La guardaespaldas del Mafioso

Capítulo 20 - Una broma de mal gusto

Clara agradeció a sus adentros tener una bolsa de boxeo libre para poder golpear con fuerza. Necesitaba desquitar toda la bronca que tenía dentro. Golpe tras golpe, patada tras patada recibió la bolsa que se movía de un lado al otro por la fuerte zarandeada que le estaba dando la castaña.

Clara estaba furiosa con Ivan, la tenía confundida y esa confusión la ponía aún más furiosa.

-¿Qué quieres de mí?- gruñó por lo bajo, dando otro golpe con sus nudillos que le dolió pero ignoró.

Mientras la joven seguía practicando, no notó las miradas celosas de sus compañeros. Tenían envidia de esa misteriosa muchacha que había llegado de la nada y se había convertido en una de las guardaespaldas principales del señor White sin siquiera pasar el arduo y dificultoso entrenamiento.

Cualquier otro hubiese tardado años en poder llegar siquiera a conseguir un puesto tan prestigioso como ese. ¿Ser la mano derecha de Ivan? Ese puesto no lo tenía cualquiera, tenía que ser alguien de confianza.

En las familias mafiosas se sabía que hasta los que te cuidaban te podían traicionar. Era muy importante que a la persona que se elegía para tener el privilegio de cuidar a los más importantes se le tuviera la mayor confianza posible. Porque esta persona podía entrar a los cuartos sin permiso, caminar detrás de ti y hasta velar tu sueño, por lo tanto, tenía que ser alguien que no te apuñale por la espalda.

Por eso los demás odiaban a Clara, no podían comprender cómo había ganado esa confianza, pero además la odiaban especialmente porque su sueldo era mucho más grande que el de ellos, al igual que su prestigio.

Todos gruñeron mientras la veían entrenar, hasta que a uno de ellos le vino una idea divertida para molestar a la joven y quizás conseguir que la echaran o, aunque sea, la bajaran de nivel.

El joven les susurró a sus compañeros al oído su idea y todos rieron y asintieron con la cabeza. Uno de ellos salió apresurado del gimnasio mientras otro se acercó hasta la joven.

-Clara…- exclamó tratando de sonar lo más convincente posible.

Clara dejó de golpear la bolsa y la sostuvo con sus brazos firmes y sudorosos para que dejara de tambalearse.

-¿Qué?- respondió agitada y completamente sudada.

-El señor White está pidiendo por usted urgente en su cuarto- dijo tratando de no mostrar su sonrisa maligna.

Clara enarcó una ceja con sospecha.

“¿Realmente quiere verme luego de la discusión de hace un rato? Quizás quieres disculparse” Pensó saliendo de allí sin decir más nada.

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Clara tocó la puerta del cuarto de su jefe, luego limpió el sudor de sus palmas en su pantalón deportivo, pero no era por el entrenamiento, aunque la joven no lo admitiera, era por el nerviosismo de estar otra vez a solas con ese hombre sin saber lo que iba a suceder detrás de esa puerta. Esperó lo que le pareció una eternidad sin recibir respuesta del azabache.

-Señor… ¿Me llamó?- preguntó manteniendo las formalidades.

Esperó en silencio y nada, solo podía escuchar el repiqueteo de su corazón loco contra su pecho.

“Un momento…. Esto es extraño, ¡Ivan podría estar en problemas!”

De repente su lado defensor se activó y sonaron las alarmas de emergencia.

“¡Podría estar muriendo mientras estoy aquí parada como una inútil!”

Rápidamente entró casi arrojándose hacia adelante y se paró en posición de ataque con sus puños cerrados frente a su cuerpo, lista para atacar a cualquier que intentara hacerle daño a su jefe.

Miró hacia todos los rincones del cuarto con sus ojos linces, sin encontrar a nadie más que su reflejo en el espejo. Extrañada bajó los puños a los costados de su cuerpo y se rascó la nuca confundida, no entendía qué estaba sucediendo. ¿Dónde estaba Ivan?

De repente escuchó unos pasos apresurados y extraños desde el pasillo, definitivamente ese caminar no era el de Ivan. Sus alarmas volvieron a activarse y miró hacia todos lados buscando un escondite. Si iba a atrapar al enemigo lo mejor sería agarrarlo en el acto, así no quedaban dudas de su culpabilidad.

Casi entró en pánico al darse cuenta que los únicos lugares eran las cortinas casi transparentes y bajo la cama, eligió la opción dos y en un ágil movimiento se deslizó por debajo con el rostro hacia la puerta.

Trató de contener su respiración y miró fijamente hacia la entrada mientras una gota de sudor bajaba por su frente. De repente unas piernas esbeltas y unos tacos rojos de terciopelo aparecieron en escena y caminaron uno delante del otro con un caminar elegante y sensual hasta la cama.

Clara se tapó la boca antes de que una exclamación de indignación saliera de sus labios, vio como las largas piernas se giraban alrededor del cuarto como si buscaran algo antes de sentarse en el borde de la cama y cruzar las piernas, dejando una sola a la vista de la muchacha. El colchón se hundió rozando su cabeza y cerró los ojos con fuerza rogando que la desconocida no notara su presencia.

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Ivan se encontraba en el salón de spa de la casa, específicamente en el sauna, estaba cubierto de gotitas de sudor que pintaban con delicadeza todo su fornido y desnudo cuerpo bronceado que solo estaba siento tapado en su entrepierna con una toalla blanca. El azabache estaba con los ojos cerrados y con la cabeza recostada hacia atrás en el respaldo de la banca de madera. Estaba tratando de relajarse, de que toda su ira y sus celos salieran por sus poros, justo cuando la puerta del sauna se abrió mostrando la figura de uno de sus guardaespaldas.

-Espero que sea algo importante como para interrumpir mi único momento de paz- gruñó.

El joven se inclinó hacia adelante nervioso, casi a punto de arrepentirse de la broma pesada que habían planeado con sus compañeros, pero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás.

-Señor… La señorita “Star” lo está esperando en su cuarto.

Ivan enarcó una ceja al escuchar el seudónimo de una de las tantas chicas con las que solía acostarse cuando necesitaba saciar sus deseos masculinos.




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