La gran odisea de Agnok

Capítulo 6 El gobernante explica los impresionantes sitios

 

Los dos hombres partieron de la casita en esa fresca y tranquila tarde, ambos caminaron mucho atravesando un bosque de frondosos abetos, ahí vieron a varias mujeres hacer incisiones en las cortezas de los árboles para colocar recipientes y obtener toda la resina posible. El anciano se detuvo y agachándose habló esto:

-Por favor discúlpeme príncipe, pero este envejecido cuerpo rápido se agota, me imagino que usted también está muy cansado después de su larga travesía.

-La verdad no me siento exhausto, mi itinerario es difícil de entender, solamente presta atención a lo que te diré, yo sin conocer a donde iba me guié sólo con algunos viejos mapas para atravesar junto a Salif el peligroso Desierto de los Caídos, luego llegamos bajo la oscuridad típica de la medianoche a la ciudad perdida de Calam, buscamos el cañón Peñascoso en el cual hallamos la cueva Luminosa y allí pude usar el portal de mis ancestros.

-He quedado muy confundido señor Agnok, dígame primeramente, ¿quién es Salif?

-Es mi caballo de guerra, un amigo valeroso e inteligente que lo crié desde potrillo, con él he combatido y ganado muchas batallas, fue herido una vez con dos flechas en la pata derecha trasera y aun así siguió peleando a mi lado, antes de entrar a la cueva lo envié de regreso al palacio, reconoce bien el camino y no se deja montar de nadie más, sé que estará bien.

-Así como es de intrépido no le pasará nada malo, ¿por qué ese desierto tiene tal nombre?

-Te lo contaré, aunque hay que llegar de prisa a las catacumbas.

El veterano se puso de pie y cuando caminaba junto al joven oyó lo siguiente:

-Ese infernal lugar se llama así por una antigua leyenda la cual cuenta que un grupo de soldados traidores fueron capturados y arrojados a dicho desierto, además fueron maldecidos con toda clase de conjuros, dicen que cuando murieron de hambre y sed sus almas se convirtieron en las rocas con apariencia de cuerpos humanos, las cuales ahora se ven sobre la blanca arena.

-Debieron ser culpables entonces, no se enoje de mis muchas preguntas, pero esa ciudad perdida que relató ¿está totalmente en ruinas?

-Está completamente destruida, hace muchísimo sirvió de hogar a los hombres gigantes que medían tres veces la estatura de un varón normal, el gran diluvio de la antigüedad arrasó a dicha ciudad junto con sus malos habitantes.

-¿Malos?

-Fueron sujetos bastante sanguinarios, alcanzaron fama más por sus matanzas que por ser altísimos, esos perversos humanos eran como plaga de langostas, tú sabes que dichos insectos a donde llegan arrasan con todo, de esa misma manera se comportaban los habitantes de Calam, ellos destruyeron miles de tribus inocentes, primero incendiaban los humildes campamentos para después matar a los adultos, por último se llevaban cautivos a los niños para comérselos.

-¡Qué horror! demasiado malévolos eran, me alegro de que ya no existan.

En eso el decrépito señor se volvió a detener, quitó su viejo zapato izquierdo de cuero y lo empezó a sacudir para sacar el montón de piedritas que por la suela rota se habían metido. Cuando reanudaron la marcha Hemán preguntó:

-Su majestad, ¿por qué la caverna que mencionó se llama Luminosa? ¡Todas las cavernas son sombrías!

-Tiene ese nombre porque adentro de ella los fundadores de mi pueblo usaron sus conocimientos secretos incluyendo la alquimia para construir un portal poderoso, lo construyeron con el fin de poder trasladarse a cualquier hora desde esa caverna hasta este reino y de forma instantánea, dicha puerta sobrenatural funciona con piedras esmeraldas, de esa forma pude llegar acá directamente, aunque ese extraordinario transporte me puso a dormir o mejor dicho me dejó desmayado, quedé ciego por un buen tiempo debido a las fuertes luces que despide.

-¡Vaya cosa imposible! Le suplico para que no se moleste conmigo, eso de los portales me resulta difícil de entender y creer, es algo que no le encuentro ninguna explicación lógica.

-Créeme, no te he mentido en nada de lo que te he contado, ese medio luminoso fue lo que me trajo velozmente a esta tierra.




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