La gran odisea de Agnok

Capítulo 13 De paseo con la nueva guía

Ante el alboroto muchísimos habitantes de la bella y pequeña isla habían salido de sus casas para llegar a la playa, ahí auxiliaron a los aturdidos náufragos, en primer lugar a un marino herido que no podía caminar bien, Agnok desesperado preguntaba a los lugareños la forma de tomar una diferente embarcación para llegar a su tierra de origen, una mujer vestida con largas y espléndidas ropas hechas de lino fino se ofreció para ayudarlo, cabe destacar que su aspecto físico era así: alta, delgada, piel blanca, ojos azules, labios carmesí, cabello muy sedoso y de color castaño, tenía como cincuenta años pero poseía un ánimo bastante enérgico, dicha dama afirmó que conduciría al buen monarca hasta el otro lado de la isla donde hallaría un nuevo barco, luego cuando el príncipe ya había caminado buen trayecto junto a su nueva compañía ésta le comentó:

-Veo que tienes mucha prisa Agnok, ya que no quisiste esperar a los otros sobrevivientes.

-Me urge mucho llegar a mi ciudad, lo que pasa es que tengo varias deudas que saldar.

-Te comprendo, he quedado demasiado impactada con los hechos espantosos que me contaste del barco en el que viajabas, tienes suerte de estar con vida.

-Fue un ataque inesperado en el que todos lo sufrimos de manera agónica.

Entraron en el corazón de la ínsula, allí encontraron muchas casas hechas de ladrillos, calles construidas con adoquín, varias fuentes con agua en donde nadaban tortugas y peces. La minúscula ciudad tenía diversos negocios tales como: carnicerías, vinerías, sastrerías, incluso una armería en donde se exhibían: arcos, flechas, ballestas, lanzas, espadas, escudos, dagas de muchos tamaños, a la par de la tienda de armas cierta anciana trabajaba sobre la rueca con esfuerzo y rapidez, ella vendía túnicas de lana fina, el guerrero adonita compró una túnica de color púrpura para él, también varias telas de seda como obsequio a su compañera, el comercio también se basaba en las ventas que hacían varios vendedores ambulantes, ellos ofrecían sus mercancías tales como flores o talismanes supersticiosos, adentro de un peculiar templo yacía una buena cantidad de personas, dicho edificio no lucía tan alto pero si bastante ancho, estaba rodeado por una serie de columnas retorcidas e idénticas, arriba del frontón se podía ver un busto de un hombre hecho de bronce, encima de su puerta principal resaltaba un arco grande en forma de herradura decorado con varias piedras preciosas. Además una gran cantidad de pobladores decoraban con coloridas guirnaldas las puertas de sus hogares, al ver esto la acompañante del príncipe habló así:

-Me hubiera encantado que te quedaras por algunos días, la hubiéramos pasado lindo, sobre todo esta noche, pues en el anochecer empezará la fabulosa fiesta aniversario de la fundación de Zilha, habrá para cada uno: regalos, música, baile, bebida y comida.

-Por supuesto que me hubiese gustado quedarme en Zilha para conocer más de sus costumbres y celebrar hoy con la muchedumbre, sin embargo como te dije, tengo que irme urgentemente.

-Claro, ¿tienes esposa que te espera ansiosamente?

-Aún no estoy comprometido con alguien, amiga Bilza.

-¡Qué interesante! Sin embargo un joven de tan hermoso parecer como tú merece tener mujer.

-Créeme lo que te diré, en estos años he tenido otras responsabilidades que atender primero, ellas me han impedido realizar un sinfín de cosas, terminaré con todo eso para luego casarme con una buena mujer.

-Te entiendo muchacho, yo hace quince años estoy viuda, mi amado marido murió a causa de unos raros y fuertes dolores en sus huesos, probamos todo tipo de curaciones, incluso caras pociones hechas por famosos magos, pero para desgracia mía y de mis hijas todo fue en vano, él estuvo sufriendo por más de ocho años esa enfermedad, pena que terminó en una fría tarde de invierno, lo recuerdo muy bien, me pidió que le preparara su sopa favorita de calabazas, se miraba con cierta mejoría, decía que pronto se levantaría de la cama, cuando regresé de prisa con el almuerzo miré que sus ojos estaban cerrados, pensé que dormía…¡ojalá! hubiese sido así.

La señora detuvo la caminata por un amplio rato, pasó un pañuelo sobre sus lagrimosos ojos y agregó:

-Lamento haberte contado tan infeliz suceso de mi pasado.

-Descuida, de verdad siento mucho la muerte de tu esposo, fue muy valiente por luchar todos esos largos años.

caminando y llegaron al otro lado de la isla en donde hallaron un muelle, allí había naves de carga, guerra y transporte, el que estaba a punto de partir era un magno barco de velas, el joven príncipe se deshizo del turbante mojado que llevaba en la cabeza, seguidamente muy agradecido se despidió de Bilza dándole la mano, pero ésta respondió con un tierno abrazo que duró un extenso lapso de tiempo.




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