La gran odisea de Agnok

Capítulo 17 La increíble historia del ermitaño Polifemo

El joven recorrió más trayecto hasta que se internó en un oscuro bosque, pues aunque era de día el interior del sitio lucía tenebroso, todo eso debido al excesivo ramaje de los altos árboles, cuyas ramas se veían raquíticas y siniestras, en el lugar una parvada de negros cuervos de ojos rojos graznaban sin cesar, unos arbustos fosforescentes se hallaban adornando el alrededor, misteriosamente solo una casa estaba en toda esa extraña localidad.

De la casa salió un señor altísimo en estatura, su contextura física lucía fornida, tenía el pelo oscuro y rizado, sus labios eran bastante gruesos, el mismo sujeto vestía toda la ropa de color negro; pero lo que más llamaba la atención fue que el hombre no tenía su ojo izquierdo, él miraba atento la mano del príncipe que la cerró como para atacar, entonces el tuerto habló así:

-Hola, no quise asustarte, no temas ya que soy inofensivo.

-Está bien, es que me gusta estar siempre alerta, pues en estas épocas uno encuentra a todo tipo de gente.

-Muy cierto ¿a dónde vas?

Agnok contó solamente que es un viajero rumbo a la tierra de Adón y, que se encontró con el dragón espantoso al que muchos daban por un simple mito, el otro varón relató que ese monstruo llevaba cien años asustando a todos los viajeros y, varias veces lo habían herido terriblemente y siempre se terminaba sanando, aquel polifemo lo invitó adentro de su hogar; mas el guerrero le contestó que tenía prisa en irse y necesitaba una nueva espada, entonces el otro hombre confesó que guardaba una espectacular en su habitación, cuando entraron a la vivienda Agnok miraba atento la colección de relojes de arena que había sobre un colosal estante, cada uno era diferente en cuanto a grosor y altura, por lo tanto todos medían distintos tiempos, el visitante preguntó:

-Disculpa, ¿por qué estás obsesionado tanto por el tiempo?

-Todos ellos me recuerdan siempre que muchas cosas que se quieren hacer y tener en la vida tienen su momento exacto y oportuno de que sucedan.

-Comprendo, lo que no entiendo es como tú puedes vivir sin compañía en este triste y sombrío bosque.

-Bueno, acá ha sido un sitio ideal para que mi mente supere cosas perturbadoras.

Después se fue a la habitación, cuando regresó puso en las manos del futuro monarca una espada brillante, ancha y con empuñadura plateada. El joven adonita compró a buen precio el arma, luego hubo silencio durante varios segundos, ya que ambos se miraban fijamente, luego el ermitaño siguió diciendo:

-Imagino que te estás preguntando la razón por la cual mi ojo izquierdo está quemado y cerrado.

-Es que yo pensaba en…

-En años atrás fui un fiel y joven consejero del rey Cuz en el lejano y destruido reino de Jurzán.

-¿Dijiste destruido?- Preguntó el príncipe con cara patidifusa- yo había escuchado de Jurzán y su fabuloso esplendor, pero desconocía que haya sido dañado.

-Te digo la verdad, los habitantes de dicho país fuimos la envidia de muchos otros pueblos, éramos como un glorioso imperio de los más antiguos de todos, nuestra excelsa ciudad estaba ubicada sobre la fértil montaña de Helt, ahí nacieron unos bellos y frondosos bosques tropicales, tuvimos guerras contra algunos paises y las ganamos sin tanta complicación, el oro y la plata que teníamos fue tan abundante como las hojas de nuestros bosques, construimos esa suntuosa ciudad en poco tiempo y la llenamos con: acueductos, estatuas, obeliscos, mercados, templos.

El palacio real semejante a un castillo tenía un fascinante lujo sin comparación, los visitantes de varios territorios quedaban boquiabiertos al verlo, su altitud llegaba a las nubes, sus paredes por dentro y por fuera estaban decoradas con diamantes, las imponentes columnas del edificio tenían escritos hechos con oro azul, los cuales contaban las grandes hazañas del formidable rey, el piso se construyó con mosaicos de formas geométricas complejas, el trono del rey se hizo de marfil puro, mi majestuoso rey Cuz tuvo una vajilla compuesta de: tazones, cucharas, platos, cuchillos, copas, tales utensilios fueron labrados en bronce fino, un montón de viajeros procedentes de lejanas regiones llegaron a nuestros mercados a comprarnos: telas, caros perfumes, maderas fuertes y especias aromáticas; también teníamos a grandes artistas los cuales hacían vasijas de barro recubiertas con preciosos dibujos, usaban para eso la alfarería y pintura, por otra parte poseíamos una biblioteca llena con miles de tabletas barrosas con escritos cuneiformes que contenían: epopeyas, diccionarios, listas de todas las guerras y documentos legales del imperio.

-Impresionante, se parece en muchas cosas a mi rei… quiero decir a bastantes reinos que he visitado.

-Dudo demasiado tal cosa, ¡cómo mi nación no habrá otra! dentro del cúmulo de súbditos cercanos que poseía el rey te puedo mencionar a los: coperos, consejeros, músicos, porteros, sacerdotes, guardias, eunucos, entre otros. El ejército compuesto por miles de soldados se dividía en varias legiones comandadas por feroces capitanes, ellos nunca habían perdido una batalla, de esta manera la paz, la alegría y prosperidad inundaban a la plenitud de habitantes de mi nación; sin embargo ninguno de los adivinos y astrólogos miembros de la corte de mi gobernante pudo predecir la desgracia inesperada que nos destrozó.




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