Llegamos hasta una futurista ciudad tecnológica en el cielo, con una innovadora forma de iPhone. Las paredes de los edificios eran de hierro y cristal líquido. Un holograma de Enrique Iglesias se proyectaba sobre una titánica pantalla, como de cine. Fuera, soplaba un viento desgarrador.
Un humanoide gordinflón y divertido con cabeza de PC movía el esqueleto sobre una pista de consola de videojuegos, mientras escuchaba música metal a todo volumen. En tanto, unas atractivas y curvilíneas señoritas con cabeza de CD bebían un espumoso licor de manzana en compañía del elegante gigantón cabeza de monitor.
—Míra, allí está Bill Gates… ¡Baila como un descosido, el condenado! ji, ji—emitió una leve risita el enano de Terabyte.
Acto seguido, insertó un disco en el computador con forma oreja y, tras encenderse la pantalla, me llamó a su lado:
— ¿Noah?
—Sí, Tera...
— ¡Ven aquí! Quiero enseñarte algo.
Sin dudarlo, me dirigí hacia donde se encontraba Terabyte.
— ¿Lo conoces?—me preguntó, mientras señalaba a un individuo en una foto.
—Sí... Es Tony Koopers. Es el chico más popular del colegio.
— ¿Y qué diantres se supone que pasa con él?— inquirió Tera.
— Nada importante— respondí— Simplemente se ve seguro y conversa animadamente con las jovencitas.
— ¿Cómo está vestido?
—Guardapolvo, camisa blanca y un par de jeans. Luce elegante, pero discreto.
— ¡Vas avanzando! ¿Y qué me dices de su cabello?
— Luce acicalado y, a la vez, enmarañado... —analicé—Se ve como la cucha donde duerme mi gato… ¡parece un viejo ciruja! ¡Un horror! Aunque a las chicas no les molesta...
— ¡De diez! ¡Ese es el punto!— pronunció Terabyte— Prolijamente despeinado. ¿Me sigues?
— Creo que sí.
—Ahora, escuchemos de qué hablan... Subiré el volumen.
—Sólo les habla del amor, de las fiestas, de cómo lucen... ¡Es muy superficial! Pero… ¡ellas se ven encantadas!
—Mira, doce de las chicas le dieron su número de teléfono.
— ¡Suertudo de mierda!—exclamé furioso, apretando las cejas.
—Y lo acarician...
— ¡Demonios! A mí jamás me han tocado, ni con puntero láser.
— ¿Conclusión?
— ¡Sólo hay que hablarles de estupideces!- respondí.
— ¡Amén! Por último, míralo a Tony en la clase de música— dijo Terabyte— ¿Qué es lo que hace?
— ¡Está cantando! Bah, eso creo.
— ¿Y qué actitud tomó con respecto a la rubiecita que lo observa apasionada desde la otra punta del salón?
—La ve con disimulo—observé— Él sabe que lo mira, pero... ¡la ignora!
— ¡Aleluya!—exclamó el angelito, con una enorme sonrisa— Ahora, ve al vestíbulo. ¡Practicarás lo aprendido!
— ¡Bien!—me entusiasmé.