La Guerrera de Corazón Puro | Dragon Ball Z

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La mañana del quinto día de Milk en la Torre Karin, el gato ermitaño la despertó abruptamente a media mañana con un contundente grito a escasos centímetros de su oído. La joven guerrera gritó, se estremeció, y se paró alarmada de sus tendidos improvisados. Avanzó en falso hacia el frente, aún presa del súbito despertar, y sus pies terminaron enredándose con su cobertor. Su cuerpo se precipitó al suelo, cayendo con su cara contra éste.

—Deberías estar más alerta —comentó Karin con voz risueña, mientras la joven mujer se revolvía en el suelo, agarrándose su rostro enrojecido y adolorido por el golpe.

—¡¿Más alerta?! —exclamó Milk con enojo, girándose hacia él—. ¡Estaba durmiendo!

—Es en tus momentos de mayor debilidad cuando tu enemigo intentará aplacarte. ¿No lo sabías?

—Si es el caso, entonces debería intentar quitarle la vasija mientras usted duerme —amenazó Milk con voz áspera, a lo que Karin respondió más que nada con otra de sus risillas burlonas.

—Levanta tus tendidos y sube para que comencemos de una vez. No hay tiempo que perder, ¿no es cierto?

Antes de recibir respuesta, Karin se dirigió a las escaleras que llevaban a la parte superior del templo. A sus espaldas, Milk comenzó a doblar de mala gana el cobertor y el futón que el viejo maestro le había dado para que durmiera.

Cinco días habían pasado en un abrir y cerrar de ojo, y en cada uno su rutina había sido exactamente la misma: despertarse, pasar todo el día intentando arrebatarle la vasija con el Agua Ultrasagrada al maestro Karin, sin obtener ningún tipo de resultado hasta ese entonces, para al final del día simplemente irse a dormir. La única excepción había sido al tercer día, donde el maestro le había permitido tomar un baño en su tina, y poco más. Estaba tan hastiada de todo eso, que incluso extrañaba el cocinar o limpiar su casa. Pero gracias al efecto de la semilla que había comido el primer día, ni siquiera había requerido comer hasta ese momento. Y en ese espacio tan pequeño, con tan pocas cosas, apenas y se ensuciaba.

«Hacer cualquier otra cosa sería mejor que esto» pensó con amargura mientras subía las escaleras. En la parte superior, Karin ya la aguardaba, con la vasija bien sujeta a la punta de su bastón.

—¿Ya estás lista para empezar? —le cuestionó con tono moderado.

—¿Tengo otra opción? —respondió Milk con molestia.

—Desde el inicio has tenido la opción de irte a tu casa —señaló Karin con tono áspero, lo que sólo irritó aún más a joven madre. Esto no pasó desapercibido para el viejo ermitaño, aunque ya para ese punto Milk se había dado cuenta que era casi imposible ocultarle cualquier cosa—. El día de hoy pareces más irritada que de costumbre.

—¡¿Y le parece que no tengo motivos para estarlo?! —exclamó Milk en alto, su voz retumbando con fuerza, a pesar de que en ese espacio abierto no debería haber tanto eco—. Llevo cinco días aquí perdiendo mi tiempo, mientras Gohan ha estado todo este tiempo en las garras de Piccolo Daimaku. No puedo dejar de pensar en todo por lo que ha de estar pasando, y todo lo que debe estar sufriendo. ¡Y yo estoy aquí jugando este estúpido juego con usted!

Karin guardó silencio, inmutable al parecer ante los gritos de la mujer.

—¿En verdad crees que has estado perdiendo el tiempo todos estos días? —le preguntó el ermitaño con asombrosa calma.

—¡Pues claro que sí!

—Entonces me temo que con más razón serás incapaz de obtener el Agua Ultrasagrada.

Milk se sobresaltó, extrañada por tan eclíptica afirmación.

—¿Qué quiere decir con eso?

—Nada —afirmó Karin, negando con la cabeza. Y como si toda esa conversación no hubiera sucedido, extendió entonces su bastón hacia ella, con todo y la vasija, y pronunció—: ¿Comenzamos entonces?

Empujada más por la irritación que por otra cosa, Milk se lanzó en su contra como una fiera al ataque, extendiendo sus manos en dirección a la vasija, pero dejando escapar ésta por apenas unos centímetros.

Por la siguiente hora, todo fue una repetición ininterrumpida de los días anteriores. Milk intentaba alcanzar la vasija, y Karin se movía con notoria agilidad para alejarla de ella. Ambos moviéndose en un baile sin sincronía ni ritmo, en el cuál Milk era la única que en cada movimiento terminaba mal parada.

De pronto, la joven guerrera se detuvo, y sin decir nada se dejó caer de rodillas al suelo. Inclinó su torso hacia adelante, y apoyó sus manos contra el piso. Sus largos mechones negros cayeron frente a su rostro, casi ocultándolo por completo.

—¿Qué pasa? —preguntó Karin con curiosidad—. ¿Te cansaste tan pronto?

—No puedo… —susurró Milk despacio, pero al instante siguiente alzó su mirada colérica hacia el gato ermitaño. Lágrimas de frustración resbalaban por sus mejillas—. ¡No puedo hacerlo! ¡Es simplemente imposible!

—Si piensas que algo es imposible, entonces lo es —suspiró Karin despacio.

—No me salga con sus palabras inteligentes ahora —le respondió Milk secamente—. No las necesito…

Se hizo entonces hacia atrás, dejándose caer de sentón, y luego de espaldas hacia el suelo. Su mirada molesta se fijó en el techo de la cúpula que coronaba la torre.



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En el texto hay: peleas, dragon ball z, universoalterno

Editado: 06.04.2024

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