La gran y poderosa Trixie en el exordio bajo las pirámides

Prologo

Muy al sur del mundo, en las antípodas de lo que conocemos como Equestria, existen unas islas desconocidas, aisladas de cualquier continente o masa de tierra habitada. Estas tierras misteriosas son los restos de lo que alguna vez fue el gran continente de Eulfalia. Las islas, carentes de montañas, ríos o bosques, son un yermo árido y desconcertante que se extiende por kilómetros bajo un sol abrasador, cuyo horizonte termina abruptamente en acantilados azotados por las violentas olas del embravecido mar que las rodea. Cada año, una parte de estos acantilados sucumbe a la furia del oleaje y cae al océano, reduciendo asi el tamaño de las islas.

A pesar de carecer de costas y ser prácticamente inaccesibles por barco o bote, estas islas no están deshabitadas. Son el hogar de una extraña raza de reptilianos que se hacen llamar a sí mismos los Siluricos.

Los Siluricos son muy diferentes a sus otros semejantes reptilianos. No tienen dientes ni garras y su piel es similar a la de los peces óseos, con grandes escamas. Sus cuerpos, adaptados para largos viajes marinos, son sumamente robustos y de baja estatura, poseen fuertes extremidades que les permiten escalar los acantilados y tienen una gran habilidad para nadar, lo que les permite pasar largas horas en el mar.

Estas características únicas de la especie son de vital importancia para su supervivencia, ya que les permiten alcanzar las grandes algas marinas que afloran desde las profundidades de las oscuras aguas que rodean estas islas. Precisamente estas algas son la única vegetación que existe en esa región desolada y también su única fuente de alimento.

A pesar del hostil ambiente que los rodea, su poco amigable aspecto y su cultura primitiva, los Siluricos viven en comunidades pacíficas y organizadas, lideradas por los más ancianos de su raza. Casi nunca recurren a la violencia y tienen un gran respeto por la naturaleza. El viento, el mar y la tierra son elementos a los que hacen constantes ofrendas con la intención de que se les permitan vivir en paz en ese rincón olvidado del mundo.

Los Siluricos tienen razones de peso para hacer estas ofrendas, ya que la memoria oral de su pueblo se remonta a épocas antiguas que nadie más recuerda. A días olvidados, días en que un árbol cubría todo el cielo, días en que el mar era poseído por una furia roja, días en que el sol y la luna intercambiaron sus atardeceres, días en que un dragón oscuro voló por el firmamento y se llevó consigo todas las estrellas.

Los Siluricos siguen recordando esas sombras del pasado, desde los más ancianos hasta los más jóvenes, saben que es verdad. No necesitan libros que se lo recuerden, ellos mismos pueden ver esas mismas sombras cada mañana.

Muy en lo profundo de la isla más grande, seis pirámides negras se alzan en medio del desierto, como gotas de alquitrán puro sobre un lienzo en blanco. Estas anormales construcciones se elevan desafiando a la tierra, al viento y al mar. Son una auténtica obra tenebrosa que desafía a la naturaleza, donde el ambiente parece estar muerto y reina un inquietante silencio.

Los Siluricos temen esas pirámides. No las construyeron ellos ni los antiguos y gentiles habitantes de esas tierras. No estaban allí antes, un día aparecieron en un estruendo celeste acompañado de una risa diabólica.

Esas pirámides son el hogar de un ser antiguo y oscuro, un ser terrible, un heraldo de las tinieblas.

Los Siluricos ruegan a los elementos que los protejan de esa oscuridad.

Y ese mismo día, el día más largo, el amo de las pirámides regresaba a su hogar.

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"¡MALDICION!" un grito grave lleno de rabia rasgó la quietud de todo el desierto.

Un gran pórtico precedía a la entrada de la más grande de todas las pirámides que se alzaban en aquel desierto. Estaba construido con el mismo material que las colosales construcciones cercanas, una piedra totalmente negra similar al granito. Las paredes del sombrío edificio estaban adornadas con relieves de bestias y figuras que emanaban malicia, revelando la maldad que residía en aquel lugar.

En las escalinatas del pórtico, dos figuras inquietantes se enfrentaban.

En el piso inferior de las escalinatas, una auténtica sombra envuelta en una capucha y toga fucsia, decorada con una bufanda verde y brillo arcano, observaba con rabia a la detestable criatura que le había dado la bienvenida.

"Oye, no digas eso. ¿No te alegra ver a una amiga después de tanto tiempo?" respondió una voz dulce y burlona desde el piso superior de las escalinatas del pórtico.

Allí se encontraba recostada una pequeña criatura de belleza intoxicante, una adorable y regordeta poni.

Pero a los ojos de Dhona Oleg-Nar Dhazer, este ser estaba a la par de él. No, tomando en cuenta todo lo que había descubierto recientemente, podría decirse que incluso era más que él.

Dhona apretó los dientes.

"TE ATREVES A VENIR AL GRAN SANTUARIO DE MI AMADA SEÑORA, PROFANAR MIS OFRENDAS Y DIRIGIRTE A MÍ EN ESTA ... REPUGNANTE FORMA ¡TÚ! ¡ERES UNA BLASFEMA!" habló con voz amenazante y sepulcral Dhona, apuntando con una de sus garras a su desagradable invitada.

La hermosa poni de pelaje celeste y blanco rodó los ojos con indiferencia.

"Mira, la culpa es tuya. No respondes las llamadas que te hago, no recibes los mensajes que te dejo, me ignoras cada vez que nos encontramos. ¡En verdad, ya no sé qué más hacer! Venir a tu casa parece ser la única forma en que puedo encontrarte," respondió la infantil poni haciendo un puchero.

"¡Y TENÍAS QUE VENIR AQUÍ HOY Y DEVORAR MIS SACRIFICIOS! ¡ES INACEPTABLE!" escupió aún con más rabia Dhona, con un cuerpo que parecía que estallaría en cualquier momento.

En medio de las escalinatas del pórtico, varias estatuas de sal, de criaturas semejantes a pequeños osos, se encontraban dispuestas en  posiciones que reflejaban la intención de huir de aquel lugar. Los rostros de pánico y miedo en esas esculturas expresaban las últimas espantosas emociones que sintieron en vida.



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En el texto hay: aventura accion, oscuros secretos, ponis

Editado: 20.03.2024

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