La guardaespaldas del Mafioso

Capítulo 17 - Erik Black

-Clara…

La nombrada se levantó del suelo, casi tropezando con la larga falsa que se enredó en sus tacos. Aún no era capaz de dirigir su mirada hacia su jefe, estaba avergonzada, pero peor aún, estaba dolida y muy celosa de la hermosa mujer que había estado con su jefe.

-¿Hace cuando que llevas ahí?- preguntó incómodo ¿E-escuchaste algo?- dijo temiendo que si lo hubiera hecho.

-No…- respondió cortante- Recién llegaba, solo me tropecé con el estúpido vestido- carraspeó incómoda y tragándose sus lágrimas.

-Ah… ya veo. –

Definitivamente esta no era la manera en la se había imaginado cruzarse con Clara. Había pensado en verla caminar en cámara lenta, como si estuviera en un ensueño, que ella llevaría una radiante sonrisa que era dirigida a él, solo para él, y se acercaría y tomaría su brazo para caminar juntos hacia el coche.

En vez de eso, Clara ni siquiera lo miraba a los ojos y parecía odiar el vestido.

-Bien, vamos, que se hace tarde- sentenció el hombre, levantándose de la cama de un solo movimiento.

Clara desvió aún más su mirada al sentir que Ivan se acercaba hacia ella. Sintió el latir de su corazón contra su pecho cuando el hombre estuvo a solo unos centímetros de su cuerpo.

Imaginó que ahora le ofrecería su brazo y con una sonrisa con hoyuelos le diría “¿Vamos?”

Pero nunca pasó, sintió la mirada del azabache sobre ella, un suspiro pesado y luego siguió su camino saliendo del cuarto.

-Te espero abajo.

Clara se quedó en shock, mirando sus manos temblando de la rabia y también de la tristeza que la invadía. Realmente era muy ingenua al creer que las cosas se darían de otra forma.

Ivan entró al coche en el asiento trasero y miró por la ventana esperando a que Clara atravesara la puerta.

¿Por qué había creído que podría ser como una primera cita? Tenía que recordar que ella solo estaba allí porque era su trabajo y que, si se había puesto el hermoso vestido, fue porque él era su jefe y obedecía sus órdenes, se sintió un idiota al creer que lo haría con gusto. Fue un iluso.

Clara finalmente apareció en su vista, y aunque sabía que todo estaba en su cabeza, no pudo evitar que la respiración se le cortara al verla bajar las escaleras con tanta gracia y belleza, para él fue verla en cámara lenta, con su falda al viento, sus mechones rebeldes terminados en rizos y su mirada tensa pero hermosa.

Todo su ensueño se acabó cuando Clara entró al coche y cerró la puerta con fuerza, haciéndolo volver a la cruda realidad.

-Bien, vamos- dijo secamente la joven.

Ivan alejó su mirada de ella e hizo un gesto a su chofer para que arrancara.

La primera mitad del viaje ambos estuvieron en silencio, cada uno mirando hacia su ventana. De repente todo era incómodo, no era un silencio de esos que se disfrutan, sino uno que el joven necesitaba que se acabara, necesitaba decir algo, lo que sea, arreglar las cosas, aunque no sabía que había hecho mal.

-Clara yo…

-Está bien Señor White, lo que haga o deje de hacer en su vida privada no es de mi incumbencia, hagamos de cuenta que no vi nada- exclamó antes de que pudiera terminar de hablar, pero aun sin mirarlo a los ojos.

“Señor White” Sus palabras se habían clavado como agujas en todo su cuerpo.

Ivan quedó desconcertado, quería decirle que no había sucedido nada con esa mujer, aunque en realidad no entendía porque tendría que darle explicaciones si no eran nada, pero por alguna razón su corazón le pedía lo contrario.

-En realidad no pasó nada- se apresuró a decir.

Clara hizo silencio que se sintió como una eternidad.

-No tiene por qué darme explicaciones- respondió finalmente, aun mirando por la ventana- Solo soy su guardaespaldas.

Lo que Ivan no vio fue que una tímida y cristalina lágrima cayó de su rostro y que limpió con disimulo.

“¿Y si quiero que seas más que eso?” Pensó a sus adentros, pero no dijo nada. Suspiró pesadamente y dejó de mirar la hermosa nuca de la muchacha.

-Tienes razón, no debería explicarte nada-

Clara asintió con la cabeza y no dijeron más nada, fue el viaje más incómodo de sus vidas.

Por un lado, Clara estaba repitiéndose mentalmente que lo que ni siquiera había comenzado se había acabado.

Por el otro estaba Ivan que se repetía que su prioridad era el negocio familiar, y que esa mujer lo había distraído mucho, tenía que volver a ser el de antes.

Un hombre sin corazón.

Finalmente llegaron al evento junto con otro coche que llevaba a sus demás guardaespaldas, todos bajaron y caminaron por una elegante alfombra color vino. Ivan caminó por delante, y aunque se giró hacia la joven deseando que por lo menos caminara a la par suyo, ella parecía más concentrada en cubrir su espalda y mirar hacia a todos lados con una mirada astuta y felina.

Ivan suspiró y siguió su camino hacia dentro del salón de eventos.

Allí se cruzó con muchas personas importantes a quienes les regaló unos minutos de su tiempo para conversar de forma astuta y siempre aprovechando para hacer algún que otro negocio.

Sus hombres y Clara se habían colocado en lugares estratégicos del salón para mantenerlo vigilado de la mejor manera.

La castaña había recibido un auricular desde donde podía hablar y escuchar a sus compañeros por cualquier cosa que pasara. Su mirada color miel estaba atenta a todos los invitados, aunque de vez en cuando no podía evitar detenerse en ese hombre al que estaba protegiendo con su propia vida.

Ivan White era un hombre apuesto, de eso no le cabía la menor duda, pero esa noche estaba particularmente resplandeciente, su sonrisa estaba más radiante que nunca y hasta lo había escuchado reír varias veces con una voz melódica que la había hecho sonrojar.

Lo que le llamó la atención fue que su traje negro de dos piezas y su camisa color gris oscuro estaban combinados con una corbata color dorado y un pañuelo del mismo color. Justo como su vestido.




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