lo vio.

 

— ¡Ah¡ Hola, Corty. ¡Pasa!

 

—No hace falta… Gracias, señora.

 

—Noah, ¿gustas de salir a dar un paseo?

 

— ¡Sí, claro, chichón de suelo! ¿A dónde iremos? Apronto mi bicicleta y salimos. ¡Adiós, mamá…!

 

— ¡Hasta luego, cariño!

 

Partimos. El clima estaba precioso. Las llamitas de sol ondeaban como ardientes hilos dorados sobre nuestras cabezas. La brisa, que soplaba desde el oeste, olía a fresca y perfumada menta. Una miríada de mocosos degustaban multicolores algodones de azúcar. En tanto, un centenar de niñas jugaban a las muñecas bajo la romántica copa de un arce.

 

“¡Es un paisaje de ensueño”!, pensé. En ese justo momento, Corty halló un globo dorado pendiendo de la rama de un árbol.

 

— ¡Qué bonito es!— exclamó mi amigo.

 

Lo bajaré para ti, Noah… ¡Es un regalo!

 

—Dale, duende. ¡Bájalo de una vez!

Justo en ese momento, el enano le lanzó una piedra gigante al globo y este, claro, estalló. Una dulce inundación dorada fluyó del sorpresivo panal de abejas.

 

— ¡Un panal!—chilló el nomo, mientras salía disparado en su bicicleta como un torpedo hacia la luna— ¡Huye, Noah…! ¡Huye!



#5594 en Novela romántica
#2138 en Otros
#551 en Humor

En el texto hay: humor, personajessobrenaturales, amor

Editado: 29.11.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.