La guardaespaldas del Mafioso

Capítulo 6 - A su completa merced

Clara intentó abrir sus párpados con todas sus fuerzas, los sentía pesados sobre sus ojos, como si fueran dos persianas rotas que tapaban toda la luz y la visión del bar.

“¿Qué me está pasando?” Se preguntó a sus adentros. “Debe ser el cansancio de tantas horas despierta” concluyó.

-¿Te sientes bien?-

Por un momento la castaña se había olvidado del hombre apuesto que le había invitado un Martini.

-Oh… estoy bien, solo un poco cansada- respondió avergonzada.

Se acomodó en su asiento, un alto taburete de madera y rogó no caerse de lleno contra el suelo cuando sintió que por un segundo perdía el equilibrio y todo le daba vueltas. – Perdona… ¿Qué decías?- No recordaba haber hablado en bastante tiempo y tampoco recordaba qué le había estado diciendo el hombre, solo había visto cómo sus labios se movían sin emitir un sonido, como si sus oídos hubieran dejado de escuchar de repente.

La línea recta que eran los labios de Demian se curvaron hacia arriba en una sonrisa extraña que la joven no pudo descifrar pero que le causó escalofríos en su nuca.

-Te estaba preguntando ¿Qué hace una chica tan linda como tú en un lugar como este? Deberías estar brillando en las grandes pasarelas. – dijo escaneando su cuerpo.

Por alguna razón el cumplido del joven no la hizo sentirse halagada, más bien incómoda, aunque de todas formas sonrió para no ser maleducada con él, después de todo el dinero de ese hombre la salvaría de su deuda.

-Gracias por el cumplido- apenas pudo decir.- Aunque no lo creo- exclamó con una risita.

-¿No lo crees? Eres más hermosa que muchas de aquí, tú no deberías estar aquí, en este lugar apestoso y de mala muerte, tú vales más.

Clara sonrió incómoda y desvió sus ojos color miel de la mirada penetrante del hombre que parecía atravesarla.

-Disculpa… voy a pasar al baño- exclamó con un hilo de voz.

Necesitaba tomar un respiro, lavarse el rostro con agua fría o hacer algo que la despabile de su cansancio repentino. La noche estaba en pañales y no podía quedarse dormida sobre la barra, de esa forma el hombre no le pagaría por su tiempo.

Pero apenas bajó un pie sobre el suelo sintió que perdía el equilibrio y se iba con todo y silla hacia el suelo, de no ser por la rápida reacción de Demian que la sostuvo con sus fuertes brazos contra su cuerpo.

-¿Estás bien?- preguntó preocupado.

La joven sintió náuseas, y le dolía mantener los ojos abiertos, le mareaba que todo diera vueltas y estuviera distorsionado, hasta el mismo rostro del hombre se veía borroso en sus ojos húmedos.

-S-si… lo siento- apenas pudo decir.

-No te ves muy bien- sentenció con la voz grave, que la ayudó a apoyarse con la barra.

-Lo estoy, solo un poco mareada- dijo tratando de salir de los brazos de su cliente, pero sin éxito, como si sus brazos se hubiesen vuelto gelatina.

-Ven conmigo, te llevaré a un lugar menos ruidoso donde puedas descansar- exclamó tomando su brazo y tironeando de ella fuera de la barra.

Clara ya no pudo hablar y se sintió un papel en el viento mientras Demian la jalaba fuera de la mirada de todos, pasando por el costado de la barra por una salida que estaba tapada por una cortina de piedras brillantes que atravesaron y apareció frente a su vista un largo pasillo con luces de neón y miles de puertas a cada lado.

-Vamos…- exclamó haciendo que atravesara el pasillo.

La joven miró con curiosidad el lugar que nunca antes había visto, y observó que algunas puertas estaban abiertas, dentro de ella había mujeres semidesnudas, a algunas de ellas las reconocía, eran sus compañeras de baile en el escenario pero que ahora estaban con hombres adinerados también en paños menores.

Vio justo cuando un hombre salía de una de las puertas acomodándose la corbata y que tenía la camisa arrugada y el cabello revuelto, y además una sonrisa de satisfacción en su rostro. Antes de que la puerta se cerrara por completo pudo ver a una mujer desnuda dentro.

Sus alarmas se activaron y se frenó de golpe, haciendo que el joven se girara con una expresión de fastidio en su rostro.

-¿Qué sucede? Apenas puedes mantenerte en pie- protestó duramente, como si hubiese perdido toda su caballerosidad de golpe.

-Creo que mejor me voy a mi casa- dijo con la voz débil- L-Lo siendo por las m-molestias- balbuceó.

Intentó soltar la mano del hombre de su brazo, pero esto solo hizo que se apretara aún más alrededor de su piel que parecía arder como si le hubiese subido la fiebre.

-Vamos, necesitas recomponerte- sentenció y siguió jalándola hasta una de las puertas, que abrió con una llave que sacó de su bolsillo y entraron juntos.

Apenas Demian soltó a la joven de su agarre, tuvo que acercarse a la cama porque sentía que sus piernas habían dejado de funcionar y que sus rodillas se aflojaban. Cayó boca arriba mirando el techo que no dejaba de girar.

Cerró los ojos con fuerza y liberó un quejido de dolor, todo su cuerpo estaba débil, sus extremidades le pesaban y el calor la estaba haciendo sudar y sofocar.

Escuchó una risita burlona a lo lejos, sintió que la cama se hundía al lado suyo, y que un aliento caliente chocaba contra su oído, haciéndola estremecer.

-Ahora voy a hacer lo que yo quiera contigo Clarita, me debes mucho dinero, toma esto como el pago de tu deuda.- Sintió la lengua húmeda y caliente pasar por su oreja.

Intentó defenderse, usando las técnicas que tanto sabía y que podrían tumbar a cualquiera, pero sus brazos no se movieron, no escuchaban sus órdenes.

Estaba a completa merced de ese monstruo vestido de cordero.

-Ni te gastes en intentar huir de mí, con la droga que te dí vas a estar a mi merced por un par de horas- se burló y Clara sintió morirse, estaba entregada por completo a ese hombre cruel y lo único que podía hacer era ver todo lo que le hacía sin poder defenderse ni gritar.

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Ivan se encontraba tamborileando sus dedos contra el escritorio, habían pasado varias horas desde la última información que sus hombres le habían dado de la misteriosa joven que había aparecido de golpe en su vida.




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