La guardaespaldas del Mafioso

Capítulo 22 - Soy virgen

Sus bocas se fusionaron en una danza caliente y húmeda que parecía no tener fin. Ivan jamás había sentido su alma gritar y saltar de alegría y de excitación por besar a una mujer.

Siempre había sido su cuerpo quien respondía ante el tacto femenino, pero ahora se sentía muy lejos de allí, como si flotara en la habitación sintiéndose completo. La sola idea de que ese beso alguna vez se terminara lo asustaba.

¿Cómo podría volver a ser el mismo luego de besar esos labios que parecían haber nacido para encastrarse con los suyos?

Los dos cuerpos que parecían uno comenzaron a caminar juntos con pasos erráticos hacia la cama, hasta que Clara sintió detrás de sus rodillas el borde del colchón perdiendo el equilibrio y cayendo de espaldas a la suave cama con Ivan arriba suyo que apoyó sus antebrazos a los costados de su cuerpo para no aplastarla con su peso.

No dejaron de besarse en ningún momento, Clara estaba embriagada por el sabor de ese hombre, sus manos temblorosas e inexpertas se deslizaban de arriba hacia abajo por la grande y ancha espalda de su amante, sin saber qué más hacer, nunca había llegado tan lejos con un hombre.

Solo esa vez con ese idiota que se había aprovechado de ella, pero no estaba en sus cabales como para siquiera mover su cuerpo con voluntad.

Ahora estaba consciente de lo que estaba sucediendo, aunque se sentía igual de drogada que ese día y con el miedo naciendo dentro suyo.

¿Hasta dónde llegarían? No tenía idea, solo se dejó llevar por los toques y su jefe los guiara a ambos.

Ivan soltó el beso en un ruido húmedo, por un momento Clara temió que se hubiese arrepentido de esto. Pero cuando vio que se alejó solo para quitarse la corbata de forma lenta y sensual sin dejar de mirarla a los ojos y luego desabotonar su camisa lentamente como si la estuviera torturando, supo que esto recién comenzaba.

La joven sintió que perdía el aliento al ver el torso firme, lampiño y brillante de su jefe. Sus manos se quedaron tímidas y quietas entre ambos, estiró sus dedos como si quisiera alcanzar esa piel desnuda, pero no se animó a tocarlo, fue Ivan quien tomó sus muñecas con delicadeza y acercó sus manos hacia su pecho, sin dejar de hacer contacto visual.

Clara suspiró pesadamente, al sentir bajo las yemas de sus dedos la piel caliente y suave mientras de su jefe mientras él las deslizaba lentamente hacia abajo, sintió su corazón latir con fuerza al igual que el suyo, sintió como su vientre se movía de arriba hacia abajo por la respiración errática y luego sintió bajo su tacto la fría y dura hebilla del cinturón, haciendo que sus dedos se enroscaran y se alejaran.

Los ojos color miel de Clara bajaron con timidez hacia el pantalón, notando que su jefe ya estaba duro debajo de la tela. Sus ojos se abrieron de par en par, sus pupilas temblaron de desconcierto, parecía tan grande allí dentro que tuvo miedo, su mirada de ciervo herido subió al rostro lleno de deseo de su jefe y se preguntó si realmente podría saciarlo, si iba a ser suficiente para él.

Ivan soltó las manos de su guardaespaldas y tomó el borde de la remera para deslizarla lentamente hacia arriba. Clara levantó los brazos y dejó que le quitara la prenda mientras cerraba los ojos por la vergüenza al estar solo con su corpiño deportivo frente a su jefe.

-Eres hermosa- susurró el joven contemplando su cuerpo, haciéndola temblar.

Clara abrió los ojos y se encontró con los ojos negros depredadores recorriendo su torso, sus pechos atrapados en la tela ajustada y su cintura estrecha y marcada. Instintivamente sus manos cubrieron su piel desnuda, pero no duró mucho, porque Ivan tomó de nuevo sus muñecas y las subió por encima de su cabeza dejándola sin escapatoria.

-Eres tímida- ronroneó inclinándose a su oído y mordiendo suavemente su oreja, haciendo que gimiera sorprendida por la descarga eléctrica que eso le causó- No deberías taparte, eres perfecta.- La elogió.

Clara volvió a gemir conmocionada por sus palabras, pero se quedó sin aliento cuando los labios de su jefe bajaron hasta su cuello, saboreando su piel sudorosa que parecía no molestarle porque la devoraba como si fuera el más sabroso manjar.

Clara se retorció debajo de él, moviendo sus piernas de arriba hacia abajo, no podía entender lo que su cuerpo estaba sintiendo, su entrepierna comenzó a latir pidiendo atención, y como si su amante hubiese recibió la señal de súplica, llevó su mano libre a su vientre y comenzó a deslizarla hasta el elástico de su pantalón deportivo y metió la mano por sobre su ropa interior.

-Ya estás mojada- ronroneó haciendo que la joven se muriera de vergüenza, escondiendo su rostro enrojecido en el cuello de su jefe.

Ivan presionó dos dedos en su entrada que solo estaba protegida por la tela, movió sus dedos como si quisiera meterlos, penetrarla y romper la tela en el proceso. Instintivamente Clara abrió más las piernas, dándole la bienvenida. Ivan sonrió satisfecho, pero la joven no lo vio, porque aún estaba escondiéndose de él.

Sin poder resistir más su deseo de sentir el calor y la humedad de la joven, los dedos curiosos y expertos del joven hicieron a un lado la ropa interior, encontrándose directamente con la entrada húmeda y dilatada de Clara, quien, al sentir los dedos calientes y duros de su jefe tocando su parte más íntima y privada, aquella que había protegido con recelo durante tanto años, sintió su cuerpo tensionarse y cerró las piernas como un muro inquebrantable.

-¡Espera!- chilló, volviendo en sí, con su corazón latiendo con fuerza en su garganta.

-¿Qué sucede?- exclamó preocupado el azabache, sacando rápidamente su mano del pantalón de clara como si quemara.

Sus ojos oscuros parecieron volver en sí, como si hubiese salido del trance que lo tenía loco por ella.

-¿Te lastimé? ¿Fui muy rápido?- preguntó con angustia, buscando en el rostro afligido de su amante alguna explicación.

Jamás se había preocupado tanto por alguien, pero por alguna razón sintió que con Clara era diferente, y lo pudo ver en sus ojos color miel temblando como si fuera un animal indefenso, ella era especial.




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