La grieta en el muro

Capítulo 19

La chispa en la pantalla

El aire en la sala de proyecciones olía a electricidad y metal quemado. Las paredes lisas reflejaban la luz de los paneles, que pronto comenzarían a proyectar los himnos del Consejo. A esa hora, los internos aún estaban en el comedor; el lugar estaba vacío salvo por las cámaras que giraban lentamente en sus esferas negras.

Kaelen se deslizó primero, con pasos calculados. Sabía exactamente dónde debía meter las manos. Veyra lo seguía, tensa, mientras Liora sujetaba con fuerza un pequeño trozo de carbón que había escondido durante días.

—Cinco minutos —susurró Kaelen, arrodillándose frente a la caja de control. Sus dedos hábiles retiraron dos placas metálicas, dejando al descubierto cables brillantes.

Veyra se apostó junto a la entrada, alerta. El corazón le golpeaba el pecho como un tambor. No había vuelta atrás: si los descubrían, sería aislamiento o peor.

Liora se acercó a una de las pantallas. La superficie aún estaba fría, esperando recibir las órdenes del sistema. Con movimientos temblorosos, empezó a escribir sobre el panel secundario, el único donde el carbón podía dejar una marca visible.

"El Consejo no es eterno."

Las letras surgieron torcidas al principio, pero firmes al final. Liora las repasó dos veces hasta que brillaron bajo la tenue luz.

—Listo —murmuró, apenas conteniendo el temblor en su voz.

Kaelen levantó la cabeza desde el panel de cables.
—Un segundo más… ahí. —Giró un conector y el sistema parpadeó, como si hubiera sufrido un respiro. Sonrió con un destello de triunfo—. Cuando inicien la proyección, esa frase se mezclará con las imágenes.

Veyra sintió una oleada de fuego en el pecho. No era un ataque abierto, no era la caída del Consejo. Pero era una grieta. Una grieta hecha con sus propias manos.

—Vámonos —ordenó.

Salieron tan rápido como habían entrado, volviendo a sus lugares antes de que el resto de los internos fueran conducidos hacia allí.

Ninguno de los tres notó la figura que se mantenía en las sombras del pasillo contiguo.

Daren.

Sus ojos fríos y atentos habían seguido cada movimiento. Él no creía en alianzas ni en rebeldías silenciosas; creía en sobrevivir, y para eso había aprendido que ser útil al Consejo era la única garantía.

Mientras veía a Veyra, Kaelen y Liora desaparecer en la multitud, apretó los labios. No tenía intención de confrontarlos allí mismo. Era más inteligente guardar silencio… y denunciar en el momento oportuno. Un solo informe al supervisor y su posición dentro del Bloque ascendería. Tal vez hasta el Consejo lo notara.

Dentro de la sala, minutos después, los internos se sentaron en filas ordenadas. Las luces se apagaron, dejando la penumbra total. Entonces las pantallas cobraron vida.

Imágenes habituales: niños con uniformes, familias sonriendo bajo la bandera del Consejo, frases de obediencia repitiéndose en bucle. La voz metálica llenaba el espacio como un eco divino:
"La disciplina es libertad. La obediencia es salvación."

Y de pronto, en un parpadeo, entre las imágenes, apareció la frase.

"El Consejo no es eterno."

Solo por un segundo. Un destello. Pero suficiente.

Algunos internos no reaccionaron, tal vez pensando que era un error técnico. Otros giraron la cabeza, confundidos. Veyra apretó los puños con fuerza para no sonreír. Kaelen apenas pudo ocultar la satisfacción que le vibraba en el pecho.

Liora, nerviosa, bajó la mirada.

La proyección continuó como si nada. Nadie más parecía notarlo. Pero para los tres, esa chispa breve fue un grito silencioso: el sistema no era invulnerable.

En la penumbra del fondo, Daren lo había visto todo. Y ya había decidido qué hacer con esa información.




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