La guardaespaldas del Mafioso

Capítulo 15 - Ni lo intentes

Ivan no estaba escuchando nada de su reunión matutina, asentía con la cabeza y de vez en cuando respondía con un “Si” para que no se notara tanto que no podía quitar de su mente el incómodo encuentro que había sucedido esa mañana. Lo cierto es que sabía que en algún momento eso iba a suceder, su padre iba a cruzarse alguna vez con Clara. Solo que no esperaba que fuera tan pronto.

Sus palabras giraban por su cabeza sintiendo su cuello y sus orejas enrojecerse por la humillación. Le había dicho a esa mujer cabeza dura que no permitiría que nada le pasara y lo había dicho frente a su padre.

La verdad es que era cierto, la sola idea de imaginarla en peligro le hervía la sangre y sabía que mataría a cualquier que lo intentara. Por ello es que estaba comenzando a cuestionarse si realmente la quería como guardaespaldas o la quería para algo más.

“Basta, eso no va a suceder” Le dijo la voz sensata de su cabeza. Sacudió con fuerza sus ideas y se prometió prestar atención a la reunión, necesitaba distraerse, aunque en su mente rogaba que el próximo encuentro con Clara fuera pronto. La sola idea de saber que ambos estaban bajo el mismo techo lo reconfortaba.

-Y por último, le recuerdo que hoy tiene una cena importante- exclamó su secretario.

-Cierto, lo había olvidado- respondió francamente- Prepara todo para esta noche.- ordenó sin tener que darle más explicaciones, su secretario sabía que hacer.

-Si señor.

-Ah y por favor, consígueme un lindo vestido de gala.

-¿Señor?- preguntó confundido.

-Para mí guardaespaldas.

Su asistente lo observó con una ceja enarcada y una mirada incrédula. Iván tosió incómodo.

-Es para que no noten que es mi guardaespaldas.- Mintió.

-Oh si claro, señor.- respondió rápidamente el hombre, guardándose sus comentarios- ¿Algún estilo en especial?

-Que resalte su cabello castaño y sus ojos color miel.

Su secretario lo observó en silencio y sintió que estaba siendo muy blando y vulnerable frente a él.

-¿Qué esperas para irte?- exclamó duramente, escondiendo su lado humado.

Su secretario volvió en sí, levantándose de golpe y saliendo rápidamente de allí.

Ivan se inclinó sobre su asiento, mirando hacia el techo con una sonrisa tonta, no podía esperar para ver a Clara vestida elegante y acompañándola a una cena.

-Cómo si fuera nuestra primera cita- murmuró perdido en la historia que se había hecho en su cabeza.

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Si algo le gustaba de su nuevo trabajo, era que tenía todas esas hermosas máquinas musculares que podía utilizar todas las veces que quisiera y sudar hasta no poder más.

Sonrió alegre al ver su reflejo contra el espejo del gimnasio. Estaba colorada, con sus cabellos pegados a su frente y su pecho subiendo y bajando de la agitación.

-Clara….

La nombrada se volteó, encontrando a uno de sus compañeros, ya vestido con su traje, mirándola con fastidio.

-¿Qué?- Respondió sin intentar ser amable, lo bueno era que con ellos no tenía que fingir amabilidad, ambos sabían que no se soportaban.

-El señor White te llama.

-¿Ivan?

El hombre apretó con fuerza la mandíbula al escuchar que esa novata nombraba informalmente a su jefe, nadie se había animado a tanto.

-No, su padre- sentenció dándose media vuelta para que lo siguiera.

Clara tragó saliva pesadamente y lo siguió.

-Estás fuera- murmuró el hombre para sí mismo, pero la joven lo había escuchado.

“Sí, creo que estoy fuera. Seguramente le caí pésimo y ahora va a echarme a la calle” Pensó nerviosa, mientras se frotaba las manos con nerviosismo y aceleraba el paso.

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El guardaespaldas personal del padre de Ivan abrió la puerta de una habitación minimalista y pulcra y se hizo a un lado para que pasara. Tímidamente y con los nervios de punta, Clara atravesó la puerta y se encontró con el hombre postrado en su cama. Aunque estuviera horizontal, rodeado de cables y máquinas que hacían pitidos extraños, la joven aún se sentía intimidada por su presencia.

-Permiso- exclamó llamando su atención.

El hombre se giró hacia ella y con el control que tenía en su mano levantó la parte del respaldo de su cama para quedar en 90 grados.

-Dime clara ¿Por qué decidiste tener este trabajo?- preguntó.

El hombre era tan directo que le irritaba, ni siquiera intentaba ser educado.

Clara se puso nerviosa, sintiendo el sudor de sus manos.

-Bueno… simplemente necesitaba el dinero- respondió con total honestidad.

El hombre la observó en silencio por un tiempo, como si no creyera en sus palabras.

-¿Tus padres saben que estás trabajando para el Grupo Sol?- inquirió.

Clara tragó saliva y se relamió sus labios resecos, de repente hacía mucho calor en esa habitación.

-Ellos están muertos- exclamó incómoda.

-Ya veo…- respondió pensativo- ¿Cómo murieron?

Clara sintió su sangre hervir, pero lo oculto.

¿Qué le importaba? Era su vida privada, además, estaba más que segura de que un hombre con el poder de él podría averiguar todo de su vida sin tener que hacer mucho esfuerzo.

-Asesinados, por unos delincuentes que entraron a robar en la tienda- exclamó secamente, sintiendo su corazón contraerse al decirlo en voz alta. Aunque la muerte de sus padres siempre le pasara en su espalda, por el rencor a esos hombres que le arrebataron su infancia, Clara no hablaba del tema con nadie, fingiendo que estaba superado.

Creyó que estaba alucinando, pero juró haber visto un brillo en los ojos oscuros de ese hombre y una pequeña sonrisa que se borró rápidamente, acompañada de un pesado suspiro que pareció ¿Alivio?

Quizás estaba enloqueciendo.

-Escucha Clara…- continuó el hombre- Mi hijo puede ser un cabeza dura, cuando quiere algo se encapricha y no me escucha, aunque sepa que tengo la razón, así que será mejor que tú me escuches, siento que eres una mujer sensata y vas a hacer lo correcto.




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