Las enormes puertas de la mansión se abrieron con un rechinar grave, como si anunciaran la entrada de alguien importante. Arakos cruzó el umbral con pasos firmes, mientras Ragnar esperaba afuera, su imponente figura proyectando una sombra que cubría parte de los campos de entrenamiento. Los guardias escoltaron a Arakos por los pasillos, decorados con estandartes de los Mooncrest, hasta un amplio balcón donde Demian observaba a su equipo entrenar.
El líder de los Mooncrest no pudo evitar notar la presencia de Aiden, cuyo brillo dorado en los ojos destacaba incluso a la distancia. El joven Sonere entrenaba con una intensidad feroz, sus movimientos perfectos y su aura intimidante. Los gritos de esfuerzo y el chocar de armas llenaban el ambiente.
Cuando los guardias anunciaron la llegada de Arakos, Demian levantó la vista, sorprendido pero curioso. Giró hacia el líder de los Drakeel con una leve inclinación de cabeza.
—Arakos Drakeel... No esperaba ver al líder de la segunda familia más fuerte de Kandor en mi casa —dijo Demian con respeto, aunque su tono contenía un ligero matiz de precaución.
—No estaría aquí si no fuera totalmente necesario —respondió Arakos, directo y con el semblante serio que lo caracterizaba.
Demian frunció el ceño, cruzándose de brazos mientras analizaba a su interlocutor.
—Me imagino que tu presencia no trae buenas noticias.
—No, supongo que no… —Arakos se tomó un segundo antes de soltar la bomba—. Los Blackgold se han aliado con los titanes.
La expresión de Demian se endureció de inmediato. Su usual semblante relajado desapareció, y una chispa de preocupación atravesó sus ojos.
—Oh… eso no es bueno. De por sí, lidiar con los titanes ya era una tarea monumental. Ahora, con los Blackgold de su lado…
Arakos levantó una ceja, sorprendido por la implicación en las palabras de Demian.
—Espera… ¿Planeas luchar contra los titanes?
Demian se rascó la nuca, claramente nervioso.
—Bueno… digamos que es un negocio que hice honestamente.
La incredulidad de Arakos era palpable.
—¿Qué clase de negocio incluye enfrentarte a los titanes? —preguntó, abrumado por lo que escuchaba.
Demian señaló hacia el campo de entrenamiento, donde Aiden se preparaba para otro asalto.
—Él. Ese chico de ahí es Aiden Sonere, uno de los últimos de su linaje… y no solo eso. Es de sangre real, hijo de Atlas. ¿Recuerdas lo temible que era Atlas?
El nombre de Atlas pareció encender algo en la mente de Arakos, cuyo rostro reflejaba una mezcla de respeto y cautela.
—Lo recuerdo bien… Pero aún no veo cómo eso lo convierte en una “inversión”.
Demian dejó escapar una pequeña sonrisa.
—Es un Sonere de sangre real. Si alguien puede enfrentarse a los titanes, es él. Y créeme, no es solo una apuesta. Es una inversión a largo plazo que puede decidir el destino de Kandor.
Arakos observó de nuevo a Aiden, quien en ese momento desató un torrente de poder mágico que dejó a todos boquiabiertos. La esencia de un dragon se sintio en su ser, demostrando que Demian quizás no estaba del todo loco.
—Espero que tu fe en él sea suficiente para lo que está por venir —murmuró Arakos, volviendo la mirada a Demian—. Porque con los Blackgold de su lado, los titanes no serán un desafío menor.
Demian asintió, con una mezcla de determinación y preocupación en su expresión.
—Lo sé. Por eso estoy apostando todo.
Arakos miró a Demian con una expresión seria, luego desvió la mirada hacia Aiden, que acababa de entrar al campo junto a Kaizen. La presencia del joven Sonere era inconfundible: su aura emanaba un poder que parecía resonar con algo antiguo, casi mítico. Al observarlo, los recuerdos comenzaron a invadir la mente de Arakos, imágenes de Atlas, el titán de los Sonere, en el campo de batalla.
Recordó vívidamente la vez que Atlas, solo, había enfrentado a un ejército humano. La victoria fue aplastante, un espectáculo de poder que dejó a los observadores con la certeza de que enfrentarse a él era un acto suicida. Incluso los dragones más fieros sentían un temor instintivo hacia Atlas. Y luego, el mundo recibió la noticia de su muerte, algo que parecía imposible de aceptar. ¿Cómo podía alguien como Atlas caer ante los titanes? La caída de Ninrah siempre había estado envuelta en un manto de misterio, como si una verdad más oscura se escondiera tras la tragedia.
Arakos apartó esos pensamientos de su mente y regresó su atención a Demian. Decidió, en ese momento, seguirle el juego. Tal vez Aiden realmente era el heredero de esa misma fuerza. Tal vez era el futuro que Kandor necesitaba.
—Uhm... Espero que no te equivoques, Demian —dijo Arakos, rompiendo el silencio mientras posaba una mano en el hombro del líder de los Mooncrest.
Demian lo miró, sorprendido por el gesto, pero rápidamente comprendió el significado detrás de esas palabras.
—Porque voy a apostarlo todo de igual manera —añadió Arakos, con una determinación inquebrantable.
Demian parpadeó un momento antes de que una amplia sonrisa se formara en su rostro.
—¡Ja! Te aseguro que ganaremos en esta guerra.
Arakos soltó una ligera sonrisa en señal de aprobación. Su mirada se dirigió nuevamente hacia el campo de entrenamiento, justo a tiempo para presenciar algo que lo dejó sin palabras: Aiden acababa de derrotar nuevamente a Kaizen.
La pelea había sido breve pero intensa, con Kaizen mostrando toda su habilidad y experiencia. Sin embargo, el joven Sonere lo superó con una combinación de agilidad, fuerza y estrategia que impresionó incluso a alguien del calibre de Arakos.
—Increíble... —murmuró Arakos, su voz cargada de asombro. No era fácil impresionar a alguien como él, pero la victoria de Aiden contra Kaizen era una prueba irrefutable de su potencial.
Por un momento, Arakos se imaginó en el lugar de Kaizen, enfrentándose a Aiden. La idea de que incluso él tendría dificultades para derrotar al joven Sonere lo dejó pensativo. Quizás Demian no estaba tan equivocado después de todo.
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Editado: 10.02.2025