La grieta en el muro

Capitulo 6

Primer choque

“El amor fue prohibido porque ningún algoritmo puede controlarlo.”

El patio del Programa de Reajuste hervía bajo la luz blanca de los reflectores. No había sol, nunca lo había, pero los focos instalados en las torres imitaban un mediodía eterno. Los jóvenes se alineaban en hileras, divididos en grupos de cincuenta, cada uno con un instructor asignado.

Cassian se desplazaba entre las filas como un centinela. Su paso era firme, su expresión impenetrable. Para la mayoría de los presentes, él era solo una figura más de la jerarquía: distante, inalcanzable, imposible de cuestionar. Pero para Veyra, era algo distinto.
Un recordatorio.
Una provocación.

Lo vio detenerse frente a ella, el emblema plateado del Consejo brillando sobre su pecho. Sus ojos se cruzaron y, por un instante, ninguno apartó la mirada.

—Unidad 47—dijo Cassian, con la voz grave y calculada—. ¿Por qué no repite el lema?

Veyra arqueó una ceja. Había permanecido en silencio mientras los demás murmuraban la consigna del Consejo: “La emoción es caos. El caos destruye. El orden preserva.” No había sido un olvido; había sido un desafío.

—Porque no creo en mantras vacíos —respondió, sin bajar la voz.

Un murmullo recorrió la fila. Nadie hablaba así frente a un instructor, mucho menos frente a Cassian Valeris.

Él no se inmutó. Su mirada permaneció fija en ella, fría como el metal. Pero por dentro, una chispa de curiosidad se encendió. No era la primera vez que alguien desafiaba al sistema, pero nunca había visto tanta claridad en los ojos de una joven.

—Las creencias no son necesarias —replicó Cassian—. La obediencia sí.

—Entonces somos máquinas —espetó Veyra.

Un silencio denso cayó sobre el patio. Los demás jóvenes contenían el aliento, temerosos de que ese intercambio terminara con castigos inmediatos.

Antes de que Cassian pudiera responder, una voz interrumpió la tensión.

—Siempre tan teatral, Veyra.

Era Liora, una muchacha de cabello oscuro y mirada penetrante, otra interna del Programa. Tenía fama de sobrevivir gracias a su astucia, nunca destacando demasiado, nunca hundiéndose del todo. Sonrió con ironía al acercarse a Veyra.

—¿No te cansas de tentar a la Sala Blanca?

—¿No te cansas tú de agachar la cabeza? —replicó Veyra.

Cassian observó el intercambio con atención. Liora podía convertirse en una aliada peligrosa para Veyra… o en alguien que la delatara llegado el momento. La ambigüedad de su papel lo intrigaba.

A unos pasos de distancia, otro joven intervino: Daren, corpulento, con el cabello rapado y una cicatriz en la mejilla. Era uno de los “ejemplos” del Consejo, siempre dispuesto a denunciar cualquier irregularidad para ganar puntos en su historial.

—Unidad 47 es un riesgo —dijo, con la voz cargada de soberbia—. Todos lo vemos.

Veyra lo fulminó con la mirada. Daren era exactamente el tipo de persona que el sistema adoraba: fuerte, obediente, cruel con los débiles.

Cassian levantó una mano para silenciarlo.
—El Consejo decide qué es un riesgo —afirmó con autoridad—. No tú.

Daren cerró la boca, aunque su expresión dejaba claro que el tema no había terminado.

El resto del entrenamiento transcurrió en silencio forzado. Pero las miradas seguían cruzándose: Veyra desafiando, Cassian conteniendo, Liora midiendo oportunidades, y Daren acumulando rencor.

Cuando la formación terminó, los jóvenes fueron conducidos de regreso a los dormitorios. Cassian permaneció en el patio, observando las filas que se disolvían. Sabía que Veyra era un problema. Un problema que debía reportar.
Y sin embargo… no lo haría.

En la penumbra del pasillo, Veyra caminaba junto a Liora.

—¿Por qué me defendiste de Daren? —preguntó la muchacha.

Veyra no respondió de inmediato. Miró hacia atrás, hacia la figura de Cassian aún en el patio.
—Porque no me gusta deberle nada a nadie —murmuró al fin.

Lo que no dijo era lo que más la confundía: no estaba segura de si hablaba de Liora… o de Cassian.




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