La guardaespaldas del Mafioso

Capítulo 8 - Te propongo un trato

La señora cerró la puerta detrás de sí dejando a la joven castaña con el vestido entre sus manos y confusión en su rostro. Levantó la prenda delante de ella con rabia y la arrojó a un costado sin cuidado.

“Está loco si cree que voy a ponerme ese maldito vestido” Bufó a sus adentros

-Necesito salir de aquí- murmuró pensando en sus posibilidades. No tenía idea de donde estaba, si estaba cerca de su casa o siquiera en la misma ciudad.

Recordaba que la mujer amable le había dicho que unos hombres la esperaban fuera del cuarto para llevarla al comedor, seguro eran los guardaespaldas del idiota ese llamado “Sr. White”. La joven estaba familiarizada con ese tipo de gente y estaba más que segura que ese hombre misterioso no era alguien de quien fiarse y tenía bien en claro que “Desayunar” no iba a significar solamente eso.

Miró con desespero hacia todos lados. Había una puerta que conducía a un baño del mismo tamaño que la habitación, pero nada más, volvió sobre sus pasos hacia el cuarto y supo que su única salida era la ventana.

-Bien, aquí vamos- exclamó por lo bajo caminando hacia el gran ventanal que abrió con cuidado, tratando de no hacer ruidos que alertaran a la gente que estaba del otro lado.

Cuando la ventana se abrió, una ráfaga de viento la empujó hacia atrás con fuerza, y cuando se asomó haciendo que sus cabellos se arremolinaran sobre su cabeza, sintió el vértigo en su pecho.

Era alto, muy alto, estaba en un segundo piso de una gran casa que se abría hacia los costados en miles de ventanas y enfrente un gran patio con lo que parecía un bosque personal, a lo lejos podía ver la carretera.

“Si tan solo pudiera llegar hacia allí” Pensó preocupada.

Miró hacia abajo y vio que la pared de afuera sobresalía lo suficiente como para poder pararse sobre ella y que ese mismo piso llevaba a lo que parecía un desnivel del cual podría saltar y quizás con suerte solo doblarse un tobillo.

“Vamos Clara, tú puedes” Se dio valor a sí misma mientras respiraba hondo y tomaba el impulso suficiente para sentarse en el marco de la ventana.

-Bien, aquí vamos- exclamó bajando con mucho cuidado uno de sus pies descalzos contra el piso del otro lado.

-Señorita ¿Ya se encuentra vestida?- una voz que venía desde fuera de la habitación la descolocó y la hizo desesperarse, pisando con fuerza del otro lado y aferrándose al marco de la ventana con las manos temblorosas.

No contestó y solo siguió pasando su cuerpo por el ventanal.

La puerta se abrió lentamente, como si el guardaespaldas temiera ver a la invitada de su jefe en paños menores y que eso le costara el trabajo o la vida.

-¿Señorita?

Cuando levantó la vista y vio el vestido en el suelo y sin rastros de la mujer, entró en pánico. Hasta que sus ojos desesperados se encontraron con los de la joven que lo miraban desde la ventana.

-¡Señorita! ¡Se va a caer!- exclamó corriendo hacia ella.

“Mierda, mierda” Pensó mirando hacia fuera de la ventana y pasando su pierna faltante ignorando el vértigo que sintió cuando ya no tenía el piso seguro de la habitación para salvarla.

De no ser porque el guardaespaldas la agarró del brazo, Clara se hubiese arrojado hacia el vacío, porque prefería morir que estar en manos de esa gente que tenía el dinero y el poder suficiente como para deshacerse de ella sin que nadie se enterase.

La joven no tenía idea de lo que había hecho ni qué había pasado para despertar en esa mansión que parecía un castillo, pero lo que sí sabía era que tenía que evitar a toda costa que la retuvieran allí.

-¡Suéltame!- chilló cuando sintió que los brazos del hombre la alzaban y la metían de nuevo al cuarto cayendo encima del guardaespaldas por el fuerte envión.

Clara se levantó rápidamente y miró la puerta abierta de la habitación, era su oportunidad. Corrió con todas sus fuerzas, pero otro hombre se paró obstruyendo su única salida. No dudó en darle un fuerte puñetazo en la mejilla que lo hizo trastabillar hacia atrás y dejarle el camino libre.

Clara corrió por el largo pasillo con el corazón en la garganta y el sudor en su frente, rogando que la salida estuviera cerca, pero no, había más hombres. ¡Parecían salir de debajo de la tierra! No supo cuántos rostros golpeó y pateó hasta cansarse.

Respiró agitada, quitándose los cabellos de la frente y sintiéndose orgullosa de que aún mantenía sus técnicas de pelea a la perfección. Sonrió victoriosa y comenzó a caminar por el pasillo, pero de repente la levantaron en el aire y como si no pesara nada. Su estómago terminó en el hombro de alguien.

-¡Suéltame maldito!- chilló y golpeó con sus puños la espalda del hombre.

-Cálmese señorita, estamos llegando tarde al desayuno.- dijo con tranquilidad el hombre, que la bajó sin problemas por la escalera.

-¡Me importa una mierda el maldito desayuno!- chilló.

-Puedo notarlo, ni siquiera te pusiste el hermoso vestido que te dejé en el cuarto-

“Esa voz…”

-Bájame- gruñó al hombre que la mantenía de espaldas a la voz sospechosa.

El guardaespaldas miró a su jefe que asintió con la cabeza y la bajó con cuidado en el suelo. Clara miró con furia al hombre que había osado levantarla y le propinó un cachetazo con fuerza.

-¿Vas a seguir golpeando por mucho tiempo más a mis hombres?- exclamó divertido el jefe mafioso.

-Déjame salir de aquí y voy a dejar de hacerlo- gruñó girándose hacia la voz que le sonaba familiar- ¿Tú?- exclamó desconcertada- ¿Tú eres el señor White?

-A sus órdenes- exclamó inclinándose en forma burlona. Caminó hacia la joven que retrocedió a la defensiva- Tranquila…- murmuró mirándola con sus ojos oscuros y penetrantes que parecían atravesar su piel.

-Déjame salir- ordenó.

-Nadie te está impidiendo que te vayas.

-Bien…- sentenció caminando hacia lo que parecía la salida.

-Espera…- exclamó el joven, tomándola del brazo- Primero desayunemos, tenemos mucho de qué hablar ¿Acaso no quieres saber cómo llegaste hasta aquí?- dijo incrédulo.




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