La Guardiana De Acero

Bajo Fuego

Capítulo 7: "Bajo Fuego"

El almacén estaba sumido en una tensa calma después del tiroteo. Valeria inspeccionaba cada rincón con precisión, asegurándose de que no quedaran amenazas ocultas. Isaac, a su lado, mantenía su postura firme, aunque su respiración aún era pesada por la adrenalina del enfrentamiento.

—Eres increíble —dijo Isaac, su voz cargada de admiración mientras observaba a Valeria con una mezcla de asombro y gratitud.

Ella, con su característico orgullo, simplemente asintió.

—Solo hice mi trabajo.

Sin embargo, la amenaza no había terminado. Valeria lo supo en el momento en que su teléfono vibró con una notificación. Un mensaje anónimo apareció en la pantalla: "No creas que esto ha terminado. Volveremos."

Valeria apretó la mandíbula. Sabía que los atacantes no se rendirían tan fácilmente. Si querían terminar con la amenaza, tendrían que tomar la iniciativa.

De regreso en la sede de la empresa, Valeria reunió al equipo de seguridad. Su presencia imponente y su mirada azul acerada hacían que todos la escucharan con atención.

—No podemos quedarnos a la defensiva —declaró con voz firme—. Sabemos que volverán, así que debemos adelantarnos. Necesito que todos estén preparados para cualquier eventualidad.

Los miembros del equipo asintieron, listos para seguir sus órdenes. Isaac, desde un rincón de la sala, la observaba con una sonrisa de orgullo. Valeria no solo era una experta en combate, sino también una líder nata.

Después de la reunión, Isaac se acercó a ella.

—Nunca dejas de sorprenderme.

—Espero que no sea tan fácil de sorprender —respondió Valeria con una leve sonrisa.

—No lo es. Pero contigo… es inevitable.

Valeria sintió un leve calor en el pecho, pero lo ignoró. No podía permitirse distracciones. No ahora.

La noche siguiente, la sede de la empresa estaba en alerta máxima. Valeria había organizado patrullas y reforzado los accesos. Sin embargo, algo en su instinto le decía que el ataque no tardaría en llegar.

Y no se equivocó.

Apenas pasada la medianoche, las alarmas de seguridad se activaron. Un grupo de hombres armados irrumpió en el edificio, listos para acabar con Isaac y cualquiera que se interpusiera en su camino. Pero no contaban con Valeria.

Ella se movió con precisión letal, coordinando al equipo mientras eliminaba enemigos con golpes certeros y disparos calculados. Isaac, aunque protegido por sus guardias, no pudo evitar admirar su destreza.

En medio del caos, Valeria notó un movimiento sospechoso en la parte trasera del edificio. Sigilosamente, se dirigió hacia allí, solo para encontrarse con un atacante apuntándole con un arma. Antes de que pudiera reaccionar, un disparo resonó en el aire.

Isaac, con una pistola en mano, había disparado primero. El atacante cayó al suelo, inconsciente.

—¿Estás bien? —preguntó él, con el corazón acelerado.

Valeria lo miró, aún procesando lo que había pasado.

—¿Por qué hiciste eso? —preguntó, su voz más dura de lo que pretendía.

—Porque no podía quedarme sin hacer nada mientras tú estabas en peligro —respondió Isaac con una sonrisa.

Valeria exhaló con frustración.

—Mi trabajo es protegerte, no al revés.

—Quizá. Pero eso no significa que me quede de brazos cruzados.

Por primera vez en mucho tiempo, Valeria no supo qué responder. Algo en la determinación de Isaac la desarmó.

Cuando todo terminó y los atacantes fueron neutralizados, Valeria se tomó un momento para respirar. Isaac se acercó a ella, su expresión más seria de lo habitual.

—Gracias —dijo él.

Ella lo miró con escepticismo.

—¿Por qué?

—Por todo. Por protegerme. Por liderar esto. Por ser tú.

Valeria sintió que su orgullo se inflamaba. Pero también, por primera vez en mucho tiempo, sintió algo más.

Tal vez, después de todo, no estaba sola en esta batalla.

Los días siguientes fueron una prueba de resistencia. Valeria reforzó la seguridad de la empresa y entrenó al equipo con una disciplina aún más férrea. Isaac, por su parte, comenzó a involucrarse más en la estrategia, trabajando junto a ella en la planificación de futuras amenazas.

Una noche, mientras revisaban informes en la oficina de Isaac, él la observó detenidamente.

—Eres impresionante, Valeria.

Ella levantó la mirada, arqueando una ceja.

—Eso ya lo sabías.

—Sí, pero cada día me sorprendes más.

Valeria no respondió. No estaba acostumbrada a los halagos sinceros, y menos de alguien como Isaac.

—Deberías descansar —continuó él—. Has estado trabajando sin parar.

—Puedo manejarlo.

—Lo sé. Pero incluso la mujer más fuerte necesita un respiro.

Isaac se acercó, dejando su mano sobre la mesa, muy cerca de la de ella. Valeria sintió la tensión en el aire, pero no se movió.

—No puedo permitirme distracciones —dijo en voz baja.

—¿Y si no es una distracción? —replicó él con una sonrisa.

Por primera vez en mucho tiempo, Valeria sintió que su control absoluto sobre la situación se tambaleaba.

Los enemigos de Isaac no tardaron en hacer su siguiente movimiento. Un intento de infiltración en la empresa fue frustrado por Valeria y su equipo, pero el mensaje era claro: la guerra no había terminado.

Esa noche, mientras revisaban los informes del ataque, Isaac se recargó en su escritorio, mirándola con seriedad.

—No tienes que hacerlo sola, Valeria.

Ella frunció el ceño.

—¿A qué te refieres?

—A que no tienes que cargar con todo el peso. No solo eres mi guardaespaldas. Eres mi aliada. Confío en ti más que en nadie.

Las palabras de Isaac la tomaron por sorpresa. Había pasado tanto tiempo confiando solo en sí misma que la idea de tener a alguien más a su lado se sentía extraña.

—Gracias —dijo finalmente, con más sinceridad de la que esperaba.

Isaac sonrió.

—De nada. Ahora, ¿crees que podamos cenar sin que me regañes por intentar protegerte?




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