La gran odisea de Agnok

Capítulo 1 Espíritu luchador

En una región en donde se hallaban miles de edificaciones antiguas cercanas a la decadencia, estaban dos contrincantes luchando con toda gallardía adentro de una casa abandonada y cubierta de mucha maleza, el primer peleador traía puesto un pañuelo sobre la boca, vestía túnica blanca además una especie de pantalón hecho de piel de animal y un turbante blanco sobre la cabeza, éste luchaba con intensidad contra un misterioso hombre de labios cortados, quien portaba túnica color escarlata y capa negra, al parecer ambos llevaban largo rato peleando, pues lucían muy sudados, de manera aguerrida los dos espadachines blandían sus espadas, después las chocaron entre sí con tanta fuerza que los metales despidieron enormes chispas, cabe destacar que ellos no se habían herido en ninguna manera hasta que… el tipo del turbante arrojó un dardo que se incrustó en el pecho del otro combatiente y, sorpresivamente no daba señales de dolor alguno.

Después de arrancarse el proyectil que le lanzaron dijo unas extrañas palabras en lengua desconocida y, ante la cara atónita de su enemigo guerrero ¡empezó de modo sobrenatural a levitar alto sobre el suelo! Desde la altura lanzó la espada contra la cara de aquel; pero su contrincante logró esquivarla agachándose, entonces bajándose lentamente hasta el piso expresó:

-Ríndete o pelea contra mí mano a mano, eres un grandísimo idiota como los demás habitantes de esta maldecida ciudad.

El otro bajando el pañuelo de su boca mostrando gran espíritu luchador respondió lo siguiente:

-Entendido Shinek, si quieres más batalla ¡que así sea!

Volvieron de forma rápida a combatir y esta vez comenzaron a repartirse varios: puñetazos, codazos, patadas, mordidas, sin embargo el guerrero del pantalón de pieles tuvo más coraje para imponerse en esa pelea y, acertó en la quijada de su rival un potente gancho con mano izquierda, seguidamente tomó una silla y la quebró en la espalda del raro individuo, él cayó inconsciente sobre el terreno pedregoso echando abundante sangre por la nariz, luego el vencedor habló con determinación estas palabras:

-Podría estar todo este día luchando contra ti y sin rendirme, no obstante ha llegado la feliz hora de mi triunfo, te diré que tengo la vigorosa idea de cortar tu cabeza.

Fue a recoger su espada de dos filos y cuando la usó para pinchar el cuerpo inerte, el varón místico sopló un polvo blanco contra su rostro dejándolo casi ciego por algunos segundos, después de poder recobrar la vista miró con mucho asombro que Shinek inexplicablemente desapareció sin dejar rastro.




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