La guardaespaldas del Mafioso

Capítulo 24 - Sabor exquisito

Ivan soltó el beso y se alejó de Clara. Ella automáticamente sintió un vacío en su ser, como si le faltara una pieza, hizo un puchero suplicante a su amante quien sonrió y acarició con su pulgar el borde de los labios hinchados de la joven transando su redondeada curva.

-Tranquila, no voy a dejarte- respondió leyendo sus pensamientos- Solo voy a atenuar las luces y buscar algo al baño- le explicó mientras se incorporaba de la cama- No tardaré más de diez segundos.- prometió.

-Uno…- murmuró Clara con una sonrisa divertida. Ivan la miró sorprendido y vio cómo volvía a hacer el puchero- Dos…

-Con que así…- dijo divertido, corriendo hacia el baño.

Clara rió al ver su pequeña corrida hacia el otro cuarto, se lo veía tan relajado y hasta infantil que distaba mucho de la imagen tensa y amenazante que mostraba puertas afuera. Se sintió afortunada de poder ver su lado más humano.

-Siete…- exclamó cuando Ivan volvió al cuarto y atenuó la luz del techo a un tono anaranjado que hizo el ambiente más relajante y privado.

-¿Ves? Te prometí que sería rápido- exclamó parándose a los pies de la cama justo entre las piernas de la joven que colgaban por el borde del colchón.

-¿Qué fuiste a buscar?- preguntó con curiosidad.

-Lubricante- exclamó sin titubear, mostrando un lindo frasco transparente parecido a un perfume- Quiero que esto sea lo más cómodo posible para tí- dijo con seriedad.

Clara se mordió el labio inferior y sintió sus mejillas encenderse, pero no fue capaz de decir nada.

Ivan dejó el frasco a un costado, cerca de él para cuando sea el momento de usarlo y gateó sobre su amante. La habitación oscura hizo que Ivan se viera como todo un Dios griego, pero de las tinieblas, con su mirada oscura y sombras pincelando su rostro, sus cabellos negros cayendo sobre su frente como línea gruesas y profundas y su torso desnudo que no podía dejar de mirar con curiosidad y deseo.

Clara levantó una de sus manos que había estado tensa al costado de su cuerpo y la quiso acercar a la piel desnuda de su amante, pero Ivan tomó la muñeca impidiéndole que las puntas de sus dedos llegaran a tocarlo, colocando la mano por sobre su cabeza y uniendo el otro brazo también, ambos aprisionados bajo su agarre firme contra el colchón.

-No puedes….- ronroneó a su oído, mordisqueando suavemente el lóbulo de su oreja, haciendo que un pequeño gemido saliera de su boca- Hoy no tienes que hacer nada, tú solo disfruta ¿Está bien?.

Clara cerró los ojos y asintió con la cabeza.

-Quiero escucharte decirlo, quiero escucharte decir que vas a dejar que yo te de placer esta noche- gruñó mientras deslizaba sus labios hasta su cuello, donde comenzó a dejar pequeños besos que le provocaron piel de gallina- Princesa…- exclamó exigiendo una respuesta audible.

-Q-Quiero que m-me des placer esta noche- dijo en trance, abriendo la boca y liberando otro suave gemido que fue la música más dulce que Ivan había escuchado, estaba ansioso de saber cómo se oirían esos gemidos de placer cuando fuera más lejos.

Apenas recibió la luz verde de su amante, Ivan se hundió en el deseo y saboreó con devoción el cuello virgen y dulce de su amante, con cada vez más desesperación. Sintió que los brazos atrapados en su mano se retorcían y los sostuvo con más firmeza para que no se moviera mientras que con su mano libre viajó hacia los pechos aún cubiertos y acarició con su pulgar haciendo círculos uno de los pezones hasta que pudo sentirlo duro a través de la tela.

Ivan soltó las muñecas de la joven, necesitaba arrancar esa tela que ya estorbaba y poder ver esos hermosos pechos al aire.

-¿Vas a dejar tus brazos quietos?

-S-si- respondió en éxtasis.

-Bien- gruñó tomando el borde de cada lado del corpiño y lo deslizó lentamente hacia arriba de la cabeza y brazos de Clara sin dejar de ver su torso. Contempló y se relamió los labios al ver sus pequeños pechos que estaba seguro que entraban perfectamente en las palmas de sus manos, miró ambos pechos uno con su pezón erecto y el otro suave, eso no lo iba a permitir. Rápidamente acercó su boca hacia el pezón que aún estaba suave y bebió de él mientras jugaba con la punta de su lengua, haciendo círculos húmedos alrededor de él mientras escuchaba los quejidos de Clara y cómo luchaba por no bajar sus brazos y mantenerse quieta como le había ordenado.

-Eres tan sabrosa- murmuró deslizando su lengua de un pezón al otro, para que ninguno se sintiera desatendido. Apretó los pechos con sus manos y los masajeó suavemente mientras succionaba la piel que mañana quedaría marcada como de su territorio.

-Ivan…- sollozó Clara, enroscando sus dedos en las sábanas.

-Lo sé princesa- exclamó deslizando una línea de saliva hacia su vientre plano que besó con mucho cariño enviando electricidad a todo el cuerpo de la joven que la hizo estremecer.

Sus manos viajaron hacia el pantalón deportivo de Clara deslizándolo lentamente hacia abajo.

Clara movió su rostro hacia un costado y lo ocultó en las sábanas, avergonzada de estar solo en ropa interior frente a su jefe, porque nunca había llegado tan lejos como esto, estaba superándose segundo tras segundo.

No dijo nada y recordó lo que su amante le había dicho. Que esta era su noche y que jamás la olvidaría. Confiaba en él, así que levantó sus caderas y lo ayudó a que la despojara de la prenda.

Ivan tarareó satisfecho.

-Gracias princesa- murmuró y arrojó lejos el pantalón junto con el calzado, antes de dedicarse de lleno a su entrepierna y perderse allí para siempre, se acercó una vez al rostro de Clara y lo tomó de la barbilla- Mírame hermosa- ordenó besando su frente.

Clara abrió sus ojos miel en dos líneas finas y acuosas, estaba tan extasiada, al punto de explotar y ni siquiera habían avanzado tanto. Ivan la besó en los labios y luego se deslizó hacia abajo tomando los muslos de su amante y abriendo sus piernas para inclinar su rostro en medio de ellas. Clara miró hacia abajo y se mordió el labio avergonzada, Ivan la estaba mirando desde allí metido entre sus piernas con una sonrisa lasciva dibujada en su rostro. Relamió sus labios de forma provocativa sin dejar de mirarla. Clara pensó que era el Dios de la lujuria transformado en persona.




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