La Guardiana de las Sombras I

Capítulo I

"La densa humedad se extiende, frías gotas de agua salpican del techo, las paredes cavernosas e irregulares me flanquean; la oscuridad es casi completa salvo por una luz, blanca y fría, lejana. Siento una voz clara y musical, pero que rebosa malicia y burlona candesendencia, que resuena por toda la cueva -o eso me parece que es- y me hace temblar en donde estoy de pie:

– Ven a mí, mi fernangetta. Ya estás muy cerca, puedo sentirte...

Una nube con olor a azufre se levanta y me ahoga, toso para sacarlo se mis pulmones, donde siento pinchazos por la falta de oxígeno. Caigo al suelo raspándome los brazos y las rodillas con las rocas filosas del piso. No puedo respirar y siento que pierdo la conciencia lentamente, hasta que la luz desaparece y no sé si es porque al final me desmayé o si solo desapareció sin más, pero se va y la oscuridad es todo lo que tengo."

Me despierto con un sobresalto y reviso mi cuerpo en busca de rasguños, pero no veo nada.  El sudor me baña las mejillas y me corre por la espalda y trato inútilmente de secarme la cara con las manos, pero también están húmedas. Miro hacia la ventana y veo como algunos rayos entran por ella señalando que ya es de día y debo levantarme par ir a clase.

Ese sueño ha sido diferente, no es un sueño normal, lo noto en los huesos. Esa voz aún me retumba en la cabeza (<<ven a mí, mi fernangetta...>>).

Me lavo  el sudor con una ducha fría, me visto y bajo a desayunar.
En la planta baja esta la cocina,  el comedor, la sala de estar y la oficina de tía Fara, a la que encuentro en la mesa inclinada hacia un plato de chuletas y carne asada, sí, aunque parezca raro un desayuno tan cargado de proteínas es algo normal en ella, casi lo único que come está asociado internamente a algún animal.

Sus cabellos plateados están recogidos en un elegante moño, estos son una cosa de familia, y no me refiero al color en sí, sino a la causa de éste: verán, toda nuestra familia padecemos de una mutación muy extraña en los pigmentos capilares, algo parecido a lo que tienen los pelirrojos, pero sin las pecas.

El pelo de tía Fara es del color de la plata, hermoso; quisiera que el mio fueran como los de ella, pero no, mi pelo es verde. Sí, has leído bien: VERDE!

Pero no puede ser de un verde oscuro lo bastante discreto para que no se noten en la noche, nooooo, tienen que ser del tono de verde más intenso que se ha visto antes. Tampoco es que pueda teñirlos, a las dos semanas  el tinte se habrá caído en su totalidad y volverá a tomar ese tono verde que tanto he aprendido a odiar. Intenté por un tiempo pasar desapercibida con una peluca, pero no me sentía yo misma; de igual forma traté de que la gente no pensara que era una gótica o algo así, pero nadie se creía que mi pelo simplemente crecía así, así que tampoco funcionó mucho. Al final decidí convertirme en lo que todos me adjudicaban: una chica mala, de las frikis, que quiere desafiar  el sistema.

Unos ojos como cristales, casi transparentes alejan su atención de la comida al verme entrar en  el comedor y me miran con preocupación, al parecer tengo peor aspecto de lo que imaginaba.

–¿Está todo bien?– me pregunta mi tía.

Tomo asiento frente a ella y me empiezo a servir una tostada con mantequilla y una taza de leche.

-Sí tía, todo bien

Me termino la tostada y empiezo con un boll lleno de trozos de manzana verde. Yo a diferencia de mi tía soy mayormente vegetariana, puedo comer carne de vez en cuando, pero la fruta o los vegetales no me pueden faltar en ninguna comida, así como la carne para tía Fara.

-Toma, feliz cumpleaños, mi fernagetta

Me sorprende tanto que  el apelativo cariñoso que me dice mi tía era el mismo que el que usa esa voz en mi sueño que casi no me doy cuenta del hermoso collar que tiende hacia mí. Es una cadena fina de un color plateado tan intenso que parece soltar destellos, y aunque sus eslabones de pequeñas estrellas y lunas entrelazadas son en verdad hermosos, no fue lo que más me llamó la atención, sino lo que cuelga de ellos: la cadena pasa por  una de las puntas de la gema, en forma de diamante del tamaño de una nuez, dejando la otra punta hacia abajo; es la joya más bella que he visto nunca, de un blanco puro y brillante como una estrella.

Tomo el colgante y me lo pongo, aún asombrada de su belleza, me queda justo en el centro de la clavícula. Alzo la vista para mirar a mi tía y la encuentro sonriendo, pero sus ojos andan lejos de aquí, como perdidos en los recuerdos. Le sonrío de vuelta.

-Es hermoso, me encanta, gracias tía

Rodeo la mesa y la abrazo y ella a mí, siento como en un momento se tensa y luego me acaricia el pelo y me susurra de una forma que no logro discernir sus sentimientos: -ya todo va a ser diferente, ya tienes 17 mi fernangetta.

-¿Y eso por qué? Solo tengo un año más, todo es igual- Me separo lo justo para verle la cara, está tensa y no sé por qué, así que le pregunto: -¿Estás bien?

-Sí, estoy bien, solo estoy asimilando que mi pequeña sobrina ya es toda una mujercita- me sonríe y esta vez si le llega la sonrisa a los ojos, y yo igual le sonrío.

-Vale, lo que tu digas, me tengo que ir a clase- le doy un beso en la mejilla y me giro a coger mi mochila, justo cuando me llama y me dice: 
-Aroa, cuando regreses del instituto ve a mi oficina directo, tengo que decirte algo importante.

♥★♥

En el instuto me paso el día preguntándome qué me querrá decir mi tía y por lo tanto no atiendo mucho a las clases, de todas formas no me hace falta, todo lo que leo, veo o escucho se queda registrado en mi cerebro de forma automática.

A veces pienso que soy una adolescente un poco rara (dejando de lado mi estilo de rockera sexy que suelo ponerme y mi memoria fotográfica, claro), nunca me a gustado un solo chico en mi vida, por supuesto sé apreciar la apariencia y sé que hay muchos chicos guapos que normalmente dejan sin respiración a la mayoría de las chicas, claro, a todas menos a mí. Los encuentro lindos, pero simplemente no me atraen, aunque yo sí a ellos, pero solo es atracción como la de una polilla a un bombillo, no les gusto de verdad. En una ocasión besé a un chico y no me gustó, se sintió incómodo, por lo que pensé que tal vez me gustaban las chicas y... solo digamos que fue peor. Con esos resultados llegué a la conclusión de que soy asexual, y la verdad me va mucho mejor así.



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En el texto hay: aventura, amor, magia

Editado: 25.08.2020

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