[12:00 mediodia]
Los guardianes de Eulfalia, malditos dentro de una urna antigua, habían pasado su existencia cumpliendo los caprichos de todo tipo de individuos que la habian poseido: reyes, aventureros, campesinos, y más. Siempre anhelando en lo profundo de sus corazones, algún día liberarse del hechizo que los había privado de reunirse en el más allá con sus seres queridos en el tercer cielo.
Así, por azares del destino, después de una cantidad terrible de tiempo, finalmente ese deseo se cumplía.
La líder de los guardianes, Celenia Starwish, lloraba de alegría por aquel dichoso milagro. Solo podía sentir la más pura de las gratitudes hacia la persona que les había permitido ser libres.
Aquella poni de aspecto extravagante era, en verdad, la más humilde y generosa que existía en el mundo.
Con estos últimos pensamientos, su espíritu comenzó a ascender, al igual que el de sus otros compañeros, dejando atrás el capullo de tinieblas tejido por la malicia del emisario del señor oscuro Ever Fand. Sus almas libres brillaron como espadas hacia el cielo, hasta que finalmente divisaron el camino correcto entre las estrellas y dejaron atrás aquel mundo que alguna vez protegieron.
Como un suspiro, los guardianes de Eulfalia desaparecieron a las puertas del castillo de Twilight, sin ninguna palabra de despedida ni historia que los recordara.
Ahí, ante las apacibles puertas del castillo, la única testigo de este extraordinario evento, Trixie Lulamoon, observaba el lugar donde antes habían estado aquellos olvidados guardianes.
"¿En serio, se fueron así sin más? Deberían haber sido educados y al menos despedirse. ¡Ump!" protestó Trixie, molesta por el desaire de sus fantasmas. Pero fue un sentimiento breve. No tenía caso pensar más en ellos; habían cumplido su función y ya no los necesitaba.
Con esto en mente, volvió su mirada hacia el interior del castillo. Ahora solo tendría que encargarse de los Young Six...
"¡GROUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU!" Un rugido que helaría la sangre de cualquiera provino del otro lado del pasillo principal.
Trixie, atónita, con un sentimiento de peligro recorriendo su cuerpo, observó una enorme sombra alzarse a solo unos metros, cargando hacia ella como un torrente incontrolable.
"¡AUUUUUUUUUU HAUUUUUUUUUUU!" Un grio intenso, como el de una gallina siendo estrangulada, atraveso la tranquila pradera a las afueras del Castillo de Twilight.
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[11:55 am]
Un momento antes, en el puesto de seguridad del castillo de Twilight.
"¡Debemos decírselo a la directora Starlight de inmediato!". dijo una voz preocupada
"¡Espera! Antes debemos hablar con la consejera Trixie y disculparnos". interrumpio otra voz mas calmada.
"Eso puede esperar" añadio una voz en tono casual.
"¿Acaso no has visto a los fantasmas que están afuera?" repuso la voz anteriormente calmada en tono ahora grave.
Escuchando la discusión entre sus compañeros, Smolder mascaba ruidosa un chicle. Aparentaba estar relajada en su asiento, pero en realidad estaba muy incómoda con la situación. Tan incómoda que sentía como si pudiera respirar fuego de dragón en cualquier momento.
Justo cuando un poco de humo comenzaba a filtrarse por su nariz, un doble silbido "beep-beep" en el aire llamó su atención, y la luz roja en la esquina del panel de control, que ella misma habia reparado en tiempo record, cambió de rojo a verde.
"Uff, justo a tiempo. ¡HEY, CHICOS!" exclamó Smolder, atrayendo la atención de sus compañeros. "Miren, no sé en qué resultará todo esto, pero debemos abrir las puertas ahora. No podemos simplemente dejar a la consejera Trixie afuera del castillo. Si está enojada con nosotros, ¡pues que lo esté! Solo cumplimos con las órdenes que nos dio la directora Starlight, así que técnicamente no hemos hecho nada malo".
Sus compañeros guardaron silencio, reflexionando sobre sus palabras. Tenía razón, pero eso no quitaba la gran preocupación que sentían. Trixie había invocado a unos fantasmas sumamente intimidantes a las puertas del castillo. No entendían cómo lo había hecho, pero estaban seguros de que no era parte de un espectáculo recreativo, como los que tanto presumía.
Era una certeza que había invocado a estas desconocidas entidades con un propósito hostil.
"¿No es peligroso, Smolder? ¿Qué pasa si la consejera, bueno... digamos que, por cómo se encuentra, pierde los estribos?" preguntó Silverstream, recordando la botella de sidra que Trixie había dejado en la entrada del castillo.
"Bueno, eso puede pasar, o puede que no. No lo sabemos", respondió Smolder, manteniendo la calma. "Lo que sí sabemos es que debemos confrontarla. Como alumnos de la escuela de la amista que asumimos la seguridad de este castillo en nombre de la directora Starlight, tenemos que actuar en consecuencia".
Nuevamente, sus compañeros no le respondieron de inmediato, se miraban entre ellos murmurando estar de acuerdo.
Smolder suspiró interiormente, consciente de que las cosas no estaban yendo bien. Normalmente, el equipo contaba con Gallus o Ocellus para tomar decisiones. Sin embargo, Gallus tenía una gran hostilidad hacia Trixie, lo que no ayudaba en nada, y Ocellus se encontraba más indecisa de lo habitual. Los demás se sentían arrastrados por una situación que no habían previsto.
"Es como meter las narices en la cama del señor dragón", pensó Smolder por un momento. "Si así están las cosas... ¿No es esta una buena oportunidad para liderar?"
Casi siempre, Smolder mantenía un perfil bajo en las actividades del grupo. Era enérgica y ayudaba a los demás como podía, pero no solía tomar la iniciativa en las acciones del equipo.
Era una buena oportunidad. Un fuego se encendió dentro de ella. Smolder saboreó la idea.
"Además... tampoco se trata de que todos vayamos afuera. Gallus, Ocellus y yo deberíamos ser suficientes; el resto puede quedarse y ver qué pasa. Si algo sucede, solo activen la alarma de desastre y la directora se comunicará con ustedes de inmediato."