La gran odisea de Agnok

Capítulo 12 De príncipe a náufrago

En la playa los pocos sobrevivientes se arrastraban muy desconcertados, entre ellos había dos mujeres, un niño, seis hombres adultos los cuales eran: el capitán, tres marineros, Agnok y un padre de familia, este joven padre abrazaba y besaba tiernamente a su cónyuge e hijo, el pequeño como de seis años lloraba sin parar, además temblaba de frio en los brazos de su madre, para no ahogarse el niño nadó asido de su papá, luego el monarca tocaba cada uno de sus bolsillos como nunca antes, los revisó y vio que le faltaba el cilindro que contenía parte de la legendaria centella, por primera vez se le miró bastante asustado, por eso inmediatamente volvió al mar, buscó de manera minuciosa entre las tablas de madera que flotaban y para tranquilidad halló su amada adquisición.

Algunos supervivientes poseían cara de alivio por estar vivos; mas otros lloraban desconsoladamente porque perdieron amigos y familiares, entre los apesarados sobresalía el capitán, éste gritó con descomedida furia lo siguiente:

-¡Es una total catástrofe! esos perros malnacidos destruyeron mi fabulosa embarcación, espero que sus cuerpos sean comida de tiburones y que sus almas ya estén en el miserable infierno.

El príncipe ya había regresado y oyó lo anterior, entonces inquirió:

-Señor, ¿quiénes eran esos perversos sujetos? Y lo más importante, ¿Por qué nos atacaron?

-Bueno te diré primero muchas gracias por salvar mi vida, y con respecto a esos estúpidos que mencionas sólo eran algunos de mis ayudantes, fueron marinos que quisieron robarse mi nave, y todo porque no estaban contentos con la cantidad que les pagaba; tú sabes mi querido salvador que en estos tiempos la plata es escasa, por eso no podía pagarles más, juro por mi hombría que digo toda la verdad, los marineros que están acá te lo pueden afirmar, estos trabajadores leales y los que fallecieron al ver la semejante rebelión de los ladrones trataron con sus vidas de defender el barco, y así comenzó la batalla.

-Es una horrible desgracia.

-Lamentablemente sí, la tripulación que llevaba a bordo era de cincuenta y siete personas, lamento con mucha tristeza que esos malos tipos hayan hecho todo este terrible daño, a propósito, ¿cómo te llamas? y ¿de dónde eres?

-Solamente soy un fiel sirviente del rey de los adonitas.

De repente se observó un cuerpo sin vida de un anciano que por el efecto del oleaje fue expulsado hasta la orilla de la playa, todos al verlo se llevaron las manos al rostro y enmudecieron por largos minutos.




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