La gran odisea de Agnok

Capítulo 19 Los últimos sucesos en casa del consejero

Agnok le dijo al melancólico señor:

-Esas tonterías que hizo tu rey trajó la peor de las desgracias que yo haya escuchado sobre un pueblo, de las buenas relaciones con los otros países una determinada nación puede difundir la paz.

-De acuerdo con lo que dices, lo último que te contaré mi buen amigo es que fuimos llevados presos con grilletes hasta el lejano reino liderado por Homfet, allí nos convirtieron en sus esclavos, capturaron además de la nobleza a otras personas importantes, tales fueron: tejedores, perfumistas, curtidores, carpinteros, médicos y varios más. Las personas de bajo perfil como los campesinos fueron desgraciadamente sacrificados, mi ojo izquierdo lo entregué como precio de mi liberación, me lo quemaron con un carbón encendido por orden de Homfet, pues únicamente así me dejaron en libertad, y no me mires con esa cara joven viajero, no fue ninguna locura lo que hice, ese doloroso precio que pagué fue en verdad muy necesario, me la pase ocho años preso sirviendo a gente desconocida, sufrí sus odiosas y absurdas costumbres, en Jurzán fui consejero en el gran palacio durante muchos años, ahí cada día comía de los banquetes reales llenos de todo tipo de jugosas carnes y delicadas legumbres, nada parecido en el exilio donde fui un cautivo que limpiaba los excrementos del ganado y mi comida era… panes durísimos como la madera y bebía sucia agua de un viejo pozo, casi nunca tuvo reposo mi piel, pues se ennegreció a causa del trabajo bajo sol. En la cautividad tuvimos que someternos a sus odiosas leyes, incluida la de arrodillarse ante el rey y ofrecerle incienso como si fuera un dios, todo aquel que desobedeciera ese mandato sería linchado, Cuz y su familia trabajaron como siervos cargando enormes sacos llenos de trigo, ellos se caían una y otra vez caminando con tales cargas pesadas, soporté esos duros años hasta que pagué mi salida, lo primero que hice ya en libertad fue pasar de nuevo por Jurzán, vi con dolor que el sensacional pueblo quedó reducido a un montón de piedras derribadas, el suelo del bosque quedó duro similar al ladrillo, se convirtió en un desierto árido y estéril.

El futuro monarca no respondía ninguna palabra, estaba perplejo hasta que el polifemo añadió esto:

-Ahora ya sabes mi historia.

-Todas esas cosas que padeciste son extremadamente caóticas y tristes; pero créeme que en este momento en el que hablamos millones de personas tienen grandes dificultades que parecen no tener solución, inclusive hay otros reinos cerca de colapsar, recuerda siempre que la vida se trata de superar problemas, no es cuan fuerte te golpean las adversidades sino cuantas veces te levantas con más fuerza para seguir luchando, deberías abandonar la soledad de este oscuro bosque.

-¡Es verdad! lo haré y gracias por escucharme, el hecho de sacar de mi interior todas esas feas vivencias me ha ayudado, hace mucho no hablaba con alguien, siento un mejor alivio, a propósito me llamo Iznet, perdón por no decírtelo antes.

no te preocupes por eso.

-¿Tienes hambre?

-Sí tengo, sin embargo comeré en otra ocasión, es que tengo que irme de prisa.

-Está bien, antes de tu partida te daré esto de obsequio.

-¿Un escudo plateado?

-Es hermoso y útil.

-Lo que pasa es que soy un guerrero bastante distinto a los demás, pues no uso escudo ni armadura, yo sólo me concentro en atacar, el enemigo es quien se debe defender de mí, gané experiencia en muchas batallas y domino un potente entrenamiento para nunca dejarme intimidar de nadie.

-Bueno, pero de todas maneras consérvalo, me sentiré excelente.

-Gracias y así lo realizaré.




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