La guardaespaldas del Mafioso

Capítulo 31 - La verdad

-Por favor, dígame que ella está bien- suplicó el joven mafioso, dejando de lado su personaje terrorífico y poderoso que solía utilizar con la gente.

Aun así, el doctor estaba nervioso, y no lo culpaba, sabía la reacción que podía causar en las personas saber quién era él y su familia.

El hombre fingió ver algo en su computadora por un par de segundos que para Ivan se sintieron una eternidad. Había comenzado a clavar sus uñas en su pantalón para tratar de concentrarse en ese dolor y no en las ganas de gritar y protestar que hablara de una maldita vez antes de que se volviera loco.

-Los resultados de la señorita Aguirre han llegado- comenzó a decir sin dejar de mirar la pantalla- Todo está bien.

Ivan liberó un largo y pesado suspiro que no sabía que había estado conteniendo y dejó de clavarse las uñas para pasar sus manos por su rostro afligido pero ahora más calmado.

-¿Entonces qué sucedió?- preguntó cuándo pudo recuperar el habla luego de la conmoción- ¿Qué fue lo que provocó que se desmayara de esa forma?- gruñó al recordar las asquerosas manos de su enemigo sosteniendo a su amada.

“Sin tan solo hubiese estado más atento” Se dijo a sus adentros, sintiéndose culpable de no haber sido él quien estuviera en ese momento para ella.

-No es nada grave, solamente tiene bajo los niveles de hierro lo que provocó que le bajara la presión. Le voy a recetar unas vitaminas y debería seguir una dieta con más hierro.

-Delo por hecho doctor, me voy a encargar de que coma mejor- exclamó inflando su pecho.

A partir de ese momento se acabarían los ayunos de la joven y recibiría abundantes comidas que iba a terminar quiera o no frente a la vigilia de Ivan.

El doctor escribió una receta con las vitaminas y se la entregó al hombre.

-¿Quiere decir que ya le da el alta?

-Lo mejor sería que se quede hasta mañana a primera hora, ya que ahora está con el suero y seguramente aún se sienta algo débil-

El joven se levantó de su asiento y estrechó efusivamente la mano del hombre.

-Muchas gracias doctor, le agradezco por cuidar de Clara- exclamó sinceramente.

El hombre recibió el apretón y asintió con la cabeza, incapaz de hablar y de seguirle mintiendo en su cara.

Ivan salió del consultorio y luego de la clínica para comprar las vitaminas de su amada para tenerlas ya consigo cuando volvieran a la casa. Planeaba quedarse toda la noche velando por la joven si era necesario. Con una sonrisa en su rostro, de alivio al saber que no era nada grave, cruzó la calle hacia la farmacia de enfrente ignorando que en ese mismo momento el coche de Erik ingresaba al estacionamiento de la clínica.

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Luego de que su vil suegro se fuera de su habitación privada, Clara se sintió ansiosa.

¿Cómo sería capaz de mentirle en la cara a Ivan? Con solo una sonrisa de hoyuelos todo su engaño se desmoronaría. Pero tenía que ser fuerte, por lo menos por un tiempo, hasta que pudiera estar segura de que se convertiría en la mujer de Ivan y por lo tanto podrían estar ella y su bebé al resguardo del joven.

“Si no logro conseguir esto, no voy a tener otra opción que huir de esta familia” Pensó apoyando con suavidad su mano sobre su vientre.

Clara no se reconocía, no es que los niños no le gustaran, pero la sola idea de ser madre siempre se había sentido muy lejana, especialmente porque hace tan solo unas semanas no había experimentado ningún tipo de relación sexual con un hombre durante sus más de 20 años.

De repente todo había sucedido a la vez y estaba sorprendida de su lado maternal que había surgido de su interior como si fuera algo natural en ella. Sonrió mirando su barriga, sintiéndose orgullosa de ella misma.

-Creo que podría ser una buena madre- Se dijo para sí misma pero también para la pequeña luz de vida producto de su amor que estaba creciendo dentro suyo.

La puerta de su cuarto se abrió lentamente y rápidamente alejó sus manos de su estómago como si quemara, lo que menos quería era que Ivan tuviera la menor sospecha de su embarazo.

-Ivan…- exclamó mostrando una sonrisa débil que rápidamente se esfumó al ver que quien había entrado a su cuarto era Erik y no su amado.

“¿Acaso nadie en la maldita clínica se encargaba de controlar las visitas? Podrían matarme en mi cuarto sin que nadie se enterara” pensó tragando pesadamente y mirando con los ojos temblorosos a su nuevo enemigo.

-Clara…- susurró el joven, caminando lentamente y con cuidado hacia la joven como si fuera un animal herido.

-¿Qué haces aquí?- exclamó agarrando con fuerza las sábanas sintiendo que su agarre era muy débil y no podría defenderse del hombre si intentaba hacerle daño- Si no te vas ahora mismo voy a gritar- le advirtió tirando su única carta.

-Clara por favor- suplicó Erik, mostrando una mirada de ciervo herido y levantando sus manos como si mostrara que no le iba a hacer daño- Estaba muy preocupado, no sabía que te había pasado, de repente te habías desmayado en mis brazos- dijo con la voz temblorosa.

-Lo que me pasó no es de tu incumbencia- dijo con amargura. Lo que menos quería era que Erik supiera de su bebé en camino, su familia ya se había deshecho de sus padres y podría hacer lo mismo con su descendencia- Ya viste que estoy bien, así que vete por favor.

-Clara, éramos amigos confiabas en mí, por favor confía una vez más. Mi familia no hizo eso…- exclamó desesperado, dando dos pasos más hacia adelante- Jamás te mentiría de esa forma.

-Vete por favor- suplicó apretando con fuerza la mandíbula- no quiero que nombres más a mi familia, ¡Estás muerto para mí! Si tuviera la fuerza necesaria yo misma me vengaría ahora mismo…

Erik se mostró desesperado, revelando en su rostro la piedad y la clemencia que deseaba conseguir por parte de Clara, nunca había rogado a nadie, pero con ella era diferente, no quería alejarse de ella, no luego de saber la verdad. Había pensado que aún era muy pronto para revelárselo, pero era un momento desesperado y no tenía otra opción.




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