Él~
La señorita con los ojos negros a profundidad, tal y como la noche en el invierno en nuestro imperio. Al mirarla me recuerda a esa persona que conocí hace años atrás. ¿Podría ser la misma?
¿Quién era yo, para poder observarla? No se si merecía tal honor, su belleza es lo más hermoso en este reino. En este imperio, en todo el mundo existente. No me interesaría dejar todo, dejar todo para poder tenerla a ella, han pasado solo meses desde que la vi por primera vez y aún no la puedo sacar de mi cabeza. Incluso ahora que que me encuentro leyendo un libro de más de 200 hojas escritas a mano sin ningún rayón extraño.
Sus ojos, sus ojos, sus hermoso ojos. Me han cautivado, me preguntaría porqué tengo esa sensación extraña en mi cuerpo, pero lo entiendo. Mi memoria se acorta todos los días, tantos planos que tengo que leer, por el bien del imperio. Me está agotando severamente.
El hecho de no poder olvidar quien es ella, me esta revolviendo el estómago, solo meses. Desde cuando me he vuelto tan sentimental, el romance está llegando a mis pies justo ahora.
Debería de pensar en como salvar a mi pueblo, pero no lo hago. Pienso en una mujer que la posibilidad de que no me reconozca, o ni se acuerde de mi de aquí a unos años, es bastante grande, enorme, inmenso.
Si cumpliera la mayoría de edad y fuera cualquier otra mujer, lo más seguro sería que le pediría matrimonio en las orillas del mar del oeste. Basta, esto no es amor. ¿Qué amor? ¿Soy tan patético para pensar en estas cosas? ¿Lo soy?
—Joven señor. Le pido disculpas por molestarlo en su lectura, pero ya es la hora del banqueta de la señorita Gea—el mayordomo de la mansión Jeik, se vistió más elegante de lo habitual. Su expresión sigue siendo la misma de siempre tensa y sería.
—Yo no recordaba que tenía que ir a un banqueta debut hoy—al levantarse se acomoda las tiras de cinta en su ropa—. Estoy seguro de que se verá hermosa hoy.
El mayordomo, se queda mirando hacia el vacío sin dar respuesta. La conversión se acaba en el tiempo más rápido, y menos esperado.
—Al menos debe decirme como dirigirme a la sala de debut.
—Cuando esté listo una de las sirvientas lo acompañaran.
—Una doncella Soik, estaría mucho mejor. Estaría más a gusto que una que me mira con miedo y asco a la vez. Espero no esté pensando que no logro ver eso en sus ojos, porque aunque no tenga ninguna bendición lo detecto por la sangre se mi familia.
Se levanta de la silla de mármol en la que se encuentra. Se percató de que su traje con la tunica encima se ve mal a lado de todos los nobles con nombres refinados y apellidos que incluso se oyen en el reino Sagrado.
Decide buscar un traje de Jeik, para estar conforme las etiquetas presentadas a la orden del imperio. Unos pantalones, parecidos a los que hace unos momentos traía puesto. Quitándose la tunica que lleva por encima, y la camisa unida al pantalón, se logra ver su cuerpo desnudo. No le importa que estén presente unas cuantas sirvientas, ellas solo se voltean, mientras que a él, no le interesa. Escoge una de las camisas, y las otras partes del traje. Ahora si llega a verse como un Jeik, un hombre dirían los habitantes.
Las joyas que se llega a poner son de colores brillantes y deslumbraste. Su color escogido por él mismo es el naranja. Joyas de solo naranja, el cinturón con un poco de brillo de colores dorados. Ahora todo hace lucir con su cuerpo. El emblema de príncipe de Soukur, está en la parte de su pecho.
—Yo diría que usted es mucho más atractivo que cualquier príncipe de Jeicok's, Alteza—Un soldado de un cuerpo muy bien proporcionado, grandes músculos y muy linda cabellera, se acerca al príncipe dándole unas palmaditas al hombro.
—Si dice eso enfrente de los demás príncipes, creeré en su palabras—Sonríe finjiadamente y lo ve a los ojos—. Pensé que no vendría, pero que podría esperar de mi hermano. Vigilandome hasta en los baños a la hora de bañarme. Dile que esta vez no me escapare, ya aprendí la lección.
—Sabe mentir muy bien, alteza.
—Debería de ganarme un premio por eso entonces—Acomoda la corbata, su luego voltea a verlo a los ojos—. De hecho pensé que ya me creías. Dudo mucho que pueda lograr escapar de este palacio con más de mil soldados en cads puerta.
—Las posibilidades están ahí.— Dice y se va a otro lugar de la habitación.
—Mejor cuénteme que le hace aquí. Lo más seguro es que vengas por alguna orden de mi hermano, ¿qué quieres que descubra.
El soldado hace un movimiento de manos, para decirle a las sirvientas que se retiren. Ellas se miran las unas a más otras, pero al final deciden seguir la orden que le han dado. Cuando se retira la última, le recuerda al príncipe que estarán esperándolo afuera de la habitación. Al cerrar las puertas, el soldado habla:
—Él quiere que sigas con el plan—Ve las pinturas pegadas en la pared, y luego toma asiento. Cerca de una ventana—. Está bien si no quieres hacerlo. Pero deberás renunciar a tu título de príncipe si es que no quieres continuar.
—Sabía que mi hermano, era malo por la sangre de mi familia. Que bueno enterarme que también es un maldito traidor a tiempo.
—No hable de su Alteza real de esa manera si no quiere ser decapitado.
—Seguiré con el plan, pero quiero casarme luego de eso.
El silencio que se creó entre ellos dos en esa misma habitación fue abrumador. Sus miradas se conectaban, estaban llenos de furia y arrogancia. Los dos enojados, se transmitían todo tipo de mensajes.
—No pensé que alguna mujer lo pudiera cautivar, alteza. Que tan bella es para hacer que cambie de opinión tan rápido.
—La más hermosa del imperio diría. Quizás la puedas ver hoy.
—Espere—piensa un poco sobre lo que acaba de decir el príncipe y fulmina con la mirada—¿No es la señorita Gearumy, verdad?
—La señorita Gea, es bonita. Pero a mis ojos, se ve igual que todas las mujeres de este imperio, solo bonitas y nada más.