La Guardiana De Acero

Ascenso Del Acero

El amanecer trajo consigo un aire de tensión contenida en Vannucci Training Solutions. Tras el ataque de la noche anterior, las medidas de seguridad se habían intensificado, y el personal se movía con pasos rápidos y rostros serios. Valeria llegó temprano, como le había pedido Isaac, vestida con su habitual traje negro y una expresión de control absoluto. Sin embargo, no podía ignorar que algo en el ambiente había cambiado.

Isaac la estaba esperando en su oficina, una amplia habitación con paredes de cristal que ofrecían una vista panorámica de la ciudad. Estaba sentado detrás de un escritorio minimalista, hojeando algunos documentos, pero levantó la mirada en cuanto Valeria cruzó el umbral.

—Puntual, como siempre —dijo, dejando los papeles a un lado y esbozando una sonrisa que parecía demasiado relajada para alguien que había sido atacado la noche anterior.

—No tengo por costumbre llegar tarde —respondió Valeria con su tono firme, cruzando los brazos mientras lo miraba directamente a los ojos.

Isaac se levantó y caminó hacia ella con las manos en los bolsillos, un gesto casual que contrastaba con la intensidad de su mirada.

—Después de lo que ocurrió anoche, creo que es hora de replantear tu rol aquí —dijo, deteniéndose a pocos pasos de ella—. No puedo conformarme con que seas solo mi guardaespaldas. Quiero que seas mi principal estratega de seguridad.

Valeria arqueó una ceja, sorprendida por la propuesta, pero no dejó que esa sorpresa se reflejara en su rostro.

—Eso implica más responsabilidades —comentó—. Y más riesgos.

Isaac asintió, inclinando ligeramente la cabeza.

—Lo sé. Pero si alguien puede con ello, eres tú. Anoche lo demostraste frente a todos.

Valeria sostuvo su mirada por un momento, evaluándolo. Podía sentir la sinceridad en sus palabras, pero también algo más, algo que no podía identificar del todo. Finalmente, asintió.

—Acepto. Pero necesitaré autonomía para manejar las cosas a mi manera.

—Siempre supe que no te gustaba seguir órdenes —bromeó Isaac, sonriendo de lado—. Eso me agrada.

Valeria rodó los ojos ligeramente, aunque una pequeña sonrisa se formó en sus labios antes de que pudiera evitarlo. Isaac parecía notar cada pequeño detalle, porque su sonrisa se ensanchó aún más.

—Bien, ahora que eso está resuelto, hay algo más que quiero discutir contigo —continuó él, cambiando el tono a uno más informal—. ¿Qué te parece si me acompañas esta noche a un evento privado? Quiero que veas otro lado de lo que hacemos aquí, algo más... social.

—¿Un evento social? —preguntó Valeria, frunciendo el ceño—. No suelo participar en esas cosas.

—Lo sé. Pero este no es un evento cualquiera. Quiero que observes cómo funcionan las alianzas fuera del ámbito profesional. Además, podría ser divertido.

Valeria estaba a punto de rechazar la idea, pero algo en la mirada de Isaac la detuvo. Había una mezcla de desafío y algo más... ¿curiosidad? Finalmente, suspiró.

—Está bien. Pero no esperes que me mezcle demasiado.

—Eso lo veremos —respondió Isaac con una sonrisa que tenía un toque de picardía.

La noche llegó rápidamente, y Valeria se encontró vestida con un elegante vestido negro que, aunque sencillo, resaltaba su figura atlética. No era su estilo habitual, pero entendía la importancia de encajar en el entorno. Cuando llegó al lugar del evento, Isaac ya estaba allí, esperándola junto a la entrada. Su traje oscuro impecable y su porte relajado lo hacían destacar incluso en medio de la multitud.

—Pensé que no vendrías —dijo él, ofreciéndole su brazo.

Valeria lo miró con escepticismo, pero aceptó el gesto.

—No soy de las que se echan atrás —respondió, con un tono que denotaba más orgullo que modestia.

El evento era una reunión privada de alto nivel, llena de empresarios, políticos y figuras influyentes. Valeria se mantuvo alerta, observando cada detalle, cada movimiento sospechoso. Pero lo que más le llamó la atención fue la forma en que Isaac se desenvolvía. Su actitud seria y profesional se mezclaba con un carisma natural que parecía atraer a todos a su alrededor. Sin embargo, de vez en cuando, sus ojos se desviaban hacia ella, como si buscara asegurarse de que estuviera cerca.

A mitad de la velada, un grupo de hombres se acercó a Isaac para discutir negocios. Valeria, como siempre, se mantuvo a su lado, escuchando en silencio. En un momento dado, uno de los hombres hizo un comentario despectivo sobre la presencia de una guardaespaldas femenina.

—¿De verdad necesitas a alguien como ella? —dijo con una sonrisa burlona—. Parece más un adorno que una protección real.

Antes de que Isaac pudiera responder, Valeria dio un paso adelante, mirando al hombre directamente a los ojos.

—Si quiere comprobar mi utilidad, estoy más que dispuesta a demostrarlo —dijo con una frialdad que hizo que el hombre retrocediera ligeramente.

Isaac, claramente divertido, intervino.

—Créame, ella es mucho más de lo que parece. De hecho, podría enseñarle algunas cosas sobre seguridad.

El hombre se rió nerviosamente y cambió rápidamente de tema. Isaac se inclinó hacia Valeria y susurró:

—Me encanta cuando haces eso.

—No lo hice por ti —respondió ella, aunque no pudo evitar que una ligera sonrisa cruzara su rostro.

Más tarde esa noche, mientras los invitados comenzaban a irse, Isaac y Valeria se encontraron en una terraza con vista a la ciudad. El aire fresco y la tranquilidad del momento contrastaban con la intensidad de la velada.

—Gracias por venir esta noche —dijo Isaac, apoyándose en la barandilla—. Sé que este no es tu ambiente, pero creo que manejaste todo a la perfección.

—Solo hice mi trabajo —respondió Valeria, cruzándose de brazos.

—Eso es lo que me gusta de ti —dijo Isaac, girándose para mirarla—. Siempre haces más de lo que se espera, pero nunca buscas reconocimiento por ello.

Valeria lo miró, sorprendida por la sinceridad en sus palabras. Por un momento, la máscara de orgullo y frialdad que siempre llevaba comenzó a resquebrajarse.




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