La grieta

3

No, la respuesta para él era no, su orgullo decía que él de algún modo era el más valiente de los tres, y si era el mas valiente; no flaquearía con simple sangre de la matanza de algunos mineros locos que habían estado ahí, quizá se trataba todo de eso, una matanza entre mineros dementes. 
 —Mich, ¿ya me escuchas? — volvió a preguntar por la radio, pero hubo solamente silencio del otro lado. 
 Con un poco de miedo aún: decidió mejor entrar primero del lado izquierdo, haciendo una revisión desde afuera con la linterna, pero todo parecía tan hondo que la luz de la linterna parecía desvanecerse con la profundidad…, pero no parecía ser un pasillo hondo, se veía sumamente oscuro, pero se veía estrecho, cosa que; si no podía alumbrar bien, lo hizo retroceder y mirar mejor del lado derecho.  
 Pero del lado derecho escuchó los mismos pasos húmedos que había escuchado con anterioridad, en ese momento sus vellos se hicieron tan en punta que había tenido el mayor escalofrío de su vida, lo que vio le dejó tan asombrado como confundido, no había modo de darle explicación a ver la imagen de él mismo, con las prendas que llevaba en ese momento puestas, pero con la diferencia de que sus ojos no tenían el color marrón, no tenían color siquiera, eran totalmente blancos, y le miraba con una posición recta y la cabeza inclinada a la derecha. 
 Lo miró hasta que se dio cuenta que también contaba con las manos escurriendo en sangre, pero no estaba muy claro si se trataba de la sangre de la criatura que estaba frente a William. 
 No había duda de que era él, en el casco traía el nombre de identificación que tenía desde que lo había comprado, era una replica exacta con los ojos blancuzcos. Los pasos de William comenzaron a ser lentos automáticamente y comenzó a intentar rodearle, pero le hizo saltar el sonido de la estática del radio diciendo desde lo que parecía ser su propia voz pero con un tono de muerte: “el que sangra aquí, está destinado a morir”, y comenzó a enderezar su cabeza,  dejándola también colgar levemente hacia enfrente. Escuchó desde el camino de la izquierda el sonido de voces con un tono peculiar, voces que venían de pecho y no buscaban decir aparentemente nada. 
 Y pegó otro salto al de repente haber sido jalado desde sus espaldas, fue arrastrado por el camino en el que había estado caminando, viéndose a sí mismo verle como se alejaba, y posteriormente le veía aparecer de nuevo soltando lo que parecía ser unas motas de espeso polvo oscuro, y así parecía seguirlo mientras era arrastrado y comenzaba a escuchar a lo lejos el sonido de la soga automática jalándole.  
 Cuando salió de la mina, pudo verle aparecer tan cerca de él que parecía incluso haber respirado el aire que exhalaba la criatura, aunque en ningún momento le había visto hacer movimiento de pecho para respirar. Fue jalado costa arriba por la máquina y vio a la criatura de extrema semejanza a él viéndole desde abajo con unos ojos de color blanco destellante y una mirada pálida que representaba una fría, fría muerte.  
 Llegó a la superficie, donde fue inmediatamente levantado de la ropa por Michelle y Oliver. 
  —Me habías preocupado desde el momento en que no respondía la señal del radio —decía Michelle levantándole desde uno de los seguros del arnés—. Santo cielo ¿qué te pasó? 
 Y lo que vio le dejó la sangre aún más helada de lo que la tenía anteriormente, sus manos estaban llenas de sangre, sangre que por alguna razón no le ardía y no sabía si era de él mismo. Pero estaban escurriendo sangre.  
 —Creo que fue…, cuando subía, me agarré de un tronco o algo. 
 —Te llevaremos a lavar eso, no te preocupes. Después hablaremos de lo que sea que hayas visto o te haya pasado. 
 Y Michelle vendó sus manos para dirigirse todos juntos a casa. 
 William jamás dijo lo que había visto, aunque en ocasiones seguía soñando con el recuerdo de haber sido jalado por la soga y verse a sí mismo con los ojos blancos viéndole desde abajo.  

 El tiempo pasó y aparentemente todo transcurría normal, después de cuatro años juntos, se casaron William y Michelle, tres años después tuvieron a su primer hijo, Steve. Michelle comenzó a dar clases en una escuela preparatoria, Oliver se hizo escritor arqueólogo, siguiendo el mismo rublo de la exploración, y William había conseguido un trabajo más estable con una compañía que ofrecía mayor seguridad profesional para seguir investigando montañas. 
 Jamás volvió a bajar a la grieta. 
 Jamás volvió a ver la grieta a pesar de haber pasado por ahí más adelante, era como si se hubiese cerrado. 
 Jamás le contó a su familia que siempre que se bañaba sus manos comenzaban a brotar sangre de la nada, y no solo al bañarse, también al tener pesadillas y en las noches de insomnio. 
 Jamás le dijo a su familia que en ocasiones se veía a sí mismo con los ojos blancos en diversas partes de la casa. 
 Jamás dejó de sangrar. 
 



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En el texto hay: terror, nieve, exploracion

Editado: 31.07.2019

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