La Guardiana De Acero

La Prueba Definitiva

El evento corporativo de Vannucci Training Solutions era una de las reuniones más esperadas del año. Líderes de la industria, inversionistas y figuras clave del mundo del entrenamiento táctico se daban cita en un lujoso salón de eventos, decorado con una elegancia sobria pero imponente. Las luces tenues reflejaban el brillo de las copas de cristal, y el murmullo de conversaciones estratégicas llenaba el aire. Todo parecía transcurrir con normalidad, pero Valeria, vestida con un elegante traje negro que resaltaba su figura atlética, no bajaba la guardia ni por un segundo.

Desde su posición, podía ver a Isaac Vannucci moverse entre los invitados con la misma confianza que siempre lo caracterizaba. Su traje oscuro estaba impecablemente ajustado, y su porte era el de un hombre acostumbrado a estar en control. Sin embargo, Valeria notó algo que los demás no vieron: una sombra en la periferia del salón, un movimiento demasiado calculado para ser casual.

Su instinto se activó de inmediato. Sus ojos escanearon la multitud, analizando cada gesto, cada mirada desviada, cada detalle que pudiera delatar una amenaza. Y entonces lo vio. Tres hombres, posicionados estratégicamente en diferentes puntos del salón, avanzaban lentamente hacia Isaac. Sus movimientos eran demasiado coordinados, demasiado precisos. No había duda: esto era una emboscada.

Sin perder tiempo, Valeria se deslizó entre los invitados con la misma fluidez con la que se movía en un campo de batalla. Su mente ya estaba calculando cada posible escenario, cada ruta de escape, cada punto de ataque. Para cuando el primer hombre sacó un arma oculta, ella ya estaba en acción.

Con una rapidez que dejó a los presentes boquiabiertos, Valeria golpeó la muñeca del atacante con un movimiento seco, haciendo que el arma cayera al suelo. Antes de que pudiera reaccionar, le propinó un golpe en la garganta que lo dejó sin aire y lo remató con una patada giratoria que lo envió al suelo.

El segundo hombre intentó sacar un cuchillo, pero Valeria ya estaba sobre él. Con un movimiento fluido, atrapó su brazo y lo torció en un ángulo imposible, obligándolo a soltar el arma con un grito ahogado. Sin darle tiempo a reaccionar, lo lanzó contra una mesa cercana, donde se desplomó entre copas rotas y exclamaciones de asombro.

El tercer atacante, al ver lo que ocurría, intentó huir, pero Valeria no estaba dispuesta a dejar cabos sueltos. En cuestión de segundos, lo alcanzó y, con una llave precisa, lo inmovilizó contra el suelo. Su rodilla presionó su espalda mientras le susurraba al oído con una frialdad que helaba la sangre:

—Mala idea venir aquí sin conocer a quién estás enfrentando.

El salón quedó en completo silencio. Todos los presentes miraban a Valeria con una mezcla de asombro y temor. Nunca habían visto a alguien moverse con tanta precisión, con tanta letalidad y, al mismo tiempo, con una elegancia que hacía que todo pareciera casi coreografiado. Valeria, sin inmutarse, se puso de pie y ajustó la manga de su traje, como si lo que acabara de ocurrir no fuera más que un inconveniente menor.

Isaac, quien había observado todo desde una distancia prudente, se acercó a ella con una sonrisa sutil en los labios. Sus ojos azules brillaban con algo más que simple admiración; había un reconocimiento genuino en su mirada.

—No esperaba que mi guardaespaldas fuera también mi salvadora personal —dijo con un tono que mezclaba gratitud y diversión.

Valeria, con una expresión segura y una ceja arqueada, lo miró directamente a los ojos.

—Esperaba que lo supiera desde el principio —respondió con firmeza.

Isaac dejó escapar una risa baja, claramente entretenido por su actitud. Había conocido a muchas personas talentosas en su vida, pero ninguna como ella. Valeria no solo tenía habilidades excepcionales, sino que su orgullo y confianza la hacían destacar aún más. No buscaba aprobación, no necesitaba reconocimiento. Sabía exactamente quién era y lo que valía.

Los agentes de seguridad llegaron rápidamente para hacerse cargo de los atacantes, mientras los invitados comenzaban a recuperar la compostura. Algunos se acercaban a Isaac para asegurarse de que estaba bien, otros miraban a Valeria con respeto, e incluso con un poco de miedo.

—Creo que acabas de ganarte una reputación —comentó Isaac en voz baja mientras caminaban hacia una zona más privada.

—No me interesa la reputación —respondió ella sin titubear—. Me interesa hacer mi trabajo. Y si eso significa que debo salvarte de vez en cuando, supongo que es parte del paquete.

Isaac la observó por un momento, su sonrisa volviéndose más pronunciada.

—Definitivamente, trabajar contigo será interesante.

Valeria no respondió, pero la chispa en sus ojos hablaba por sí sola. Sabía que acababa de demostrar su valía de una manera que nadie podría ignorar. Y aunque no lo admitiría en voz alta, disfrutaba el hecho de haber dejado a Isaac Vannucci impresionado. Para ella, eso solo significaba una cosa: el verdadero desafío apenas comenzaba.

Esa noche, mientras los agentes de seguridad interrogaban a los atacantes y la policía hacía preguntas a los presentes, Valeria se permitió un momento de reflexión. ¿Quién había enviado a esos hombres? ¿Era un ataque personal contra Isaac o algo más grande? Su mente analítica trabajaba a toda velocidad, formulando hipótesis y descartando posibilidades.

Isaac, por su parte, no dejó de observarla desde su lugar. Había visto a muchas personas luchar, pero Valeria era diferente. Su precisión, su control absoluto sobre la situación y, sobre todo, su seguridad en sí misma lo fascinaban. No era solo una empleada más, ni siquiera una simple guardaespaldas. Era una fuerza de la naturaleza.

Cuando la multitud comenzó a dispersarse y el evento llegó a su fin, Isaac se acercó a Valeria una vez más.

—Mañana quiero que vengas a mi oficina temprano —dijo en un tono que no admitía discusión.




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