La gran impostora

1. La agente Irwin.

De pequeña siempre tuve una especie de amor por los misterios. Había una necesidad en mi interior de encontrar el porqué de las cosas. Y por esa misma razón pasaba largas horas en mi habitación investigando porque el sol giraba en cierta dirección, construí mi propio terrario para evaluar el comportamiento de las hormigas e incluso hice algún que otro experimento en mi sótano.

Además tenía una capacidad innata para el chisme. Durante mi cuarto año en la secundaria, cree con mi computadora una página web en la que subía los cotilleos que el resto de mis compañeros mi mandaban de forma anónima.

Es hasta el día de hoy que ellos no saben que fui yo quien anunció que Nancy Kuthberth había engañado a Gary Felman con Randy Nuks y que estaba esperando un hijo de este último.

Pero no fue hasta el último año en que mi conciencia empezó a pesar y decidí darle de baja a ese asqueroso sitio luego de darme cuenta la cantidad de vidas que había arruinado. Posiblemente este cambio de actitud se debía a que me había dado cuenta de que comenzaría una nueva etapa en mi vida y que necesitaba cambiar de actitud ya que ser una persona introspectiva y andar compartiendo los secretos de los demás, no me había dado tantos amigos como esperaba.

Es por eso que decidí desde aquel momento, que no sería otra cosa que una persona completamente honesta. No volvería a ocultar algo y no compartiría los secretos de las demás personas, porque era algo que simplemente no me tocaba hacer.

Si lo pienso ahora y teniendo en cuenta el trabajo que tengo en la actualidad, decir que quiero ser una persona sincera suena bastante hipócrita a decir verdad.

¿Pero quién soy yo? Soy Katrina Irwin, una de las últimas adquisiciones de la agencia secreta de San Francisco. Si, en efecto, era un agente secreto, lo que significaba que debía investigar a las personas, mentir y muchas veces fingir ser otra persona para conseguir información realmente valiosa y atrapar a los malos.

Aunque eso no es lo que estaba haciendo precisamente en este momento. En realidad me encontraba en mi cubículo, jugando con un lápiz, hasta que Emmerson decidió aparecer.

—Toc, toc – golpeó el pequeño pedazo de cartón semi pintado que separaba mi espacio del de Anne— El jefe quiere hablar contigo— anunció.

Tragué saliva al oír aquellas palabras.

— ¿El señor Prescott?

—El mismo— asintió—  A no ser que tengamos otro jefe y nadie me haya puesto al tanto de esto— rascó su nuca y me dio una tímida sonrisa— Pero si debo ser sincero, no sería nada raro todo eso, últimamente tengo la cabeza en la luna.

— ¿Tan mal te tiene toda la planificación de la boda?

—Algo así— admitió divertido— Ya se que debería darle todo el crédito a Phoebe pero la verdad es que nadie piensa en mí y en que soy yo  quien debe aguantar y consolarla cuando sufre a causa del estrés que le genera organizar una boda para 350 personas— bufó por lo bajo— Y pensar que le propuse que hiciésemos una ceremonia privada, con las 50 personas más cercanas a nosotros, pero ella se negó, porque quiere una boda por todo lo alto. Según ella, es algo que pasa una sola vez y merece ser celebrado como corresponde.

—O sea que ella quiere fuegos artificiales, un pastel de cincuenta pisos y contratar al dj que esté de moda en estos momentos.

—Una cosa por el estilo— puso los ojos en blanco— Es como si se hubiese convertido en un monstruo, como si hubiese despertado una bestia al decirle que la dejaba a cargo a ella de toda la organización.

No pude evitar soltar una carcajada al escuchar su confesión. Imaginaba a la preciosa Phoebe convertida en una especie de Godzilla, dando órdenes y regañando a cada persona que se cruzara en su camino y que se atreviese a decirle que no.

—Nunca había pasado por algo así antes. Contigo fue más sencillo.

Un nudo se formó en mi garganta cuando Emmerson dijo aquello. Y fue imposible no revivir por una breve cantidad de segundos nuestro pasado y la manera en la que habíamos terminado.

Nos habíamos conocido en el segundo año de la universidad y al contrario de lo que había pensado al inscribirme en aquella carrera, las cosas eran más difíciles de lo que yo creía. Afortunadamente encontré en él al compañero ideal, tanto de aventuras como de estudio y a medida que pasaban los meses, los sentimientos comenzaron a aflorar y fui yo quien le pedí que saliera conmigo, pues una parte de mi decisión de ser una persona honesta, también incluía serlo conmigo misma, y por esa misma razón decidí hacer aquello, después de todo cual era el punto de ocultar mis sentimientos, si era posible que algo bueno ocurriese a partir de ellos.

Y eso fue lo que ocurrió, al menos por un tiempo. Estuvimos juntos por casi cuatro años, en los que ambos jurábamos que éramos el alma gemela del otro y fue por eso que, un 28 de septiembre, Emmerson me pidió que me convirtiese en su esposa. Pasamos los siguientes meses planificando las cosas. Queríamos que fuese una boda pequeña, bastante privada, ya que no podíamos esperar para comenzar nuestra vida juntos y queríamos una celebración corta que nos permitiese hacer aquello.

Pero como en todo cuento de hadas las cosas suele complicarse cuando todo parece ir sobre ruedas, y fue cuando empecé a notar que mis sentimientos por él se desvanecían con cada día que pasaba. Razón principal por la que entendí que la elección correcta era cortar de raíz la relación, de esa manera no habría rencores de por medio.

Al principio Emmerson estuvo realmente mal, pero con el tiempo pudo superarlo, aunque debo decir que haberle presentado a Phoebe le ayudó a sobrellevar el duelo. Hicieron conexión inmediata. Y ahora ellos estaban listos para comenzar a vivir su propio cuento de hadas.

— ¿Aún sigo siendo la dama de honor principal?— inquirí mientras lo apuntaba con mi lápiz.

— ¿La qué?

Suspiré en forma dramática.




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