Ese día, me levanté temprano. Me duché y, tras desayunar unas bombitas de arándano y un café con leche, partí presuroso con destino a la secundaria Winfort. Esta era un edificio enorme, con ventanales amplios y luminosos, dos secretarías, dos patios del tamaño de un estadio de fútbol y tres salones de música y computación. ¡Era como estar en un edificio de la NASA!
— ¡Wow!- exclamé, muy sorprendido.
En tanto, una docena de bonitas jovencitas se paseaban, muy elegantes, con sus mochilitas rosa y sus mejillas dulces y coloradas como dos oníricos pétalos de rosa. Yo las observaba con atención y detenimiento, como quien se detiene en un museo para admirar una pintura de Picasso. Pero ellas, ¡nada! ¡No me registraban! Eran frías como un témpano.
“¡Al diablo con ellas!”, me dije. Proseguí mi ruta. En ese preciso instante, vi una sombra petisa descender desde el segundo piso. ¡Era Corty! Lo reconocí, por su mirada cabizbaja, su nariz aguileña y su peinado de puercoespín de cabellos en alto untados con gel, como si se tratara de la última transformación de Gokú o, cuanto menos, como si hubiera metido los dedos en el enchufe.
— ¡Hola, viejo!
— ¡Hola, Corty! ¡Gusto en verte!
— ¡A ti! No sabía que vendrías al Winfort.
— ¡Yo tampoco! Fui el último en inscribirme. —expresé, aún sorprendido por la presencia de mi amigo.
—Sabes, — prosiguió Corty— mi abuelo Rubenn estudió aquí mismo, hace sesenta y cinco años...
— ¡Maldición! ¡Tu abuelo es más viejo que Jesucristo!
— Ja, ja, ja…
—Es más, ¡apuesto que Rubenn jugaba al hockey con los dinosaurios! Ja, ja, ja!
— ¡Ya, déjate de joder con él!- respondió tajante, el enanito de Blancanieves, poniéndose más colorado que un ají.
— ¡De acuerdo!- dije— ¡Olvídalo! A propósito, ¿sabes con qué profesor nos toca?
— ¡Ni jodida idea!—expresó Corty.
— ¡Alumnos del 1° B…! ¡A sus aulas!— avisó un viejo gordo y petisón, con cara de culo gordo y una barba de chiva acariciando su mentón.
—Es el señor Kingstron, el profesor de Histor... - manifestó "Corty", quien no alcanzó a terminar la frase pues en ese preciso instante, sonó el timbre: ¡Ring, riiing…!
Justo se me cruzó un joven y le pregunté:
— Oye, ¿dónde forman los alumnos del 1° B?
—Tercer piso, a la derecha— respondió.
— ¡Gracias! — le dije — Mierda, Corty… ¡Apúrate, que no llegamos!
— ¡Sí!
Arribamos con la lengua afuera. Entramos. ¡Estaba súper ansioso por aprender cosas nuevas! Me preguntaba cuántas aventuras descubriría en este, mi primer día de secundaria.