La gran odisea de Agnok

Capítulo 11 Batalla sorpresa

Adentro de la embarcación el monarca miraba con desagrado a dos pasajeros que se caían y levantaban una y otra vez, ellos gritaban cosas sin sentido, se reían con grandes carcajadas y cada uno portaba un barrilito lleno de sidra, por cada trago que hacían salpicaban mucho sus ropas e incluso la cubierta del barco, aunque todas esas tonterías les causaba excesiva gracia.

Debajo de un cielo rojizo muy típico de los atardeceres la nave velozmente navegaba en el mar, el guerrero observaba desde la orilla de la proa a un conjunto de grises delfines que nadaban a la par del navío, minutos más tarde fue a estimular su triste alma, ya que veía a una dama que tocaba unas bellas melodías con gran pericia en su arpa dorada, al escuchar la música cambió su angustiosa cara por una llena de alegría, también un amplio número de personas presenciaban el entretenido musical, antes de que acabara el concierto un enjuto marinero que barría de forma afanosa se le acercó a Agnok y le preguntó:

-¿Linda mujer verdad?

-sí, y sus canciones también me agradan.

-Por supuesto, veo que eres un soldado de algún ejército, lo digo por tu espada, eres corpulento, además veo que te hirieron el hombro, tal vez fue en una poderosa batalla, ¿tengo razón en todo esto?

-Ya estoy mejor del hombro, esta herida me la hice en un campo de entrenamiento, solamente soy un simple vasallo del soberano rey de Adón.

-Está bien, ¿tienes sed? Te veo algo sudado, con mucho gusto te invito limonada que yo mismo preparé.

-Claro, muchas gracias.

Bebieron y conversaron con bastante felicidad por largo rato cerca del castillo de proa, después ambos se fueron a descansar, cuando la noche era avanzada el gobernante dormía sobre una desteñida y sucia hamaca, se retorcía con fuerza tanto a la derecha como a la izquierda, de repente dio un inmenso brinco para levantarse de la hamaca, sudaba mucho y respiraba muy aceleradamente, se tomaba la cabeza con sus manos y empezó a decir:

pesadilla! todo lo que vi, tanto las centenares de casas en ruinas, las miles de personas muertas sobre las calles, el esplendoroso palacio ardiendo en llamas, mi padre Turdok herido y devorado por la gigantesca planta, no dejaré que se haga realidad, deseo pronto llegar a mi hogar.

Le tomó como una hora para más o menos calmarse, trató de volver a dormir en aquella pacífica madrugada, la paz duró hasta que … un fuerte estruendo apareció, se abrió la puerta del dormitorio, entró un marinero gritando porque tenía un cuchillo clavado en el pecho, él cayó muerto de manera rápida al suelo, en ese momento se escucharon unos terribles ruidos, Agnok salió de la habitación con espada en mano para ver qué pasaba, vio increíblemente a varios hombres peleando con sables, se mataban dándose estocadas en el estómago, nubes de humo aparecieron mientras la gente corría por doquier gritando con miedo y desesperación, largas flechas silbaban por el aire incrustándose en la humanidad de muchos pasajeros, las flamas seguían expandiéndose más, el líder intrépido de Adón seguía sin comprender aquel ambiente devastador, un grupo de atacantes lo rodearon exigiéndole que se rindiese, sin dejarse amedrentar se rehusó a bajar su arma, ellos comenzaron a insultarlo con el fin de asustarlo, pero… uno, dos, tres, cuatro, cinco de los atacantes rápidamente fueron atravesados por la espada del futuro rey, los cinco murieron al instante, entre los numerosos cuerpos tendidos sobre la cubierta del navío estaba un adolescente degollado casi flotando en una corriente de sangre, el príncipe se entristeció mucho pues era el cuerpo del marino con quien bebió limonada, el incendio devoraba todo a su paso, el viejo capitán de la nave estaba siendo estrangulado por un hombre que le decía con atroz enojo:

-Debió darnos más plata de la que ganábamos señor, ahora pagará caro por haberla escondido, muera bastardo maldi…

En eso Agnok le metió dos potentes puñetazos al estrangulador, el cual cayó inconsciente, en lugar de matar al desmayado él recogió al capitán quien se mostró muy agradecido, seguidamente se escucharon los siguientes gritos:

-¡Auxilio! ¡Ayúdenme por favor!

Era una mujer que había quedado abajo de unos barriles cerca del fuego, el joven héroe la sacó y ambos se lanzaron al agua y nadaron junto a los otros sobrevivientes, la embarcación se hundió sin remedio; no obstante el amanecer estaba presente y vieron por suerte una isla cerca del hundimiento.




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