El valiente guerrero por la ventana veía el bosque como con ganas de irse, sin embargo el ermitaño muy cabizbajo no paraba de hablar:
-Cierto día un rey ex amigo de mi país entró en conflicto con mi alteza, o sea el rey Cuz; aunque no lo creas el problema se originó por una causa sumamente ridícula, mi gobernante discutió contra Homfet por largas horas, se amenazaron e insultaron, y si no hubiese sido por los sirvientes ahí presentes hasta se hubieran ido a los golpes, ambos se querían matar solamente por disputarse un estúpido camello, ¿puedes creerlo?
Desde ese entonces los dos se juraron destruirse, yo como consejero le advertí a Cuz que no entrase en guerra, y le pedí que se reconciliara lo antes posible con aquel monarca, pues teníamos malas noticias que nos contaron varias mujeres espías que enviamos al pueblo gobernado por Homfet, ellas nos dijeron que aquel ejército rival se había hecho demasiado imponente, pero mi majestad nunca nos escuchó ya que es un hombre orgulloso, terco y se deja llevar fácilmente por los impulsos de cólera, pero a él, mis padres y yo le juramos lealtad por siempre, en una de las noches siguientes del pleito que tuvieron los reyes, uno de nuestros centinelas estaba en la atalaya más alta vigilando todo el territorio, de pronto dio un grito advirtiendo de que el enorme ejército enemigo estaba sitiándonos en nuestras propias narices, cada espacio de la ancha montaña fue invadida por los soldados rivales.
-¿Tantos eran?
-Ese despiadado grupo de soldados estaba compuesto por miles de tropas, además tenían catapultas, carros tirados por caballos, te diré que el aspecto de esos caballos era semejante a tigres hambrientos. Las armaduras, espadas y también los escudos de los enemigos eran de metal durísimo, dicho material nunca lo habíamos visto ni sabemos cómo se llama, tuvieron esa amplia ventaja durante todo el combate que fue clave para derrotarnos, empezaron el ataque exactamente cuando salió el sol, la primera maniobra de la escalofriante cacería consistió en lanzarnos flechas con fuego a las casas, nuestros guerreros salieron a defendernos y por desgracia todos ellos murieron en poco tiempo, el enemigo tan numeroso se veía como hormigas rodeando a su presa, las altas y fuertes puertas de la ciudad estuvieron cerradas; pero ellos venían preparados con arietes que usaron para derribarlas, gruesas rocas lanzaron las catapultas que destrozaron los muros que protegían el contorno de la ciudad, de la misma forma destruyeron los obeliscos, las bellas estatuas hechas de mármol y también las terracotas.
El joven interrumpió la plática para averiguar:
-¿Qué son las terracotas?
-Son esculturas de barro cocido.
-¡Comprendo!
-Cuando vimos que nuestros hombres y muros fallaron, los nobles del reino, es decir, el rey, la reina, los príncipes y yo tratamos de escapar por un pasadizo subterráneo, desgraciadamente fuimos alcanzados por los torvos guerreros quienes nos capturaron, y ante nuestros ojos seguimos viendo cosas demasiado crueles que espero poder sacar de mi mente.
En ese justo instante el polifemo cerró su boca, seguía con la cabeza agachada y se llevó la mano al corazón, Agnok no hablaba nada, minutos después de silencio el señor tuerto siguió diciendo:
-Es difícil lo que presencié, en ese entonces todavía tenía mis dos ojos, esos perversos demonios quemaron todos los bosques, se metieron a los templos y mercados para saquear el oro, la plata y demás valiosas mercancías, cada soldado escogió su parte valiosa del botín, “recompensa” que les otorgó su cruel monarca, incluso varios soldados tomaron por la fuerza a las mujeres para convertirlas en sus esclavas y esposas, las tabletas de la biblioteca fueron todas quebradas sin el menor remordimiento, no obstante el peor horror fue cuando observé el espantoso mar de sangre debajo de los miles de cuerpos muertos, ahí yacían: adultos, jóvenes, ancianos, por desgracia entre ellos estaban mis amigos y familiares, es muy cierto que una parte de la población sobrevivió, pero eso nunca me quitó el enorme dolor de ver a mi hermano menor muerto, murió al ser atravesado por una jabalina.
Fue ahí cuando el príncipe de Adón lo abrazó y lo consoló dándole muchas palabras de aliento.
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Editado: 05.10.2019