La gran odisea de Agnok

Capítulo 20 Por fin en Adón

Era mediodía cuando el viajero pasó por una edificación destruida por culpa de las enredaderas y malezas pertenecientes a la planta gigantesca, más adelante miró a Salif a la par de un hombre caído, el príncipe acarició a su fiel corcel, luego vio al varón en el suelo que tenía dos flechas metidas en la espalda, de manera veloz abrazó al muerto, y llorando dijo:

-Que terrible desgracia verte así amigo Jonán, cuanto deseo que te levantes de aquí, sé que vengaré tu muerte, ¡lo juro por nuestra inolvidable amistad!

En eso se oyó un tremendo fragor, sobre su caballo Agnok siguió el recorrido hasta llegar en donde se apreciaban centenares de casas destruidas, estaban miles de personas muertas sobre las calles y un magnífico palacio ardía en llamas, los ojos del monarca mostraban preocupación y habló con enojo lo siguiente:

-No puede ser realidad todo esto, ¡maldición! No debe ser cierto lo que veo.

Después observó afuera del palacio al ejército (los pocos soldados que quedaban con vida) luchando contra la enorme boca de la planta siniestra, usaban ballestas para arrojarle miles de flechas y ningún daño le hicieron, otros con espadas partían los gruesos tallos que al instante volvían a crecer, un viejo de baja estatura con una dorada diadema en la cabeza estaba desmayado y ensangrentado en el piso, cuando el príncipe lo vio se bajó de la bestia gritando:

-¡Padre! ¡Padre!

El anciano en los brazos de su hijo despertó, y respondió con voz endeble lo siguiente:

-Eres tú mi amado primogénito, lamento no haber contrarrestado este mal que nos consume, pero sabía que volvería a verte antes de morir…

-No digas eso, te salvaré a ti y a los demás, ya estoy aquí para luchar.

Fue en ese momento en el que llegó un soldado diciendo:

-Señor váyase, huya junto al rey a las montañas, ahí está su familia y los últimos sobrevivientes.

El heredero se levantó y ordenó a los combatientes a que distrajeran a la colosal planta carnívora, ella parecía una enredadera monstruosa, tenía incalculables espinas filosas y gruesas en lo que parecía ser su boca, la cual comía todo lo que encontraba a su paso, esa malformación vegetal seguía creciendo muchísimo más, obteniendo de esta forma raíces en abundancia, el príncipe sacó el recipiente de madera, se subió en uno de los tallos más dilatado que lucía como una habitación de ancho, allí el joven clavó la espada y la fea trepadora se retorcía del dolor fuertemente, por lo que el lugar comenzó a temblar, Agnok cayó estrepitosamente; sin embargo de inmediato se puso de pie, la boca de la feroz enredadera empezó a succionar el aire del ambiente, aspirando así lo que había alrededor incluyendo a los guerreros y gobernantes, los cuales enterraron sus dedos en la tierra para no ser tragados, entonces el príncipe gritó con briosa determinación:

-Trágate esto.

Él arrojó la centella con su recipiente que fue comido por la terrible monstruosidad, inmediatamente al haber tragado aquello se movía muchísimo de un lado a otro dando al parecer unos escandalosos gruñidos, en cuestión de segundos se consumió en su totalidad, se calcinaba por dentro y por fuera como si tuviera un incendio, así fue derretida hasta quedar sólo sus muchas cenizas.

 

 




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