La guardaespaldas del Mafioso

Capítulo 13 - White

Sorprendentemente Clara abrió sus ojos color miel antes de que el despertador sonase, eso jamás le había pasado antes. Aunque siempre había sido una madrugadora, le había costado dar la bienvenida al nuevo día.

Pero esta vez una gran sonrisa se esbozó en su rostro mientras se estiraba debajo de las suaves sábanas y gemía de placer, como si nunca antes hubiese dormido tan bien como esa noche.

“¿Por qué Será? ¿Será por lo cómoda que era la lujosa cama?”

No tuvo que indagar mucho más, cuando se quitó las sábanas de encima suyo se dio cuenta de que estaba completamente desnuda, avergonzada de sí misma se volvió a cubrir ocultando su rostro.

Tapó su boca con las sábanas y chilló avergonzada, recordando lo que había hecho a noche, el pecado que había cometido, rápidamente corrió hacia la ducha y se metió debajo de la lluvia helada que chocó contra su cuerpo caliente, porque el solo hecho de recordar el aliento caliente de esa voz tan varonil contra su cuello y ese aroma tan embriagador había hecho calentar una vez más hasta sus entrañas. Necesitaba bajar esa fiebre de nombre Ivan White cuanto antes.

Sollozó mientras se frotaba el cuerpo, sabiendo que no iba a poder evitar que en algún momento del día se cruzara con esos ojos negros.

¿Y si no podía controlarse?

Quiso darse un golpe de reprimenda, pero en vez de eso salió del baño y se colocó su uniforme color negro tratando de fingir que nada estaba sucediendo en su mente.

Suspiró antes de abrir la puerta del cuarto y colocarse una máscara de póker como si los acontecimientos de la noche anterior no la torturasen. Tímidamente se asomó por la entrada del gran comedor donde desayunaban todos los empleados y suspiró aliviada al notar que Ivan no estaba a la vista.

“Pues claro que no está. ¿Por qué comería aquí junto a sus empleados?” Pensó para sí misma, recordando la habitación donde la había llevado la primera vez en donde tenía su comedor privado.

Se acercó a una gran mesa donde había platos limpios y tomó uno de ellos. Observó con fascinación la cantidad de opciones que tenía para desayunar. Todo se veía exquisito ante sus ojos, desde frutas de todo tipo hasta una gran variedad de panificados.

Lamentablemente su estómago estaba anudado, aún estaba con los nervios de punta y solo pudo servirse un vaso de jugo de naranja y dos tostadas de pan de salvado y mermelada de frutilla que sentía que no iba a poder terminar.

La joven castaña se volteó hacia el gran comedor sintiéndose duramente observada, la mayoría de las mesas estaban ocupadas por los guardaespaldas de la familia, quienes reían con fuerza de bromas privadas que la excluían, también la miraban de reojo con una advertencia en sus miradas.

“Ni se te ocurra desayunar con nosotros”

Clara trató de ignorar las crueles miradas, de todas formas, no iba a allí a hacer amigos, solo a trabajar.

Con su plano y su vaso caminó vacilante a través de las mesas buscando una que estuviera alejada y vacía. No esperaba que le metieran el pie delante suyo haciéndola trastabillar varios pasos hacia adelante tratando de no dar su cara de lleno contra el suelo debido a que tenía las manos ocupadas.

Por lo que más pudo sostuvo con fuerza el jugo de naranja que sólo rebalsó un poco escurriéndose por su brazo, en cambio las tostadas no corrieron con la misma suerte, ambas salieron volando frente a sus ojos y cayeron contra el sucio suelo de boca hacia abajo, aplastando la mermelada entre el suelo y el pan.

Risas comenzaron a sonar con fuerza detrás de ella mientras miraba su desayuno arruinado. Se giró con el rostro enrojecido por la humillación, pero nadie parecía ser el culpable, todos estaban mirando hacia otro lado, lo que hizo que saliera humo de sus oídos. Con los puños cerrados con fuerza se giró nuevamente sobre sus pies.

Una empleada ya estaba limpiando el desastre.

-Deja que yo…- intento decir, pero la mujer le sonrió y negó con la cabeza mientras limpiaba la mermelada del suelo.

-No te preocupes- dijo con una voz que le trajo paz- Por cierto, acabo de limpiar la mesa al lado del ventanal, dejé un cartel de “peligro mojado” para que nadie se sentara, es toda tuya.

Clara sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas por el gesto de la mujer, últimamente todo parecía irle de mal en peor.

Tímidamente se inclinó con un “Gracias” casi inaudible y se apresuró hacia la mesa con su vaso de naranja ahora hasta la mitad.

Efectivamente era el mejor lugar de todo el comedor, no solo porque estaba lejos de los idiotas de sus compañeros, sino porque la vista era maravillosa, el ventanal daba justo a una gran fuente de mármol color blanco que tenía en medio la estatua de una mujer hermosa que liberaba chorros de agua cristalina de su cabello. Clara se quedó embelesada mirando esto, hasta que un ruido sordo la sacó de sus pensamientos.

Alguien había puesto su plato en la mesa.

¿Realmente alguien quería sentarse con ella?

Con fastidio se giró hacia el desconocido, clavándole una mirada asesina advirtiendo que no estaba para más bromas.

-Lo siento ¿Molesto?- exclamó el joven.

Clara lo observó detenidamente, se notaba que era más joven que ella, el chico aún conservaba su rostro y mirada juvenil. No parecía ser uno de los guardaespaldas del jefe, especialmente porque a diferencia de los demás, tenía una contextura delgada y que parecía casi frágil y quebradiza.

La joven no pudo contra esa dulce mirada y su ceño fruncido se borró de su entrecejo.

-Eh n-no claro que no, siéntate- exclamó.

El joven sonrió aún más y se sentó delante de ella.

-Vi que estabas sola y quise hacerte compañía, además me gusta mucho este lugar ¿No crees que tiene la mejor vista?

Clara parpadeó conmocionada y asintió con la cabeza.

-Sí, la tiene.

El joven asintió estando de acuerdo y arrastró el plato al medio de la mesa.

-Ten, traje para ambos.




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