La gran y poderosa Trixie en el exordio bajo las pirámides

Intermedio

"Uffff…" Una larga exhalación, acompañada de un espeso vapor, salió de la boca de Summermoon al reclinarse en el cómodo asiento amueblado. El sabor dulce y ardiente del té que acababa de verter en su interior aún persistía en su boca, provocándole una sensación de escozor y entumecimiento en la lengua.

Sin embargo, más allá de esa incomodidad (que en cualquier otro ser habría causado quemaduras de tercer grado en el tracto digestivo superior), Summermoon solo se sentía ligeramente más refrescada.

Quizá demasiado poco.

"¿Se le ofrece algo más… su eminencia?" preguntó de pronto una voz.

Summermoon ladeó la cabeza hacia la dirección del sonido con un desánimo exageradamente teatral. A pocos pasos, la sirvienta que le había traído el té seguía de pie, esperando ansiosa alguna orden adicional.

¿Qué tal si te quedas callada y te como? pensó de pronto. Los ojos de Summermoon brillaron un instante con un fulgor amarillo pálido mientras clavaba una mirada depredadora en la joven.

La sirvienta, que ya estaba temblando desde antes, ahora era incapaz de contener el terror que recorría su cuerpo. Su piel, fina y delicada, parecía erizarse bajo el peso de aquella mirada.

No obstante, justo cuando Summermoon esbozaba una sonrisa maliciosa hacia su potencial presa, algo en su expresión cambió. Rodó los ojos con un aire de aburrimiento y, dejando escapar un suspiro cargado de vulgar cansancio, recostó su cuerpo de poni de nuevo en el sofá.

"Márchate. Dile a 'Doni', o a quien sea que esté a cargo, que no envíen a nadie más", ordenó con un leve movimiento de su casco, despectivo.

"Sí… sí, su eminencia", respondió la sirvienta con un tartamudeo entrecortado e inclinándose de forma torpe. Acto seguido, salió de la habitación con pasos apresurados.

Mientras la joven sirvienta se alejaba, Summermoon volvió la mirada para observarla una vez más. Mirándola desde atrás, las emociones dentro de ella florecieron como sombras furtivas.

"Qué adorable…" murmuró para sí misma, mordiéndose el labio. "Maldito Dhona… ¿de dónde demonios sacaste a estas preciosidades?"

La sirvienta en cuestion se trataba de una osa, mas precisamente una osita. De un intenso color rosa, con proporciones semejantes a las de un peluche, llevaba un uniforme de sirvienta de cafetería elegante que acentuaba su encantadora figura. Summermoon no podía apartar los ojos de ella. La forma en que se movía, con pasos cortos y nerviosos, solo aumentaba su deseo.

"Y si me la llevo… " pensó con oscura codicia, observando cómo la osita daba pequeños saltos para alcanzar una campana cerca de la puerta.

Justo cuando Summermoon comenzaba a incorporarse, con los ojos llenos de un deseo salvaje y una sonrisa que parecía partirle el rostro en dos, la campana sonó y, acto seguido, la puerta de la habitación se abrió. Sin más, la sirvienta desapareció sin mirar atrás.

KROOOOO.

La puerta de piedra, que antes se había abierto sin hacer ruido, ahora se cerraba con un breve pero molesto crujido que resonó por toda la habitación.

Summermoon, aún a mitad de su movimiento, se dejó caer nuevamente en el sofá, con el rostro inundado de decepción. Tras unos segundos inmovil en donde estaba. El pesado silencio que invadió la sala parecía tan denso como el té que acababa de beber.

Y entonces…

"¡UGHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!" Un gruñido feroz, similar al de una bestia iracunda, rompió la quietud del lugar.

"¡¿Por qué, por qué, por qué?!" comenzó a gritar, pataleando con furia mientras daba un auténtico berrinche infantil en el sofá, golpeando el aire con los cascos de poni que tenia.

Summermoon se sentía muy mal. Su errático comportamiento anterior daba fe de ello. ¿Qué tan mal se sentía? Esa era una pregunta sin importancia. Lo que uno debía preguntarse era, en cambio:

¿Qué cosas habían pasado para que ella se sintiera tan mal?

La respuesta era nebulosa.

Había llegado con sus hermanas a ese universo hacía menos de 24 horas, con una misión entregada directamente por su amo. No se habían demorado en ejecutarla. Si bien lo más importante de la misión ya se había completado, los objetivos secundarios que surgieron se convirtieron en un tema de discrepancia difícil de conciliar entre ellas. Tras una rápida "evaluación de liderazgo", se decidió que la "mayor" de las hermanas sería quien definiera los pasos a seguir para completar la misión de la manera más favorable posible a los intereses de su oscuro amo.

"¡Maldita Vim, tenías que abstenerte de participar justo ahora! "escupió rabiosa Summermoon, mordiendo el sofá como un perro y destrozando su acolchado interior.

La "evaluación de liderazgo" en cuestión había sido, en realidad, un simple juego de piedra, papel o tijera entre las hermanas. Aunque Summermoon solía ganar casi siempre en este tipo de competencias (gracias a los puntos de diferencia que obtenía frente a su insufriblemente aburrida hermana Vim), esta vez no había sido el caso. Vim, en su usual apatía, se negó a participar y dejó que Summermoon y la "mayor" resolvieran el asunto entre ellas.

El resultado no sorprendió a Summermoon. De hecho, ya lo esperaba, y eso la enfurecía aún más.

Sin posibilidades de ganar, tuvo que acatar las decisiones de la mayor, decisiones con las que estaba completamente en desacuerdo.

"No solo es tan aburrida como Vim. También tiene que ser igual de estúpida… "gruñó Summermoon, lanzando una oscura mirada mientras aplastaba el mueble con su cuerpo. El pobre sofá ya había perdido gran parte de su forma original y ahora era solo una masa deforme y destrozada de lo que alguna vez fue.

La primera orden que había recibido de la "mayor" fue:

«Busca a Dhona Oleg-Nar Dhazer en las moribundas tierras de Eufalia, encuéntralo y elimínalo.»

Al recordar esas palabras, la mirada de Summermoon se volvió gélida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.